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Opinión: Seduciendo al idiota que hay en mí

De sirenas, políticos y ahogados…

Cantos de sirena resultan en patadas de ahogado…

Una vez más y como le sucede continuamente a este su ensayista aficionado favorito (¡Plop!), pues me ha picado una idea. Como en tantas ocasiones, sucedió mientras tomaba una ducha. Me bajaba el champú por la cara (higiene antes que calvicie) y recordé un par de videos y noticias sobre campañas políticas muy actuales en un gran país del norte. En medio del jabón y la comezón en los ojos tuve que sonreír una vez más. Fue una sonrisa algo mordaz, mitad satírica, mitad tristona, con acentos de punzante ironía y notas de estoica aceptación. Noté de repente que tenía también un fuerte sabor a champú, lo que me trajo de vuelta a la realidad entre vertiginosos enjuagues faciales. Me propuse entonces poner por escrito el tema, para mi propia salud mental y nuestra íntima conversación. Les cuento ahora, ya seco y confortable, lo que estaba pensado.

Pensaba que la Política -con “P” mayúscula de “Planificar”, de “Perspectiva”, de “Pensar” -se supone que coloca en puestos críticos a personas calificadas para los mismos. Debería ser la venturosa conjunción de una demanda de altos requisitos con una oferta por ello muy especializada. Los puestos Políticos (senadores, alcaldes, ministros, presidentes, diputados y afines) demandan conocimiento, entrega y ética. Pero en estos tiempos que corren, los políticos (ahora sí, con “p” minúscula de “pillo”, de “patán”) son cualquier cosa menos eso. Hoy más que nunca los políticos (o para mayor precisión, la imagen que representan, construida a través de sus equipos de campaña, consultores y otros engendros de esa ralea) son más bien magos de feria. Diríamos, prestidigitadores baratos dedicados a distraer nuestra atención. Apelan a recursos audiovisuales, a retórica de embustero, a aspavientos infantiles. ¿Cómo es posible que haya políticos que aspiran a elegirse con eslóganes como “Balas, Bebés, Jesús”? (no me pregunten…) ¿Cómo puede un político en ejercicio de un cargo público de primer nivel dejarse decir que el gobierno “quiere saber a qué hora va usted al inodoro”? ¿Cómo puede alguien argumentar que las armas automáticas con que se cometen las masacres no son de manera alguna un elemento en esas tragedias? Estas y otras muchas preguntas me hacía yo mientras aplicaba el champú. Creo que emiten estos horripilantes cantos porque nos saben marineros asustados en medio de las tormentas actuales, con oídos prestos a sus voces de sirena. Son voces que simplifican problemas complejos, tonadas que cargan las culpas en “otros”, melodías que bloquean las conversaciones importantes. Entonces y a partir de burlas, cortinas de humo y otras canalladas matan la conversación. Y nosotros, como hipnotizados, ni nos hemos percatado de nada. Se acabó el diálogo y el debates. Sin apenas notarlo nos estamos dando de batazos defendiendo a la sirena de nuestra predilección. ¿Y el cambio climático? ¿Y la economía? ¿Y la desigualdad? ¿Y la deforestación? Nada, cero, conjunto vacío. De aquellos virulentos polvos, estos radioactivos lodos. Porque, de nuevo, de lo que se trata es de embrujarnos, de hechizarnos, de encontrar una fibra sensible (armas, aborto, religión… lo que sea) ante lo cual el resto del mundo se desvanezca ante nuestros ojos y convierta al político en un mesías de pacotilla. Se vende como ungido salvador para su ejército de hipnotizados seguidores con anteojeras ideológicas que aseguran paso de percherón.

“Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje.”

Aldous Huxley

“¿Qué hay de nuevo en todo esto?”, se preguntarán. Pues nada y todo. Nada porque los políticos siempre han utilizado este tipo de estratagemas. Todo, porque antes se trataba de la sirena que cantara más afinada, la de la mejor tonada. Antes también vendían humo, pero humo no tóxico. Hoy en día la calidad del gusto político promedio está a la par del musical, pues ahora se trata de seguir a la sirena más estruendosa, la más discordante, la más tóxica. A ratos pareciera que intencionalmente buscamos la peor opción. Algo así como locura colectiva. Nos guían solo las emociones, el enojo, nuestro cerebro primitivo, el “imbécil” reactivo e impulsivo que habita en mí. A ese tipejo no le importan razonamientos ni argumentaciones, una vez que se ha decantado por una opción, parece misión imposible sacarlo de su trinchera por más evidencias que salgan a la luz. ¿Por qué cuesta tanto decir “me equivoqué”? ¿Por qué tanto orgullo de nuestra parte? ¿Por qué hacemos de la política algo personal y eminentemente subjetivo, sin espacio alguno para la razón y los acuerdos? ¿Por qué siempre el grito y nunca la escucha? ¿Por qué?

Usualmente las referencias a las sirenas mencionan su belleza y sus cautivantes cantos. Lo que olvidamos de esta leyenda es la segunda y trágica parte del mito. Sí, aquella que cuenta que si un desgraciado marinero les escuchaba se lanzaba por la borda, siguiéndolas embelesado hasta el fondo para no salir jamás. Cuidado. Si vamos a prestar oídos a las sirenas modernas, hagamos las de Ulises y atémonos al mástil de la razón. Mejor aún, hagamos lo que su tripulación y tapémonos los oídos: somos débiles y ellas muy seductoras. La democracia actual se está convirtiendo en un circo de lo grotesco más que un análisis colectivo de problemas, contextos y candidatos. Y de paso, la turba de sirenas políticas está descoyuntando la sociedad.

Siento la necesidad urgente de otra ducha, les dejo.

Fernando

Foto de Stormseeker en Unsplash

PS: ya que estamos hablando de sirenas, terminemos con una nota más positiva. Un clásico…

Ardiente Búsqueda de Nuestra Ignorancia

“Busca y busca, que encontrarás…”

El 4 de Julio de 1776 se redactó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en un salón de Filadelfia. En su segundo párrafo nos lega una frase para la posteridad:

“Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.”

Quisiera nos enfocáramos en el cierre de la frase, en esa “búsqueda de la felicidad”, en particular, en la parte de la “búsqueda” como tal. Déjenme explicarles: vi una charla Ted que me ha impactado profundamente (se las comparto más abajo para que la disfruten). La charla versa sobre búsqueda – particularmente, la búsqueda de la Ignorancia. Su autor y presentador, Stuart Firestein, nos ilumina con una revolucionaria y esclarecedora propuesta: nos propone que revirtamos todo el modelo mental que tenemos en torno a la ciencia & el conocimiento y su eterna danza con la ignorancia & lo desconocido. Firestein nos propone que invirtamos el orden de los factores, porque no se trata de que de la ignorancia nazca el conocimiento. Todo lo contrario: es un mayor conocimiento el que nos genera una mayor & mejor ignorancia. Para mí esa es una idea que verdaderamente merece la pena difundir.

Cuando escucho su discurso, vienen a mi mente algunas frases y aforismos de las grandes mentes de la historia. Permítaseme citar a algunos de estos ilustres difuntos, pues como bromea Firestein, no hay que dejar a alguien fuera de la conversación solo por estar muerto: “Al ampliar el campo del conocimiento, no hacemos sino aumentar el horizonte de la ignorancia” (Miller), “La verdadera ciencia enseña, por encima de todo, a dudar y a ser ignorante” (Unamuno), “Nuestro conocimiento es necesariamente finito, mientras que nuestra ignorancia es necesariamente infinita” (Popper), “Solo sé que nada sé” (Sócrates), “El gran problema con la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas” (Rusell). Dejemos la colección de citas afines al tema hasta aquí y que los finados no mencionados no se nos resientan: se les deja por fuera no por cadavéricos sino por pragmatismo.

Y sí, todos hemos escuchado alguna vez estas frases pero la presentación hinca el dedo en el meollo de la cuestión: es directa, divertida, didáctica. El autor nos impulsa a aceptar que el cuestionarse más y mejor no es sino el resultado directo de nuestro conocimiento. Porque no se trata de que, al saber más, haya menos por preguntarse y aprender, sino todo lo contrario – saber más nos eleva lo cual nos permite observar un panorama con nuevas cumbres por conquistar. Firestein se da el lujo de incluir al final de la breve alocución de poco más de dieciocho minutos una crítica a lo que denomina nuestro sistema “bulímico” de educación, el cual fuerza a los estudiantes a la ingesta desbordada de datos y conocimientos para luego escupirlos en los exámenes; sin mayor crecimiento intelectual de por medio.

Les insto de nuevo a tomarse el tiempo y mirar la disertación. Vivir es buscar y experimentar. Preguntar es casi un sinónimo de lo mismo – más sabiduría & conocimiento es causal directo de más y mejores preguntas. Saber es bueno, preguntar es mejor. Conocer es valioso, explorar es superior. Memorizar es útil, pero pensar es existir (se nos ha colado el difunto René en el tema subrepticiamente, aparentemente no quería quedarse por fuera…). Pensar nos hace humanos. Buscadores de felicidad y de ignorancia. Pensemos, pues.

Un abrazo,

Fernando

PD: hay un libro sobre el tema por el autor, les comparto el enlace aquí.

Photo by Klim Sergeev on Unsplash

OPINION: ¡A la gran Putin!

Por una cabeza… C. Gardel.

“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. (…)” Así inicia “Historia de dos Ciudades” de Charles Dickens, publicada en tirajes semanales a partir del ya lejano mes de septiembre de 1859 (hace más de ciento sesenta años). Esas pocas líneas resumen el sentir de la época post-napoleónica, donde el desarrollo asociado a la Primera Revolución Industrial se entremezclaba con los dolores propios de un desquiciado crecimiento. Hubo epidemias, desigualdad, pobreza, polución. Pasmosamente, también es una excelente descripción de este mes de Marzo del 2022. Ahora bien, no suscribo aquello de una teoría circular de la historia humana. Creo que se asemeja más bien una espiral ascendente o quizá a un doloroso ascenso con reiteradas caídas y retrocesos. Sin embargo, debo aceptar que la invasión a Ucrania por parte de la Rusia de Putin ha sido un verdadero golpe a la esperanza, un retroceso al orden mundial que costará décadas a la Humanidad.

Por supuesto, el sufrimiento humano asociada a la guerra es el telón de fondo. Esto es una guerra (dejemos los maquillajes de vocablos para el Kremlin). La guerra es “monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente” (L. Gieco). Toda guerra es sangre y muerte, pero esta conflagración tiene connotaciones particulares. Y no me refiero al espectro nuclear (“MAD” – Mutual Assured Destruction, Destrucción Mutua Asegurada), pues es una remota posibilidad. Me refiero más bien a las implicaciones presentes y futuras de hechos ya consumados. En primer lugar, el desplome de un respeto al orden internacional construido lenta y dolorosamente a partir de la Guerra de los 30 Años (siglo XVII) hasta su culminación con la victoria aliada durante la Segunda Guerra Mundial y la arquitectura de las Naciones Unidas y otras instituciones por F. D. Roosevelt y otros dirigentes. Ese orden no es perfecto y ha catapultado a los Estados Unidos como “imperio dominante” a través de “injustas” ventajas estratégicas (e.g, el dólar como moneda internacional de reserva, entre tantas otras). Pero entendamos que la historia la escriben los vencedores y ese orden, por defectuoso que fuere, fue un sistema que contuvo las macro-conflagraciones a nivel global por más de 70 años y evitó que los países se fagocitaran unos a otros. No era poca cosa. Esto parece haber llegado a su fin. De manera tal que hoy por hoy estamos viendo un nuevo capítulo de la historia, en donde dos “bloques” más o menos macizos se enfrentan entre sí. ¿Qué es lo que van a hacer esta noche? Lo mismo que hacen todas las noches, Pinky, ¡Tratar de conquistar al mundo!”. A mí en lo personal ese propósito me parece igualmente ridículo en boca de Cerebro o en la de los líderes mundiales: no podemos mandarnos ni a nosotros mismos y aspiramos a ser jueces, jurado y verdugo del mundo. En fin. Lo cierto es que los equivalentes al ambicioso ratón son Rusia & China por un lado y Occidente por otro (Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido, Japón, Australia y otros). ¿Cómo terminará este “juego”? Mi opinión personal es que será inevitable que a largo plazo termine dominando China. Tiene las fichas ganadoras: una gigantesca población, una nueva “Ruta de la Seda”, la gobernabilidad que confiere un sistema mono-partido. Ante todo, cuenta con la ventaja derivada de la decadencia educativa y social de Occidente. Creo además que esto no se consumará sino hasta unos 25 ó 30 años en el futuro, y aún cuando se confirme esta predicción, la victoria no será completa. Occidente permanecerá ahí como un relevante poder secundario.

Sin embargo, mi frustración personal no brota de lo anterior. A ver, “guerra” rima con “Tierra” desde los albores de la Humanidad: por más doloroso que sea lo que vemos en las noticias, no es algo novedoso. Los imperios nacen y caen, es así y no hay mucha vuelta de hoja. Lo que me perturba es que – a mi parecer – por primera vez en la Historia se nos están juntando los peores males de dos siglos en un único momento histórico. El señor Putin nos ha traído un refrito del pulso Soviético – Occidental del siglo XX aunque todos sabemos que segundas partes nunca son buenas… especialmente cuando se trata de recalentar una Guerra Fría (pun intended). Y esto nos está costando el distraernos de los acuciantes problemas del siglo XXI. Se ha perdido el foco mediático, que ya no se centra en los problemas globales que requieren soluciones globales. Me refiero a pandemias, algoritmos perversos, polución masiva y sobre todo el mal llamado calentamiento global (pusilánime eufemismo para referirse a la destrucción masiva del medio ambiente, como bien lo ha señaladp el genial Noam Chomsky). La historia recuerda a un villano con el seudónimo de “El Empalador”. Bien pudiera ser que este otro Vlad termine siendo para la posteridad “El Rostizador”.

De manera tal que hoy más que nunca el pasado sabotea al futuro. Los recursos financieros, logísticos, tecnológicos y sociales que deberíamos enfocar en garantizar la sana habitabilidad del planeta para las futuras generaciones (y digo generaciones tanto humanas como animales y vegetales, pues estamos todos “atrapados” e interrelacionados en esta misma “canica azul”) los estamos dilapidando literalmente en pólvora. Soluciones hay, pero hay que ponerse a trabajar. Hoy me siento pesimista. A veces pienso que la espiral es más bien descendente. Quizás me equivoque y estos eventos devengan en menor dependencia de los combustibles fósiles y una victoria de los regímenes democráticos. Pero hoy por hoy – Marzo del 2022 – pareciera que el “caballo negro” se le adelanta por una cabeza al “caballo blanco”, parafraseando la bella metáfora acuñada por el sabio Jared Diamond.

Diantres, por una cabeza; cantaba Gardel.

Un abrazo,

Fernando

Photo by Axel Holen on Unsplash

Opinion: SECUESTRO de la MORAL

Me lo he preguntado en múltiples ocasiones y no tengo una explicación convincente. Bueno, pero primero lo primero pues no le he dicho de lo que estoy hablando. Resulta que tengo la costumbre (buena o mala, tampoco lo sé) de asomarme de vez en cuando a los comentarios de los lectores en diferentes diarios digitales, locales e internacionales. Y lo que se lee ahí es, por decir lo menos, simplemente espeluznante. Lo mismo aplica a las redes sociales, por supuesto, pero tengo ya años de haber limitado seriamente su uso.


Bueno, a lo que vinimos. Lo que veo en esos comentarios es el ataque directo al prójimo – un ataque
inmisericorde, sin ninguna contemplación. Hay insultos, menosprecio, argumentos falaces, sandeces y odio visceral. A mi me parece que buena parte de este comportamiento nace de un postulado cardinal que funciona de manera inconsciente en nuestras mentes. Ese postulado es, más o menos, el siguiente: “Ser bueno(a) equivale a ser X. Yo soy X, por lo tanto soy bueno(a). Él/ella no es X. Por lo tanto él/ella es mala. Los malos(as) deben ser castigados. Por tanto, yo como bueno(a) que soy debo corregirlo (s)(a)(as)”. Examinemos racionalmente esta “matemática del odio” para ver qué tanto se sostiene esta “lógica”. Sugiero que hagamos la disección invirtiendo el orden de las proposiciones, para dejar el punto central de este escrito como cierre.


Dice la “matemática del odio” que “como yo soy bueno debo corregirlo a Usted”. En primer lugar, ¿quién dice que “yo” debo andar enmendando entuertos? ¿quién lo nombró a Usted (o a mí) Superhéroe, pontífice, Mesías o Redentor? No soy persona religiosa, pero ciertamente apoyo aquello de que “aquel que esté libre de pecado tire la primera piedra”. Porque juzgar es tan fácil. Estamos tan prestos a subirnos en el podio de nuestra absurda superioridad moral, espiritual, religiosa, política, ideológica, plutocrática, clasista, racista, xenofóbica y desde ese trono divino lanzar rayos cual Zeus rabioso. Lamentable.


La “ecuación del rencor” también postula que “los malos deben ser castigados”. Bueno, si se trata de un criminal justamente sentenciado, ya lo creo que sí. Pero… ¿qué estamos entendiendo como “malo” en este contexto? ¿Es malo o mala alguien solo porque no opina como yo? ¿Tengo que arrancarle la cabeza a un fulano que no conozco solo porque apoya a otro equipo de futbol? ¿Tengo que despellejar vivo a alguien en redes sociales solo porque apoya a otro candidato político? ¿Tengo que irrespetar su familia solo porque no compartimos el mismo credo? Además, aún en el caso de una actuación “mala” por parte de mi ofensor, ¿de verdad será el “castigo” la primera herramienta a la cual echar mano? Ojo por ojo y terminaremos todos ciegos, decían por ahí. Calma. Esa impulsividad animal, instintiva, irreflexiva nos está destrozando: de Homo Sapiens a Homo Fatuus. Somos la generación del Hombre Estúpido. Es difícil, lo sabemos, el empatizar y comprender. Pero cada quien carga en el alma con historias, herencias, traumas, contexto, familia, sufrimientos. Hay una persona detrás de ese “comentario”.


Finalmente, el “álgebra del aborrecimiento” enuncia que “Ser bueno equivale a ser X. Yo soy X, por lo tanto soy bueno. Él/ella no es X. Por lo tanto él/ella es mala.” Estamos llegando a la mera médula de este asunto. Pongamos esto a prueba. Sustituyamos X por cualquier etiqueta, cualquier denominador ideológico o semejante que a Usted se le ocurra. Entonces, sea X = “católico”, “evangélico”, “liberacionista”, “progresista”, “conservador”, “religioso”, “ateo”, “rico”, “pobre”, “blanco”, “negro”, “flaco”, “gordo”, “costarricense”, “demócrata”, “republicano”, “latino”, “anglosajón”, “europeo”, “africano”, “chino”, “ruso”, “saprissista”, “herediano”, “liguista”, “culé”, “colchonero”, etc. etc. Es decir, la ética, los valores, lo “bueno” le pertenece a cualquiera de estas etiquetas… y por ende los que así no se identifiquen son “malos”. Somos como terroristas secuestrando el avión de la moral, de la decencia, de lo correcto. Lo reclamamos como propio y le ponemos el logotipo de nuestra fuerza áerea. Luego llenamos la aeronave de proyectiles y muy orgullosos cañoneamos a todos los que no izan nuestra bandera. Porque, al fin y al cabo, yo soy el bueno, ¿no? Nadie quiere ser el malo. O al menos, no queremos aceptar fácilmente nuestra mala conducta.


¿Ve usted el sinsentido? ¿Bajo esta lógica, no podría la otra persona inferir que el que está mal soy yo y por ello darme a mí un garrotazo por la cabeza? Esta es la fuente última del odio que nos carcome las entrañas: nuestra incapacidad de respetar la idiosincrasia, la diferencia, la individualidad de nuestros semejantes sin juzgarlos a priori por ello. Son diferentes y punto. Ni buenos ni malos por ello. Ahora sí: visto así, bajo lente lógico-reflexivo, se hace evidente que atacar a alguien solo porque no piensa o cree lo mismo que yo es estúpido. Es absurdo. Es egoísta y canallesco. Es la antesala y el combustible de la guerra y la beligerancia. Y sin embargo, es el día a día de nuestro tiempo. ¿Adónde quedó el respeto?


Caramba. ¿Qué hacer con este punzante asunto? No lo sé. No estoy seguro. Al momento de escribir estas letras, me inclino por algún esquema de censura, en donde la inteligencia artificial le impida a las personas menores de cierta edad el observar cierto tipo de comentarios y/o contenido, y censuren del todo los comentarios de odio y ataque directo a minorías y otros grupos. Pero la censura última es la de nuestras propias bocas (y teclados). Y esa solo será efectiva si nos calmamos, si leemos, si aprendemos y ante todo si aprendemos a priorizar los hechos & tolerancia que tanto nos recomendó Russell.


Últimamente, cada vez que veo esas escaramuzas y groserías en internet resuena en mí aquello de que
“si no tienes nada bueno que decir, no digas nada. Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus
palabras”. Mutis proactiva, volitiva y preventiva. Chitón pues.


Un muy sentido abrazo,

Fernando

Movie: Don´t look up! / Película: ¡No mires arriba! (ni abajo, ni a los costados… mejor no mires del todo)

Es solo una cuestión de “cuándo”

Ví hace poco la película “¡No mires arriba!” (“Don´t look up!” 2021, Director: Adam McKay). No pretendo ser crítico de cine y dejaré las formalidades a los que a eso se dedican. Como espectador, la recomiendo a cabalidad: es “trágicamente divertida” (o divertidamente trágica según juzgue el lector) y lo mantiene a uno inmerso en la historia, casi al filo del asiento de principio a fin. Esto es algo muy difícil de lograr con el tema de fondo de la cinta. Y es que ese tema de fondo – el “leitmotiv” si lo tienen a bien –  no es difícil de digerir ni mucho de menos de presentar de una manera amigable al gran público. Ahí reside entonces el mayor aporte de esta obra.

De lo que estamos hablando es de la brillante manera en que se expone nuestra humana e infinita capacidad de auto-engañarnos, o parafraseando el título, de mirar para otro lado cuando las cosas no son de nuestro agrado. La trama presenta este fenómeno – esta falla fundamental en el razonamiento humano – a través de un chocante ejemplo (pun intended); como lo es el inminente impacto de un cometa que devastará al planeta entero a menos que se haga algo urgentemente. Los científicos y la gente racional se devanan los sesos y el hígado tratando de generar conciencia y acciones concretas para salvar al mundo, solo para ser boicoteados por políticos, fanáticos, empresarios corruptos y la sociedad en general. #dontlookup grita la gente en coro. No queremos ver, no queremos escuchar, no queremos saber. El rebaño de los “no-creyentes” se aglomera en torno a políticos devenidos en apóstoles-bufones, las redes sociales braman y los científicos y expertos son vilipendiados con el fútil ataque ad-hominem: como si tuvieran culpa alguna o algo se ganase con ello. Todo lo contrario: los sabios y los expertos solo están queriendo ayudar pero es más fácil “vender” como enemigo a un fulano que a una compleja calamidad. Gana entonces el “pensamiento mágico” (wishful thinking), el engaño colectivo, la fanaticada, la mentira reforzada de Goebbels hasta derivar en lobotomía social auto-inflingida. La tragicomedia no termina muy bien para nadie, sobra decir.

Si bien actualmente no tenemos (que sepamos) cometas o asteroides en trayectoria de colisión con la Tierra, hay otros eventos que ya nos están impactando o están próximas a hacerlo para los cuales simplemente nos hacernos de la vista gorda. ¿Cuáles? Para empezar, el cambio climático devasta ya al mundo, con incendios masivos en California y Australia, el derretimiento de la tundra en Siberia y de los polos y glaciares, el calentamiento de los océanos y el clima extremo a nivel mundial. Cada año es peor y la respuesta como especie se limita a compromisos “sin dientes” y discursos ridículos. No podemos dejar de mencionar la deforestación masiva, la extinción continua de especies, la alucinante contaminación de los océanos y la atmósfera. Pensemos en el menosprecio a los migrantes y en el sufrimiento de millones de personas y animales, mal alimentados, explotados, olvidados. Para colmo de males, la pandemia ha confirmado con un nuevo y clarísimo ejemplo como la ceguera política y la falta de gobernanza global lleva casi axiomáticamente a la “tragedia de los comunes”: el acaparamiento de las vacunas deriva en enormes desperdicios en los países ricos y en faltantes masivos en los estados pobres, lo que abona aún más el terreno para que surjan variantes del virus que dilatan la emergencia. Mientras tanto, el sistema político “vende humo” y promesas vacías y las grandes corporaciones y capitales se enfocan únicamente en lucrar. Como dice cierta cancioncilla, “nuestra sociedad, es un buen proyecto para el mal”.

Al final, lo trágico de todo esto es que, tarde o temprano, todos estos “cometas” terminarán por estrellarse en nuestras caras. Los hechos son los hechos aunque no nos gusten, aunque un Presidente diga que es “esto es solo una gripe”, aunque nieguen que el cambio climático exista, aunque vendan las redes sociales como algo inocuo que no requiere regulación, aunque nos digan que podemos deforestar impunemente porque “la Creación es nuestra”. De nada vale mirar para otro lado: el puñetazo de la verdad simplemente se estrellará dolorosamente en nuestra mejilla (y en la de nuestros hijos). Hoy, más que nunca, necesitamos coraje. Sí, coraje para alzar la mirada y ver a los problemas a los ojos, para aceptar la verdad aunque no nos guste; para entender que las crisis globales demandan necesariamente soluciones globales, para dejar de pensar en la próxima elección y comenzar a pensar en la próxima generación. Solo así saldremos de este trance… antes que se estrelle el siguiente cometa en nuestro patio trasero.

Un abrazo,

Fernando

Photo by Frank Zinsli on Unsplash

OPINION: Viaje a la Idiotez / Idiocy Trek

Uno de tantos ejemplos de estupidez colectiva: “La Tierra es Plana”

“Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis.”

Michel de Montaigne

Abran paso a los idiotas

He llegado a la triste conclusión de que, en promedio y como especie, nos estamos convirtiendo en una raza de idiotas. Idiotas redomados. Y espero que el uso del gerundio en la oración anterior sea aún lo correcto y no sea más apropiado el presente del verbo (entiéndase entonces la lapidaria sentencia de que ya somos una raza de estúpidos). Es mi parecer que este viaje a la idiotez no solo es un hecho sino que la velocidad del tren expreso a “tarado-landia” acelera a ojos vistas. La cantidad de idiotas, de sandeces y el grado de las mismas crecen de manera exponencial, contagiándose a un ritmo que hace palidecer al COVID-19. Esta es la más desoladora pandemia mundial, una con tasas de contagio y de enfermedad grave muy superiores a cualquier contraparte biológica conocida.

“El propósito de un escritor es evitar que la civilización se destruya a sí misma.”

Albert Camus

Hay muchos síntomas y causales, más postulo que todo este mierdero abreva de una única causa raíz, tan sencilla como retadora para efectos de implementar la tan urgente solución. Me refiero a nuestro insaciable apetito por consumir información (y sí, hay ínfulas de “dataísmo” en este diagnóstico, lo sé), pero a todas luces, lo que nos apetece como sociedad global es el equivalente a la comida chatarra: entre más estúpido y ligero el contenido, pues mejor. Supongo que esto facilita la “digestión” y permite a su vez consumir más idioteces que van creando un idiota aún más perfecto, capaz de procesar únicamente bobadas aún más increíbles en mayor volumen. Así es, estimado lector, estimada lectora, como dice el adagio de los informáticos, “basura entra, basura sale” y al precer lo que nos appetece es el volumen de información que consumimos y nos vale un comino la calidad de la misma. Es el equivalente a comer hamburguesas, papas fritas y gaseosa todo el tiempo que estamos despiertos. Imaginese usted el resultado fisiológico de esta gastronómica analogía… y extrapole al ámbito cognitivo los resultados. Esto explica los Q´Anon, las teorías de la conspiración, “La Tierra es plana”, los antivacunas, la popularidad de políticos capaces de causar derrames cerebrales con sus discursos y la adicción juvenil a los memes y bailecitos de TikTok.

“La estupidez real siempre vence a la inteligencia artificial.”

Terry Pratchett

“Algo huele mal en Dinamarca”.

Consideremos la educación de un niño durante la Inglaterra Victoriana. Aún considerando los bemoles del elitismo y clasismo de la época, mi punto es que había un marcadísimo énfasis en la lecto-escritura y la artimética; las cuales se debían dominar a cabalidad. Los menores también recibían clases de historia y geografía, y los libros a leer eran literatura de verdad. En el caso de las élites, esto incluía hasta los clásicos – la Ilíada y la Odisea – múltiples idiomas (incluyendo el latín) y el equivalente a la telenovela del pueblo del la época eran las obras de Dickens y similares, publicadas por capítulos semana a semana. Por otro lado, para informarse de eventos y noticias, pues estaban los diarios y nada más. Es decir, la cantidad de información era muchísimo menor… pero de mucha mayor calidad. Aún en mi pequeño país, con las inmensas limitaciones del momento, la calidad de la educación pública hace unos cincuenta o sesenta años era mucho mayor: lo poco que había era de primer orden. Traslademonos al presente y examinese nuestra realidad y la de nuestros jovenes. La información simplemente nos ahoga por abundante, pero la inmensa mayoría de nosotros se limita a las nefastas redes sociales para des-informarse (valga mencionar, ¡qué alegría la caída de Facebook este pasado 4 de octubre!), y los más de aquellos que aún tienen la “mala costumbre” de leer un libro se limitan a la literatura “light”: novelas de aventuras, el género fantástico y similares. De repente alguien lee la Biblia… ¡pero nada más! Es más, si quiere hacer un experimento, compare una revista “National Geographic” de hace unas tres o cuatro décadas con las de hoy en día. Hágalo y cuentenos a que conclusiones llega.

“Todos tienen derecho a su propia opinión pero no a sus propios hechos

Daniel Patrick Moynihan

En resumen, ya nadie lee una novela clásica, por no hablar de no-ficción de calidad. Leer un buen libro se ha convertido en algo a lo que solo se puede describir como un “gusto adquirido para intelectuales” (sea lo que sea eso); una afición innecesaria y amarguísima para el gran público, un adorno para afectados. Lo mismo aplica para el gran arte. Irónicamente, nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta disponibilidad, tanta accesibilidad y facilidad para leer un buen libro, disfrutar una buena película, admirar una hermosa pintura o escuchar una sinfonía. Es cuestión de un “click”. Pero claro, eso significaría esfuerzo, concentración, dedicación: es más fácil ver “youtubers” hablando de videojuegos o moda, escuchar reggaetón o leer culebrones de “vampiros enamorados”.

Una arista aún más preocupante del problema es que las generaciones más jovenes han sido expuestas al mencionado mierdero desde su más tierna infancia, lo cual significa que es lo que conocen, lo que entienden… y lo que gustan y admiran. Los niños ya ni siquiera ven caricaturas: se la pasan expuestos a “youtubers” haciendo estupideces sin diálogo y sin guión o trama alguna; sazonados con colores chilllantes, efectos especiales de segunda y soniditos estridentes. A mi me parece que esto es Idiotez 101. Pregunto – ¿qué estamos haciendo con nuestros hijos? ¿En qué se convertirán? ¿Qué clase de pensamiento crítico, de capacidad de concentración, de conocimientos tendrán; si todo lo que conocen es el lado más decadente, no, digámoslo sin ambages, más ESTÚPIDO (y en ocasiones oscuro) de los Netflix, Whatsapp, TikTok y YouTube? Es decir, ¿qué podemos esperar de una personita que tiene como ídolo, modelo o heroína a un tipo o tipa que se gana la vida haciendo muecas y payasadas por internet? ¿Qué será de la sociedad si el “teléfono” es cada vez más “inteligente”, sabe cada vez más de nosotros y la humanidad por su parte es cada vez más un colectivo de imbéciles? ¿Para dónde vamos?

“El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”

Bertrand Russell

Mi estúpida conclusión

Siendo así las cosas, creo que la única manera de salir de esta ciénaga nauseabunda de cretinos y necedades implica una doble medicina, y no sé cuál de las dos es más amarga y más difícil de implementar. En primer lugar, debemos disminuir la cantidad de información que consumimos. Si, muchísimo menos pantallas. Re-aprender a ir al inodoro sin el celular. Re-aprender a comer sin ver la TV… o al menos ver la TV sin mirar a la vez el celular. Aprender a no hacer nada, a aburrirnos, a olvidarnos de Whatsapp y del teléfono por ratos. Re-aprender a ser sin hacer y más importante aún, a ser sin consumir. Simplemente, ser.

Por otro lado, debemos a un tiempo mejorar la calidad de la información que consumimos. Leer un libro. Un libro de verdad. Y leerlo de cabo a rabo, pensando, estudiando, aprendiendo, persistiendo. Escuchar música clásica. Ir a un museo. No digo que no haya espacio para ligerezas y “fiesta” pero si solo se consume el equivalente a papas fritas digitales cada minuto de nuestro tiempo de vigilia… pues aviados estamos. ¿Como lograr lo anterior, como implementar estas “medicinas” para el gran público? No tengo la menor idea. Los recientes acontecimientos en torno al imperio del Sr. Zuckerberg dan alguna esperanza: creo que una estricta legislación para las redes sociales es un primer gran paso. Quizás (y ya estoy llegando a extremos utópicos) prohibir las redes sociales y algunas otras plataformas un par de días por semana sería una gran medida, para dejarnos ser siquiera por unas horas, para tener paz mental aunque sea por ratos. Soñar es gratis, ¿no? La alternativa es resignarnos al consumo masivo e ilimitado de idioteces por un colectivo de zombis hambrientos sin cerebro: una sindemia de idioteces y de idiotas adictos a la idiotez. Algo habrá que hacer entonces.

“Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda.”

Jean de la Fontaine

Por ahora, les deseo aburrimiento, moderación y sabiduría.

Un abrazo,

Fernando

Photo by Kajetan Sumila on Unsplash

Internet de los Mocos (IoM)

Una perturbadora idea me persigue desde hace meses. Naturalmente, mi atención sobre este desagradable tema nació con esta agotadora pandemia. Que “fregado”, pero lo cierto es que vivimos en medio de una red global de la cual casi no tenemos conciencia: la Internet de los Mocos (IoM, ahora que está de moda ponerle acrónimo hasta a las texturas del aguacate). Así como lo oye: los humanos estamos conectados no solo por lazos genéticos, económicos, y sentimentales, sino que nuestras interacciones físicas implican además un vivo intercambio de babas. Es decir, una interfase “B2B” (baboso to baboso). Es francamente repulsivo, lo sé, pero no por ello deja de ser la más pura y pegajosa verdad. Cada vez que nos colocamos a menos de 2m de distancia, cada vez que no usamos una mascarilla, cada vez que nos tocamos, pues estamos intercambiando algo más que emociones e información:.. ¡ugh!

Diantres, es que en esta “internet de los mocos”, cada uno de nosotros actúa cual un “nodo” o “terminal” y nuestra burbuja social, ese núcleo familiar con el que convivimos funciona cual “clúster” o “racimo” donde estamos todos revueltos en una sola “sopa de babas”. Desde esta perspectiva las aglomeraciones de personas pueden actuar como verdaderos “hubs” de intercambio de gérmenes. Que le vamos a hacer, hay una correlación inversa entre lo “cool” o “encendida” de la fiesta y la higiene del evento. ¿Ejemplos? Fácil: entre más se llena la discoteca y más “prendido” el baile, pues mayor intercambio de sudores. Entre mejor el partido de futbol y más eufóricas las graderías, pues mayor la lluvia de babas: ¡goooool! Ni hablar de un concierto o un espectáculo masivo: nos une no solo la “vibra” y la energía, sino todo un ecosistema de fluidos, mucosidades y gérmenes… ¡Santos conciertos contagiosos, Batman! Desde esta perspectiva aquello de que una canción es “pegajosa” adquiere una connotación muy pero muy literal.. Deberíamos inventar entonces una nueva unidad de medición para este fluido asunto. Atención, Humanidad, escuchad atenta: postulo aquí y ahora un nuevo concepto, los “Mbps” (Mocos bandoleros por segundo); ¿qué tal?

Pensémoslo un momento: la relación de microorganismos vs células humanas en un adulto es de un asombroso 10 a 1: así es, nos llevan una ventaja asombrosa. Estos diminutos polizones tienen en promedio mucho menor volumen y masa que nuestras células, por lo que solo el 3% de nuestro peso corporal es reflejo de nuestros más cercanos acompañantes. Aún así, y para ponerle números al asunto, si Ud. pesa dígase unos 60 kilos (más o menos 132 libras), entonces es usted él o la feliz propietaria de aprox. 2 kilos (6 libras aprox.) de bichitos microscópicos de todo tipo: ¡felicidades! Que no se diga entonces que no contamos con nuestra propia audiencia; se equivoca Alejandro Sanz y toda la pléyade de poetas y cantantes: no existe aquello de “mi soledad y yo”, sino más bien “mi microbioma y yo”. Avisados estamos, afine bien en la ducha. Desde lo más íntimo de nuestro ser, nos acompañan trillones y trillones de cercanísimos amigos. La mayoría son inofensivos y más bien necesarios para el buen desempeño de las funciones corporales, pero los “chicos malos”, cabalgando sus mocosas motos pandilleras, han aprendido que estimulando reflejos como el estornudo, la tos y en general las secreciones de fluidos de nuestros cuerpos obtienen paquetes “todo incluido” para irse de viaje. Los peores de ellos son los recién llegados de otras especies y/o geografías, pues nuestro sistema inmunitario – el equivalente a nuestras fuerzas de defensa – aún no los conoce y no tiene las armas para combatirlos. Estos son los generadores de pandemias. El último de estos inmigrantes que cruzaron sin visa ni pasaporte la frontera de las especies es el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19. Ya ven, estos bichos son los originales “mojados” (nunca mejor usado el término).

Este intercambio de mocos y gérmenes, como apuntó el genial Orson Welles en “Guerra de los Mundos”, ha estado con nosotros, o por mejor decir, con la vida animal sobre la Tierra, por eones. Me pregunto entonces si nuestros pensamientos, ideas y sentimientos son íntegramente los nuestros y no el reflejo de la sutil insinuación de lo que los ejércitos que nos acompañan nos susurra quietamente. ¿Nos habrán “hackeado” ya hace tiempo? Tal vez lo que le vemos de atractivo al chico o chica en cuestión va más allá de figuras y feromonas. De pronto y tenemos un coro de “firmicutas“, “actinobacterias“, “ciadosporiums“, “lactobacilus” y otros miles de románticos secuestradores diciéndonos al oído “Mira pues, que guapa está, no? Mira que clase de microbiomas tiene!” “Que tipo más atractivo, que clase de triponema tendrá…” “Anímate pues, lactobacilo mata galán”…. No en vano una buena salud va de la mano de que los “chicos buenos” estén también contentos: pregúntele a cualquiera que se le haya pasado la mano con los antibióticos, por no mencionar los estragos que puede ocasionar una fuerte diarrea a la tan elegantemente etiquetada “flora intestinal”: considerando el aroma del jardín en cuestión, lo de licencia poética se queda muy pero muy corta.

Ahora bien, el fatídico 2020 nos enseñó que necesitamos establecer un sistema de “firewalls” (“cortafuegos” o “diques”) que nos permitan controlar y de alguna manera, detener o al menos ralentizar el intercambio de babas en tiempos de pandemia (bajar el “Mbps”, según nuestra nueva y húmeda definición). Concluyo además que convertise en un germofóbico no es la solución. Cortar de raíz nuestra conexión con la “internet de los mocos” no es una buena idea. Vivimos en simbiosis con estos canallas, nos necesitamos los unos a los otros y nuestro sistema inmunitario seguramente nos daría un “golpe de Estado” a falta de enemigos externos donde quemar pólvora y ansias . Sin embargo, una versión moderada de estas medidas de protección en donde priven los protocolos de lavado de mano, la desinfección de algunas superficies y similares deberían convertirse en un nuevo estándar, una nueva normalidad. En un mundo con cerca de 8.000 millones de babosos hiperconectado por vuelos transatlánticos, zumbando con autopistas y trenes de alta velocidad, bailando en cerrados cruceros, gritando con delirantes eventos masivos sumado a la invasión y destrucción de nichos ecológicos y un larguísimo etcétera de otras lindezas; pues tenemos que mitigar de alguna manera el aumento del riesgo que todo este jaleo implica.

¡Vamos, que hemos sido unos grandes cochinos: sigamos lavándonos las manos mis amigos!

Un higiénico saludo,

Fernando

Fuentes: NIH Human Microbiome Project defines normal bacterial makeup of the body

WHO: Naming the coronavirus disease (COVID-19) and the virus that causes it

Photo by Anastasiia Chepinska on Unsplash

Escapando de la cárcel del Egoísmo

No al egoísmo.

Introducción

He tenido una idea. Vaya, vaya, me dirán, ya era hora. Supongo que no será muy novedosa pero en lo que me permiten captar mis limitadas entendederas, su directa y clara exposición sí aporta valor. Al menos facilita un nuevo punto de vista y eso ya es algo, especialmente ahora que estamos iniciando un nuevo y ya probadamente agreste año (la toma del Capitolio estadounidense es solo una muestra de lo que se avecina). Sin más dilaciones, mi idea es que la Historia – sí, con mayúscula, pues me refiero a la Historia de Todos, la Historia de la Humanidad – no es sino un Escape. Así es, un escape de una cárcel muy particular, pues en esa cárcel somos simultáneamente prisioneros y carceleros. Es la Cárcel del Egoísmo, antigua como la Humanidad misma, la más severa de las prisiones.

Ying y Yang

Comienzo por decir que la lucha individual y personal contra el egoísmo está suficientemente diseccionada – un excelente ejemplo es el libro “Ego is the Enemy”, por Ryan Holiday (lo recomiendo encarecidamente, así como las otras obras del mencionado autor). Más mi perspectiva en este pequeño ensayo es que la Historia de Todos puede ser también comprendida como un esfuerzo grupal para escapar del Egoísmo. Es una odisea conjunta a través del tiempo y el espacio, a través de geografías y generaciones. Es un viaje construido a traves del agregado de nuestras decisiones individuales – las elecciones políticas son el ejemplo más obvio y quizás el más importante. Y es que nuestras decisiones gravitan siempre entre dos polos diametralmente opuestos. A saber, el primero apuntando únicamente a acaparar, monopolizar, acumular. Es la fuerza del “Yo”, ciega al exterior y al Prójimo, en toda la magnitud de esta palabra. En diametral oposición, nos hala la fuerza del “Nosotros”. Es lo que nos impele a buscar puntos en comun, a la tolerancia y la empatía. Es ese magnetismo que nos atrae hacia los demás, hacia afuera, a ponernos en los zapatos ajenos. Y así gravitan nuestras vidas, danzando atraída por estas dos fuerzas, Ying y Yang del Espiritu Humano.

La Historia como un Agregado

Ahora bien, el balance neto de nuestros actos como Humanidad es lo que construye la gran línea de tiempo que caracteriza nuestro andar como especie. Postulo que la Historia puede interpretarse como la lucha colectiva por alcanzar una masa crítica de consciencia (o quizás de inconsciencia) global que nos permita comprender lo anteriormente expuesto: nuestro futuro es uno y uno solo: al final, no existen los “demás”. Lamentablemente, la travesía no es lineal ni mucho menos y avanzamos con pasos temblorosos las veces, reculando en ocasiones, cayendo en largas pausas en otras. Esa es la Historia, una amalgama de Guerra y Acuerdo, de Nacionalismo y Apertura, de Enfrentamiento y Cooperación, de Conflicto y Abrazo. Sin embargo, tengo la convicción de que con todo y todo, la tendencia general es positiva y algún día esa masa crítica de empatía global se alcanzará. Esta masa crítica de consciencia como Humanidad sería entonces el equivalente humanista, léase no teológico ni cosmológico, al Punto Omega que expusiera Teilhard de Chardin en su ambiciosa obra. Sobrevendrá entonces una etapa de prosperidad y paz, no solo para nosotros, sino para el planeta.

Conclusión(es)

No me cabe duda, amigo lector: la Nuestra es una ardua odisea que nos aleja tortuosamente de la prisión del Egoísmo. Al elevarnos al nivel de “ojo de pájaro”, los “Mejores Ángeles de Nuestra Naturaleza” que acuñaba Steven Pinker van ganando la batalla. Es nuestro deber ayudarles: todo aquello que “huela” a imponer el “Yo” y lo que este crea, supone o representa – llámese Nacionalismo, Fascismo, Racismo, Xenofobia debe ser rechazado. Patriarcado, Misoginia, Etnocentrismo, Chauvinismo, Discriminación. Antropocentrismo, Prejuicio, Estereotipado, Plutocracia, Nepotismo, Clasismo. Clientelismo, Dogmatismo, Feudalismo, Corrupción, Homofobia. Todo eso debe ser repelido individual y socialmente. Todas esas ideologías y aberraciones abrevan de una mismo cenagal llamado Egoísmo. No son sino manifestaciones sociales de la misma reconcentración en el “Yo”. ¿Qué es el Nacionalismo sino un coro de “YO soy de este lugar y usted no”? ¿Qué es el Racismo sino un coro de “YO soy de este color y usted no”? ¿Qué es es la Homobia sino un coro de “YO tengo este gusto sexual y usted no”? ¿Qué es el Clasismo sino un coro de “YO tengo tanto capital y usted no”?

No quiero dejar de destacar de entre la lista de los mencionados descarríos al Antropocentrismo, por su naturaleza sutil y eterea. Porque esta absurda creencia, esta ingenua idea de que por alguna feliz coincidencia (para nosotros los humanos, por supuesto) somos los únicos dignos de atención moral y la medida de todas las cosas, dueños y señores de la creación es simplemente nefasta. Podemos repetir la fórmula anterior para evidenciar la farsa: ¿Qué es el Antropocentrismo sino un corto de “YO soy humano y ustedes no”? Supuestamente, somos dignos de hacer y deshacer a nuestro placer: una de las más calamitosas manifestaciones de ese Egoísmo: el Cambio Climático y el Maltrato Animal son solo dos ejemplos de sus consecuencias. El empoderamiento que esta idea recibe a través de diferentes corrientes religiosas – el judeocristianismo en particular – la hace aún más peligrosa: es casi un supuesto, un “hecho juzgado”, un cimiento de arenas movedizas donde hemos construido toda una catedral de ulteriores sandeces.

Pero bueno, para cerrar con una nota más positiva, reitero lo ya afirmado: el balance neto, la tendencia generación a generación, es positiva. Este es un nuevo año y la pandemia que asola al mundo cederá pronto. Ayudemos con lo que está dentro de nuestro limitado círculo de influencia para que triunfe la empatía, la solidaridad y la fraternidad. Amigos, aceleremos la huida de la prisión del egoísmo.

Un abrazo,

Fernando

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No, a year is not equivalent to 365 days (that is, project-wise).

I hope that through the title I already have your attention: it´s a bold statement, I know. Still, my point is not driven from a post holidays´ bad hangover or an astronomical delusion. Because yes, the 2021 gregorian calendar has 360 days to go (five gone by now), but this is more sort of a reminder, a call for awareness for decision makers, namely C-Suite, Executives, Managers, PMs etc. now that we are opening the 2021 cycle. In the following paragraphs I´ll explain myself, so bear with me.

For starters, unless your projects run in the same way as your operations (24×7), we are tricking ourselves from the very beginning of our planning exercise: most of us have a deep, almost subconscious assumption (sort of a collective verbal agreement) that concurs that the project has 365 days per year to exploit. Well, that is normally not the case. Let´s start with the ends, I mean the weekends. I have done some research (my data sources are Wikipedia and ourworldindata.org) and assuming Saturdays and Sundays are off and 52 weeks per year in average, then we got 104 days less. After adding the average number of paid holidays (11 is a rounded average worldwide, 13 is the mode), the result is that we loose about 34% of the year calendar days due to weekends and holidays. That leaves us with approx. 240 days to go. Still, if we examine this count from a realistic perspective, we must consider that the last weeks of the year are quite low productive, as the first one usually is. So I dare to say that the real result of this initial filtering exercise leaves us with about 230 or 225 days to produce whatever deliverables are expected. But wait, there is more…

The aforementioned 225 available days need to have paid vacations deducted as well. Now, leave-time varies a lot across countries & legislations. Let´s again use statistics as our allies: world average paid-day vacations based on a five-days work week is 16, and the mode is 20 (source: Wikipedia, these final aggregated numbers were calculated by Fernando). So now we are down to about 205 days to work. Is this the magic number? No, there is always a catch

The 205 days are also a mirage: this number is not accounting for sick, grief and other type of leaves, not to mention travelling days if your endeavor implies such needs. So at the end, I believe we have circa 200 days to go per individual, per calendar year. For the sake of keeping it short & sweet, I am not going in detail about historical trends on leave days. Let´s just mention that diminishing working hours is a historical fact and that 4 days work week is one of the big topics of our time: “experiments” on this idea are happening as we speak. All that being said, and for the peace of your minds, the translation of the work days into work hours provides some relief, especially now that work-from-home is ubiquitous and extended working hours are a new normality: to what extent this simultaneous trend counters/balances the day availability reduction is yet to be assessed as the post-COVID era matures.

As a conclusion, I want to leave you with three ideas in mind: first, if your projects run on a 5 work days week basis, you have in fact about 200 work days per year to go (in other words, you loose 45% upfront!). Secondly, if time is of the essence (and according to my experience, it always is) we should consider for budget to work during Saturdays and/or double or triple shifts and/or a follow-the-sun tactic. A buffer for delays should be embedded into the plan as well. And then last but not least: at the end, our results depend not so much on calendars but on productivity. The point is simple: one truly devoted, focused hour – not to mention a day of undivided attention – produces more relevant outcomes than hours of “multitasking” and mediocre efforts. So let´s strive to be human and deal with one thing at a time – the correct one, the current priority – with all our capabilities and skill in this brand new 2021.

My sincere best wishes to you and your kin, may this new cycle around our star be more productive, focused, happy and healthy for all Humankind.

Fernando

Photo by Debby Hudson on Unsplash

Y sin embargo, se mueve.

“Open your eyes, look up to the skies and see…”

1611. Florencia. Las autoridades eclesiásticas de la época – obispos, prelados y cardenales – se niegan obstinadamente a observar los cielos con el nuevo telescopio construido por Galileo Galiei. Se entiende tal cosa como una tentación del maligno, pues podrían observar con sus propios ojos algo que contradice los cánones de la época… ¡la Tierra no es el centro del Universo! ¡Sacrilegio!

1636.  Ámsterdam. Estalla la así llamada “burbuja de los tulipanes”. Durante los meses anteriores, el precio de estas flores creció artificialmente en el mercado hasta niveles absurdos, dándose casos en los cuales hubo personas dispuestas a intercambiar casas y propiedades a cambio de unos cuantas tulipanes. La “fiebre” terminó en un violento estallido financiero, dejando a cientos con solo unos pétalos en la mano. Es quizás el caso más florido de burbuja financiera de la historia.

1882. Londres. Arrecia todo un carnaval de parodias, ataques y burlas en contra de Darwin y su teoría de la evolución. Los argumentos y evidencias presentados con la teoría son descartados ad portas.

1925. Tennessee. Se desarrolla el juicio asociada al “Acta Butler”: grupos fundamentalistas rechazan de nuevo la evolución y argumentan, entre otras cosas, que los fósiles no demuestran la evolución de las especies a cabalidad, y en algunos casos, que son creaciones del demonio, engaños destinados a confundir al hombre y destruir su fe. El debate continúa aún… a pesar de la evidencia científica que comprueba con hechos los millones de años de edad de la Tierra, el “cálculo bíblico” es lo único válido para tales grupos.

2002. Nueva York. La burbuja financiera asociada a las acciones de las empresas “.com” estalla, llevando a la quiebra a miles. El pensamiento de la época asociaba un valor extraordinario a cualquier empresa, siempre y cuando tuviera una presencia en internet, especialmente representada por nombres – “dominios” en el argot de la industria – terminados en “.com”.

2016. Miami. A pesar de que el calentamiento global aumenta año a año el nivel de los océanos y el embate de los huracanes y tormentas se intensifica en cantidad e intensidad, la mayoría de los electores lo ignora o se ciega ante la evidencia y opta por un candidato que niega a cabalidad los hechos… en una ciudad costera en plena ruta de los ciclones tropicales.

2017. San Francisco, California. El millonario e inventor Elon Musk pregunta a la “Flat Earth Society” a través de Twitter por qué no existe una sociedad semejante para el planeta Marte. La mencionada organización responde que, “a diferencia de la Tierra, Marte ha sido observado y es un planeta redondo”.

Noviembre 2020. New York. Una multitud se aglomera en torno a los estudios de la cadena conservadora FOX, protestando por los resultados desplegados sobre la elección presidencial en ese país, sintiéndose casi “traicionados” por un medio en el cual “confiaban”.

Noviembre 2020. Escazú. Como ya están “aburridos” de la pandemia y con la creencia de que “a mí no me va a pasar”, jóvenes y nos tan jóvenes comienzan a aglomerarse en bares y fiestas privadas, desencadenando nuevos focos de infección que terminan cobrando trágicamente centenares de vidas en sus grupos familiares.

Los anteriores son solo algunas muestras de la increíble capacidad del ser humano de auto-engañarse. Son ejemplos de “pensamiento mágico”, instancias en donde abandonamos – con mayor o menor grado de conciencia – los dictados de la lógica y la razón. Mandan entonces las emociones, las cuales son muy útiles para una noche de amigos o para el disfrute en pareja, pero son pésimas consejeras para tomar decisiones financieras, adoptar posturas políticas o llegar a conclusiones científicas. Curiosamente, en la mayoría de los casos, en nuestro fuero interno sabemos que hay algo incorrecto en nuestra decisión, que los números no “cierran”, que algo “huele mal”; más nos hacemos de la vista gorda. Entonces, de la mano de la euforia, de la cólera o de los dictados de la manada a la cual pertenecemos, saltamos alegremente al vacío…

Por supuesto, el problema es que toda decisión conlleva consecuencias, ya sean buenas o malas. Y cuando nos engañamos a nosotros mismos sobrevienen las quiebras, las estafas, las trabas y en temas como el cambio climático, riesgos a escala planetaria. Lamentablemente y parafraseando a cierto personaje, si de algo se puede estar seguro es de la infinita estupidez del ser humano.

Ahora bien, nadie está exento de cometer un error y ser arrastrado por las emociones, por lo cual es valioso también recordar que entre más importante es una decisión, más reflexión debería dársele. Se vale también admitir con humildad los errores cometidos a la luz de nueva información. Hay que tomar un respiro, hay que ver la evidencia, sopesar las fuentes, balancear los pros y los contras, revisar los números “duros”. Y es que, amable lector, aunque no me guste lo que estoy viendo, al final la realidad terminará siempre estallándome en la cara. Con humildad y sopesando los hechos llegaremos a mejor puerto. No se trata de lo que me “gusta” o de lo que “acepto” – se trata de lo que ES. O en palabras de cierto italiano adicto a escudriñar los cielos nocturnos de Florencia, “Y sin embargo, se mueve…”.

Hasta la próxima.

Fernando