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¿Para quién gobierna el gobierno?

Voy a comenzar con preguntas inquisitivas, tentadores bocadillos intelectuales, un ceviche para nuestras mentes que abran el apetito intelectual. Dice así: ¿para qué queremos una sana economía nacional? Es decir, ¿cuál es el propósito de un Estado con finanzas públicas sólidas? ¿Para qué queremos como sociedad un gobierno con sólido récord de pago de deudas y préstamos? En última instancia, ¿para qué sirve la macroeconomía de un país?
“Déjese de ceviches y babosadas” diría algún lector. “Todos sabemos necesitamos al Estado y para que este funcione debe haber finanzas sólidas.” Y sí, lleva razón: colectivamente como sociedad e individualmente como ciudadanos vivimos bajo el amparo del Estado y un Estado funcional necesita finanzas funcionales. De acuerdo. Pero el tema es más complejo que eso: el diablo está siempre en los detalles. Para usar una frase de moda, a la señora de Purral le importa muy poco el PIB, la deuda externa, la razón deuda-PIB o intereses-PIB, la estructura de vencimientos del bono soberano o la balanza de pagos y sus saldos secundarios. La señora de Purral no entiende nada de eso y realmente no tiene por qué entenderlo. A la señora de Purral lo que le interesa es que no la asalten en el bus. Que a sus hijos no les vendan droga en la escuela y que aprendan algo de provecho para ganarse la vida. Que le alcance la platita para el fin de mes. Que a su marido el taxi no se le haga pedazos en los hoyos de las calles. Que la atiendan a tiempo en el EBAIS. Que el parque de la esquina esté limpio y seguro para ir a despejarse un ratito. Y tener una pensión que le permita sobrellevar su vejez.
Sí, porque a la señora de Purral no le importa que Moody´s o Standard & Poor´s nos aplaudan de pie por el manejo de las finanzas del país. No le importa que el BCIE o el BID o el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional estén felices de prestarnos dinero. Le importa un pepino si los eurobonos tuvieron una demanda superior a la esperada por los analistas. Sí. Esto es así porque las finanzas públicas NO son un fin en sí mismo, sino un vehículo para alcanzar subsiguientes objetivos: servicios y plataformas para la sociedad. Lamentablemente este Gobierno, comenzando por Casa Presidencial y el Ministerio de Hacienda, tienen una interpretación equivocada de este asunto y se centran únicamente en sacarse buenas notas financieras. La tragedia de seguridad nacional que estamos atravesando necesita una urgente intervención de alto calibre que necesariamente implica la asignación de un presupuesto considerable para equipos y personal para los cuerpos de seguridad. El apagón educativo otro tanto. La infraestructura nacional – comenzando con hospitales en algunos puntos críticos, como el de Cartago – también. Inclusive, si el gobierno quisiese hilar fino podría hacer una distinción entre la inversión en plazas y la inversión en obra pública para así esquivar las consecuencias de incrementar la planilla estatal. El argumento de fondo se sostiene: no puede ser que con tal de mostrarnos muy “en forma” (muy “fit”, diríase ahora) para la banca y calificadoras de riesgo internacional le estemos dando la espalda a las urgentes necesidades de nuestro pueblo, incluyendo la asistencia social para los grupos más necesitados.


No se me malinterprete: la regla fiscal fue y es un mal necesario y no estoy abogando por regresar al anterior caos y a una carrera desbocada hacia el “default” financiero. Estoy diciendo lo que estoy diciendo: nuestros resultados fiscales están en números negros, es hora que el gobierno destine algunos recursos adicionales para temas urgentes. Nada hacemos con lucirnos ante el Banco Mundial con figurita de “modelito de pasarela” si por dentro nos está matando el cáncer de la inseguridad, la embolia de la educación, la parálisis de la infraestructura y la presión alta de un sistema de seguridad social colapsado. La democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, no un sistema para darle deudores tripe-A al Banco Mundial. No nos enredemos, prioridades, por favor.

Chismes & Pleitos o Ideas & Acciones: Lo que se canta en Costa Rica

Recuerdo perfectamente el cancionero oficial para las clases de música de mis días escolares: un librito de pasta suave llamado “Lo que se canta en Costa Rica”. Contenía (o contiene, la verdad no sé si aún lo venden) canciones populares, himnos de toda América Latina, composiciones nacionales y muchas otras. En mi mente de niño, lo que más me llamaba la atención era el grosor del libro vs las contadisimas canciones que ensayábamos: “¡esto no se canta en Costa Rica!”, me decía a mi mismo. Valga la anécdota para introducirnos al tema de hoy: lo que canta el gobierno de turno en Costa Rica vs lo que debería estar cantando.

Mire Ud., el Gobierno de la República se ha convertido en la cámara de eco de la Presidencia, pero la Presidencia como institución ha dejado de ser la cabeza del Poder Ejecutivo y una investidura que trasciende a la persona que la ejerce. Así es: la gestión de la cosa pública se ha personalizado y ha degenerado en “Chaves y Cisneros S.A. “, y las reglas, el decoro, el respeto, los hechos y hasta la ley son secundarios. Nótese como cualquier funcionario que discrepa del Presidente es suspendido o despedido (para muestra un reciente botón: las Gerencias Médicas de la C.C.S.S. al haber cuestionado los falaces argumentos sobre la construcción del Hospital de Cartago). Lo mismo aplica para un amplio sector de la prensa, la Asamblea Legislativa, el Poder Judicial, el TSE, el ICE: si Ud. no aplaude, es entonces enemigo y candidato a una enconada retaliación. Este modo de actuar que ve enemigos en todas partes, que primero amenaza y después se desdice, este actuar inflamado, rencoroso y vengativo, esto es lo que se canta en Costa Rica actualmente. Presenciamos una pésima telenovela en donde no hay semana sin pleito ni intriga. Eso es un hecho: a Usted le puede agradar o no ese modo de actuar del Presidente y su gobierno, pero su beligerancia es un hecho incuestionable

Independientemente de cuán correcta considere mi interpretación anterior, estimado lector, lo que sí es verdad absoluta es que NO deberíamos estar hablando de eso. El mundo de hoy corre demasiado rápido, la tecnología avanza a una velocidad delirante, la geopolítica sufre frecuentes convulsiones, la economía da tumbos, acelerando y desacerándose por geografías y sectores. Un contexto mundial de Volatilidad, Incertidumbre, Confusión, Ambigüedad. En medio de esa realidad, ¿qué deberíamos estar cantando en Costa Rica? En mi opinión, deberíamos de estar enfocados en unos pocos temas críticos y nada más. Pienso que una agenda “lógica” debería”, poco más o menos, limitarse a los siguientes temas:

·         Seguridad: me parece increíble que el gobierno condicionase los proyectos de ley para la contención del crimen organizado a la así llamada legislación de “Jornadas 4×3”. Solo este hecho dice muchísimo de cuáles son las verdaderas prioridades del Ejecutivo. Pero bueno, ahora que ese reto parece haber sido conjurado, está pendiente escuchar del Ejecutivo ulteriores iniciativas: préstamos para equipo policial, solicitudes de apoyo internacional, contratación de más personal. Es ahora.

·         Infraestructura: no solo estamos a la espera de que el gobierno gestione la conclusión de la Circunvalación, la ampliación de la Ruta 1 en sus diferentes sectores, la carretera a San Carlos, la 32, etc. sino que no han propuesto una sola nueva iniciativa de infraestructura de gran nivel. Por el contrario, en medio de los problemas de desempleo y la depresión del sector constructivo, congela la construcción de nuevos hospitales y centros de salud argumentando una ya probada falsa “quiebra” de la C.C.S.S. Y de nuevo, nada de nuevas iniciativas.

·         Educación: venimos de un apagón educativo como nunca en nuestra historia. Los jóvenes perdieron meses de clases al ser tratados como rehenes por los sindicatos, para luego tener que sufrir el impacto de la pandemia y una “tele-educación” básica para la cual nadie estaba preparado. Eso son hechos y algo hay que hacer para ayudar a nuestros estudiantes, pero el Ministerio de Educación no tiene la menor idea de qué está haciendo ni como compensar el rezago sufrido. Presentaron una “Ruta de la Educación”: unas filminas sin documentación que las sustente, argumentando que es un “proceso vivo” (¿¿¿¿????), para luego emprenderla contra la alianza con la Fundación Omar Dengo… sin tener un sustituto para este programa. Ni hablemos de temas conexos como la instrucción en Inteligencia Artificial, Pensamiento Crítico u otros. Nada.

·         Empleo: la economía se recupera tras la apertura post-pandemia, pero el gobierno nos está debiendo algo – cualquier cosa – para impulsar el empleo. Curiosamente, la única gestión que ha realizado sobre este tema es impulsar contra viento y marea las “Jornadas 4×3”, un proyecto de ley espinoso y lleno de “tiros con efecto” para con el trabajador. ¿Nueva infraestructura? ¿Atracción de inversión extranjera? Por el contrario, rompe la alianza con CINDE, que ha funcionado bien, con argumentos ridículos.

·         Cambio climático: el gobierno debería estar gestionando con carácter de emergencia la construcción del nuevo reservorio para la irrigación en Guanacaste usando las aguas que vienen de la represa del Arenal. Debería asimismo estar pensando en otros reservorios y medidas para gestionar las inminentes sequías y el aumento de las temperaturas, así como sistemas de rompeolas, diques y similares para lo que se viene. Lo mismo aplica para las carreteras nacionales, tan susceptibles a deslaves y derrumbes. Debería estar pensando en leyes para impulsar los “bosques urbanos” para enfriar las ciudades, hacer de carácter legal la certificación LEED de todos los edificios nuevos – y quizá un enfoque parcial para los ya existentes –  más estaciones de carga para la incipiente flotilla eléctrica nacional, así como el impulso a la generación y almacenamiento distribuido. Pero, nada…

·         Tasa de Natalidad: el gobierno debería impulsar medidas para impulsar a las nuevas generaciones a procrear más costarricenses. Se nos agotó el bono demográfico y los sistemas de pensiones y en general, la población económicamente activa comienza a decaer. Debería estarse pensando en permisos de paternidad por ley, créditos fiscales, atracción de migrantes calificados. De nuevo, como el pez: nada, nada y nada.

Sueño despierto con escuchar al Señor Presidente hablando de estos y otros temas como un Estadista, con visión a futuro, con nobleza y entrega para con el pueblo que confió en él: no es posible que gaste a manos llenas la investidura de Primera Persona de la República, con todo el poder y la responsabilidad que tal posición conllevan, y el tiempo y atención de todo un país, en estar “agarrado del moño” con periodistas, medios de comunicación, funcionarios medios, ministros, diputados, etc. 

No señor, no se le eligió para hacer de personaje de “lucha libre”. Deje de vender humo: trabaje, decida y mejore este país. Lo cierto es que bastantes broncas tenemos ya para únicamente recibir del gobierno un deplorable karaoke semanal en donde solo cantan las sirenas. 

Fernando Quesada V.

Gerente de Proyectos  Photo by David Clode on Unsplash

Opinion: Para que Costa Rica siga siendo Esencial

Artículo publicado originalmente en el medio digital Delfino.cr

Miro el variado menú de candidatos a la Presidencia y a fe mía que no hay uno solo con una visión-país. En serio, amable lector, usted no me dejará mentir: no hay un solo partido político ni un solo personaje con una propuesta seria, con una idea o norte estratégico que nos oriente hacia el futuro. Como canta Sabina, pareciera que el destino nos quisiera jugar una broma macabra. Es una ironía que celebremos este año 200 años de Independencia y a juzgar por la oferta electoral, no tenemos la menor idea de qué hacer con ese legado ni mucho menos como plantearnos las décadas que vendrán. En vista de lo anterior, quien les suscribe se ha puesto a cavilar un poco. Tras unos días, he llegado a un par de conclusiones, las cuales comparto a continuación, como un muy modesto aporte para la patria en este su cumpleaños.

En el mundo de hoy, desconectarse no es una opción. Consideremos el apagón de Texas durante febrero 2021, el cual duró más de dos semanas, causado por una combinación de mal tiempo y una red eléctrica deficiente y envejecida. Consideremos también los embates del huracán Ida en Nueva Orleans y Nueva York, los incendios en California y las inundaciones en Alemania. Consideremos también la disrupción causada por la pandemia, en donde los centros de servicio en países como India fueron severamente afectados. Las pérdidas son exorbitantes. El cambio climático, la incertidumbre, la volatilidad, la ambigüedad y la complejidad (“VUCA”) están mutilando industrias, sociedades y naciones. Con este contexto en mente – Costa Rica es demasiado pequeña para darse el lujo de un análisis en el vacío – quiero sugerirle a esa catizumba de candidatos presidenciales un principio orientador que reacomode el sancocho de ocurrencias y promesas vacías que actualmente postulan cual planes para gobernar. Para explicarme, permítaseme recurrir a una aclaradora analogía. En el mundo de las Tecnologías de la Información, cada segundo de conectividad cuenta. No solo eso, en caso de que haya una desconexión, deben de existir maneras de reconectarse rápidamente y de evitar la pérdida de datos. Un par de ejemplos pueden servir para aclarar esos postulados: recordemos aquella noticia donde nos informaban de las filas que colapsaron el aeropuerto cuando el sistema de Migración dejó de funcionar por unas horas, o peor aún, el daño sufrido por cientos sino miles de niños y sus familias cuando se perdieron los datos de imágenes médicas en cierto hospital nacional. Es por eso que los Centros de Datos (“Datacenter”) se diseñan con “redundancia”: conexiones y componentes por duplicado, triplicado o cuadruplicado para asegurar un funcionamiento del sistema básicamente “siempre”, sin fallos o “caídas”.

Entonces, mi sugerencia es que Costa Rica sea Esencial no solo por su aporte ecológico, sino por convertirnos en el país sin tiempo fuera de servicio (“the no-downtime country”): el país al que no se le caen los sistemas, el país que siempre “está ahí” (“ever-green, ever-there”). Esto por supuesto implica una serie de retos descomunales. Para empezar, el ICE debe dejar de defender feudos y enfoques anacrónicos y refuerce la estabilidad de la red eléctrica, apoye un enfoque distribuido de la misma; amén de que entregue las frecuencias 5G pero “para ayer”. Se debe además de seguir mejorando la red vial y la infraestructura en general con diseños que consideren el desorbitante aumento de las lluvias. Ríos y costas deberían ser reforzados con diques y rompeolas. Los márgenes deberían de reforestarse aceleradamente y deben priorizarse los proyectos de riego y reutilización del agua. Es también necesaria una re-ingeniería completa del sistema educativo y debe implementarse un plan para salvar a la presente generación de los años de aprendizaje perdidos entre huelgas, pandemia y otras tragedias. Y algo hay que hacer para permitir un flujo seguro de migrantes, entre muchas otras cosas. Esto por supuesto demandará tiempo, dinero y esfuerzo, más la resiliencia-país si funciona como idea rectora que a largo plazo nos llevará a un futuro mejor, como en su momento lo hicieron la Abolición del Ejército y las Garantías Sociales.

Para ir cerrando, entendámoslo. Todos lo hemos sufrido en carne propia: ese zarpazo a la paz interna cuando después de una hora de hacer fila, llegamos a la ventanilla y con cara de “yo no fui” nos dicen “se cayó el sistema”; por no hablar de la locura desatada cuando se cae internet en nuestros hogares y empresas. Dan ganas de salir corriendo. Las empresas, las transnacionales, los capitales y el turismo sienten precisamente esa misma aversión a la incertidumbre y a los fallos del sistema. Muchos billonarios del mundo han puesto los ojos en Nueva Zelanda: la consideran “el futuro” precisamente por su aislamiento y resiliencia. Convirtámonos entonces ya no en la Suiza centroamericana, sino en la Nueva Zelanda del hemisferio occidental: un santuario, un refugio, una “isla” de confianza y resistencia en medio de un mundo cada vez más convulso, volátil y ambiguo.

No, a year is not equivalent to 365 days (that is, project-wise).

I hope that through the title I already have your attention: it´s a bold statement, I know. Still, my point is not driven from a post holidays´ bad hangover or an astronomical delusion. Because yes, the 2021 gregorian calendar has 360 days to go (five gone by now), but this is more sort of a reminder, a call for awareness for decision makers, namely C-Suite, Executives, Managers, PMs etc. now that we are opening the 2021 cycle. In the following paragraphs I´ll explain myself, so bear with me.

For starters, unless your projects run in the same way as your operations (24×7), we are tricking ourselves from the very beginning of our planning exercise: most of us have a deep, almost subconscious assumption (sort of a collective verbal agreement) that concurs that the project has 365 days per year to exploit. Well, that is normally not the case. Let´s start with the ends, I mean the weekends. I have done some research (my data sources are Wikipedia and ourworldindata.org) and assuming Saturdays and Sundays are off and 52 weeks per year in average, then we got 104 days less. After adding the average number of paid holidays (11 is a rounded average worldwide, 13 is the mode), the result is that we loose about 34% of the year calendar days due to weekends and holidays. That leaves us with approx. 240 days to go. Still, if we examine this count from a realistic perspective, we must consider that the last weeks of the year are quite low productive, as the first one usually is. So I dare to say that the real result of this initial filtering exercise leaves us with about 230 or 225 days to produce whatever deliverables are expected. But wait, there is more…

The aforementioned 225 available days need to have paid vacations deducted as well. Now, leave-time varies a lot across countries & legislations. Let´s again use statistics as our allies: world average paid-day vacations based on a five-days work week is 16, and the mode is 20 (source: Wikipedia, these final aggregated numbers were calculated by Fernando). So now we are down to about 205 days to work. Is this the magic number? No, there is always a catch

The 205 days are also a mirage: this number is not accounting for sick, grief and other type of leaves, not to mention travelling days if your endeavor implies such needs. So at the end, I believe we have circa 200 days to go per individual, per calendar year. For the sake of keeping it short & sweet, I am not going in detail about historical trends on leave days. Let´s just mention that diminishing working hours is a historical fact and that 4 days work week is one of the big topics of our time: “experiments” on this idea are happening as we speak. All that being said, and for the peace of your minds, the translation of the work days into work hours provides some relief, especially now that work-from-home is ubiquitous and extended working hours are a new normality: to what extent this simultaneous trend counters/balances the day availability reduction is yet to be assessed as the post-COVID era matures.

As a conclusion, I want to leave you with three ideas in mind: first, if your projects run on a 5 work days week basis, you have in fact about 200 work days per year to go (in other words, you loose 45% upfront!). Secondly, if time is of the essence (and according to my experience, it always is) we should consider for budget to work during Saturdays and/or double or triple shifts and/or a follow-the-sun tactic. A buffer for delays should be embedded into the plan as well. And then last but not least: at the end, our results depend not so much on calendars but on productivity. The point is simple: one truly devoted, focused hour – not to mention a day of undivided attention – produces more relevant outcomes than hours of “multitasking” and mediocre efforts. So let´s strive to be human and deal with one thing at a time – the correct one, the current priority – with all our capabilities and skill in this brand new 2021.

My sincere best wishes to you and your kin, may this new cycle around our star be more productive, focused, happy and healthy for all Humankind.

Fernando

Photo by Debby Hudson on Unsplash

Lo que el VIRUS se llevó (I Parte) / Gone with COVID (Part I)

Montaña Rusa

Mientras finalizo este artículo, llueve escandalosamente, casi como queriendo lavar las penas del mundo. Relámpago. Trueno. Esto me envalentona. Porque estas líneas son también un ejercicio de catársis. Comienzo pues con una confesión a título personal: desde el punto de vista emocional, he recorrido todo el espectro con este asunto. Me ha costado un mundo escribir este post: ha sido lento, doloroso y a ratos tambien febril. Lo reconozco públicamente. Cuando comenzaron las noticias de la pandemia en China y su avasallador crecimiento, pensé que era más que todo puro sensacionalismo. “Amarillismo” – me dije – , “titulares inflados por la prensa deseosa de tráfico, clicks y atención”. Ahora comprendo que mi mente cayó en la trampa de un reduccionismo. Tomé un “atajo mental” y llegué a una rápida (y equivocada) conclusión al tomar un camino trillado. Rápidamente pasé al otro extremo, y tras días de leer, informarme y reflexionar, me saturé. Entré entonces en un estado de gran ansiedad.

Comprendo ahora que mi espíritu se quebró al contemplar como ante la mayor crisis global en décadas, los nacionalismos, ideologías e intereses financieros prevalecían sobre las vidas de los pueblos y las personas. Pasado el vendaval de emociones y con más información procesada en la cabeza, deseo compartir las siguientes ideas con quien amablemente las quiera escuchar.

Como hojas en la brisa

Cual un vendaval, esta crisis global arrastró y arrastra muchísimas cosas. De nosotros dependerá no olvidar algunas de estas lecciones.

Quiero iniciar llamando la atención sobre la naturaleza CONTINUA de la realidad. A lo que voy es que lo seres humanos tenemos la – valga la redundancia – muy humana y equivocada tendencia a pensar que la realidad se dividide en bloques discretos. Separamos eventos y dividimos sucesos como si fueran entidades separadas e independientes. Las cosas no son así: los límites no son claros y los eventos se superponen y tienden a interactuar de mil maneras. Por ejemplo, piénsese en la crisis financiera mundial del 2008-2009. Tendemos a asumir que ese evento “ya pasó” y que no tiene vinculación alguna con lo que ahora ocurre. Craso error. En realidad, tal y como magistralmente lo explica Yanis Varoufakis en la charla que les comparto abajo, la crisis del 2008 no ha terminado. Sus efectos secundarios los estamos viviendo ahora mismo, entre ellos el hecho de que los bancos centrales casi no cuenten en este momento con “municiones macroeconómicas” para contraatacar: las tasas de interés netas son más bien negativas y las pérdidas bancarias de aquella gran fiesta fueron socializadas. La crisis del 2008 no ha terminado. Que no nos engañen y no nos auto-engañemos: Estamos cayendo en un bache profundo con un vehículo que ya venía pinchado en al menos dos de sus neumáticos. Lo dicho sobre la crisis financiera aplica a otros fenómenos globales que nos venían ya afectando: el cambio climático, la demanda mundial de agua potable, las migraciones, las guerras, el racismo y otras “lindezas” ya estaban con nosotros a la llegada del virus. Como ondas en el agua, sus interacciones son variadas: algunas causan interferencias, otras reflejos, algunas refracciones y hay hasta temibles resonancias capaces de tumbar enormes estructuras.

Complementando la idea anterior, debemos comprender que generalizar las mismas consecuencias de esta crisis para todos en el planeta es un absurdo. Cada geografía, cada sociedad, cada segmento y cada individuo está rodeado por circunstancias muy diferentes (“Yo soy yo y mi circunstancia” – dijo cierto filósofo español). Permitaseme citar también a William Gibson: “El Futuro ya está aquí – es solo que no está distribuido uniformemente.” A lo que voy es que. en términos generales, aquellos de nosotros mejor preparados para operar en un mundo donde privará más el flujo de bytes (datos e información) que el de átomos (cosas) estaremos mejor preparados que los que están anclados a locaciones, oficios y contextos específicos. David Goodhart presentó la idea en sus charlas “Anywheres vs Somewheres”, una una de las cuáles les comparto abajo. Las impactos no serán uniformes y existirán segmentos, industrias, países, sociedades e individuos más y menos afectados. Pensemos por ejemplo en una tribu aislada y autosuficiente que vive en una economía de subsistencia: no habrá cambiado la existencia para este tipo de personas. Pero para el grueso de los habitantes del mundo en desarrollo – y muchos aún en los países desarrollados – vienen tiempos aún más difíciles, pues su dependencia de condiciones muy específicas los pone en alto riesgo. Si Ud. depende de un salario, tiene una educación “promedio” y/o no tiene seguro médico y/o está endeudado, lamentablemente Ud. está en alto riesgo de ver disminuido(a) su bienestar próximamente.

Creo además que debemos tener la capacidad de abstraernos de los detalles por un momento y ver esto “a ojo de pájaro”, o mejor aún, a escala planetaria. Mi conclusión más general es que “el sistema” global como tal (entiéndase esa amalgama de flujos financieros, consumismo, producción y valores sociales asociados) está llegando a un punto de quiebre. No digo que el capitalismo o la democracia sean obsoletos, pero pienso que necesitan serias reparaciones. Para muestra, un botón: el PIB per cápita mundial es de aprox. $18,300 dólares al año. Es prácticamente el PIB per cápita de mi pequeño país, donde por cierto se vive bastante bien, con sistemas de salud y de educación públicos funcionales. Y sin embargo, estamos donde estamos porque el sistema no sirve para distribuir riqueza. Los remito al vínculo anterior: las minorías, los pobres y los menos educados sucumben con mayor frecuencia ante el COVID-19. Es así. El mantra de la “mano invisible” del mercado es hoy por hoy una farsa: los mercados son controlados por enormes capitales & oligopolios a nivel mundial que a su vez tuercen las leyes (y a los gobiernos) a su favor. Las grandes corporaciones son las que están mejor preparadas para sobrevivir a esta crisis, y sus rivales heridos por esta crisis serán absorbidos o eliminados a traves de agresivas adquisiciones. Prueba de esto es el absurdo precio negativo del barril de petróleo. En este momento, se trata de que “me sigan comprando a mi” para asegurar la futura demanda post-crisis. De rebote, intentan frenar la revolución energética a cualquier costo. Egoísmo corporativo y nacional antes que supervivencia planetaria. El hoy antes que el mañana.

El virus político

Sigamos. Esta epidemia global se llevó también la última bocanada de esperanza sobre la ética y valores de algunos políticos populistas tanto de izquierdas como de derechas. Sí, esos “líderes”, los sospechosos de siempre. Tenía yo la inocente presunción de que, a pesar de los pesares, ese rejuntado de caracteres tan dispares si apreciaban a sus pueblos. Es decir, ese patriotismo, esos abrazos a las banderas, esos eslóganes y tanta fanfarria nacionalista pues algo debían significar. Porque… ¿qué representan esas banderas si no a sus gentes, a sus pueblos, a su sangre? Pues tal parece que no es así. Puestos a escoger, estos tipos han demostrado con sus actos – las palabras se las lleva el viento – que primero es la macroeconomía, segundo la bolsa de valores, tercero las corporaciones y en cuarto lugar, si algo queda, la gente: su gente. El negarse por semanas y semanas a tomar medidas estrictas en esos enormes países ha derivado en millares de fallecimientos, dolor y enfermedad. La mayoría de estos se darán entre las clases sociales más humildes y entre los ancianos y enfermos. A mi mejor entender, hay una lógica retorcida que no es posible justificar. Conceptos como “País”, “Estado”, “Gobierno”, “Mercado”, “Dinero”, “PIB” y otros tantos son precisamente eso: conceptos, ideas, construcciones mentales. Las personas y su sufrimiento en cambio son reales, y los primeros deben trabajar en función de los últimos (y nunca lo contrario). Me pregunto si estos caros señores pensarían igual si tuvieran que exponer a su madre, a sus hijos, a sus esposas o a ellos mismos a este riesgo mortal. Supongo que las cosas se verían distinto sirviendo café desde un mostrador y sin seguro médico. Porque ante la falta de camas hospitalarias, el lecho de muerte tiende a ponerlo a uno en modo reflexivo, pero a otro perro con ese hueso dirán. Ellos tienen claras las prioridades y viven dentro de una burbuja protectora. Como dice Yanis Varoufakis, estos son “sistemas que ha sido creados para evitar que los gobiernos actuen en representación de la sociedad”. El gobierno del dinero, para el dinero, por el dinero. Lincoln se revuelca en la tumba.

La pandemia también nos pone a reflexionar sobre los esquemas de gobernanza bajo los cuales vivimos. Me parece que los esquemas de gobernanza y liderazgo deben de adaptarse a las circunstancias: una suerte de realpolitik dinámica que fluya en función de condiciones de fuerza mayor cuando estas sobrevengan. Soy un convencido de que la democracia sigue siendo lo mejor que tenemos, pero me parece que ese legado de la Grecia Clásica debe de seguir avanzando hacia una versión 2.0 que sepa responder a la demanda de los tiempos. La condición última y definitiva para que algo así sea posible la identificó F. D. Roosevelt ya hace un tiempo: “La democracia no puede tener éxito a menos que los que expresan su elección estén preparados para elegir sabiamente. La verdadera salvaguardia de la democracia, por lo tanto, es la educación“. Sí: solo un pueblo educado puede elegir sabiamente, sancionar sabiamente, interpelar sabiamente, criticar sabiamente. Lo contrario se traduce en populismo, demagogia y ruido en redes sociales. ¿Como sería esa nueva democracia? Estaría mintiendo si dijera que sé la respuesta, aunque en una futura entrega podemos conversar sobre algunas aspiraciones al respecto, más si sé que la ciencia, la educación y una prensa libre, independiente y poderosa son pilares fundamentales para construir una nueva ágora a la altura de los tiempos.

Sofisticado enemigo mío

Una reflexión adicional merece la naturaleza del enemigo que ha arrodillado a la Humanidad. Es diminuto, como diez veces más pequeño que una bacteria. Son tan pequeños que caben millones de sus “soldados” en uno solo de sus “aviones de transporte”: las microscópicas gotas de moco y saliva que expelemos día a día al hablar y respirar. Las gotitas miden entre 0,5 y 10 micrómetros, y cada micrómetro es a su vez mil veces más pequeño que un milímetro. Es asobrosamente DIMINUTO.

(Un paréntesis: al menos para mi, completamente lego en temas médicos & epimediológicos, lo anterior es toda una revelación. ¿Cómo es posible que compartamos tanto moco y saliva junto con toda la plaga de “bichos” que esto implica? A nivel planetario y como Humanidad, concluyo que son litros y litros diarios de fluidos los que intercambiamos inconscientemente. Me pregunto entonces cuánto tardará un virus o bacteria X no patógeno (no infeccioso y por tanto que dejemos circular libremente) en dar literalmente la vuelta al mundo. Y este perturbador hecho ha funcionado así por milenios de milenios. La globalización, los medios modernos de transporte y el crecimiento de la población supongo solo aceleraran esta cadena mundial de “salivazos”, una especie de internet prehistórica de intercambio mucoso. Increíble y asquerosa reflexión digna de un anexo a “La Guerra de los Mundos” de H.G.Wells. Fin del paréntesis. )

Plague doctors' beak shaped mask
Máscara usada durante la Edad Media por los doctores tratantes de la plaga

Ahem. Hablábamos del virus como tal. Este ni siquiera está técnicamente vivo, pues necesita a las células vivientes de su “anfitrión” para reproducirse. Bien decía Da Vinci que “la simplicidad es el último grado de sofisticación” – es esta sencillez absoluta lo que lo hace tan peligroso. Los virus y bacterias han encontrado la manera de utilizar nuestro propio organismo para servir a su invisible propósito, desde hace milenios… . Hay lecciones a derivar del poder de la sencillo. Lecciones a utilizarse para el bien… y esperemos que no para el mal.

No me resisto a citar al “Agente Smith” de la película “Matrix” para cerrar esta sección: “I’d like to share a revelation that I’ve had during my time here. It came to me when I tried to classify your species and I realized that you’re not actually mammals. Every mammal on this planet instinctively develops a natural equilibrium with the surrounding environment but you humans do not. You move to an area and you multiply and multiply until every natural resource is consumed and the only way you can survive is to spread to another area. There is another organism on this planet that follows the same pattern. Do you know what it is? A virus. Human beings are a disease, a cancer of this planet. You’re a plague and we are the cure.” Comportémonos de forma tal que no sea esto una pelea entre virus no pensantes, por favor.

No dejes para mañana lo que te puede matar hoy

Otra idea que me persigue es nuestro obstinado enfoque en lo “urgente” en demérito de lo importante. Como el lector sabrá, Bill Gates advirtió sobre este asunto con una clarividencia que pone los pelos de punta, desde al menos el 2015 (charla TED compartida arriba). Esto por no hablar de continuas advertencias de otras organizaciones dedicadas al control de enfermedades. Sin embargo, como Humanidad, volcamos todos nuestros recursos en los resultados del próximo cuatrimestre de la Bolsa de Valores. El mayor horizonte de análisis al que llegamos parece ser la elección del político de turno. Si fueramos realmente no solo racionales sino consecuentes con nuestro amor por las próximas generaciones – con nuestros hijos y nietos, caramba – deberíamos estar pensando como hacer de este planeta un lugar sostenible.

El cómico mexicano Mario Moreno “Cantinflas” lo expuso magistralmente ya en 1962:

Sí. En vez de estar peléandonos como niños, deberíamos estar pensando en como protegernos de amenazas globales que requieren por tanto de soluciones globales. Debemos pensar como ESPECIE, como HUMANIDAD. Estamos hablando de prepararnos desde ya para nuevas pandemias. Y ojo que esa no es la mayor amenaza. Las consecuencias del cambio climático serán (son) mucho peores. Caben aun otras catástrofes globales en la lista: la colisión de un asteroide de gran tamaño con esta tercera roca desde el Sol, la ya masiva degradación de los ecosistemas y la gobernanza de los sistemas de Inteligencia Artificial entre otros. Para todas estas futuras amenazas, el punto es el mismo: hay que actuar YA y en CONJUNTO. En vez de absurdas rencillas que no son más que proyecciones de egos inflados, hambre de poder y nacionalismo perverso, necesitamos unas Naciones Unidas funcionales, una UNICEF poderosa, una Organización Mundial de la Salud “con dientes”, unos organismos mundiales financieros que presten para el desarrollo y no para lucrar. Pero todo esto necesita verdadera visión y liderazgo – nuevos Roosevelt, noveles Jefferson, inéditos Franklin, visionarios Carlomagno, renovados Truman, resurgentes Lincoln, valientes Churchill, indomables Gandhi, iluminados M. L. King, relucientes Mandela, atrevidos Figueres y quizás un renacido Marco Aurelio que nos guien, tomando decisiones y formulando planes en función de hechos, evidencia, compasión y el bien comun. Para muestra, un botón: el Plan Marshall para la reconstruccion de Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial costó más de 100 mil millones de dólares de hoy en día. Las motivaciones detrás del mismo no eran quizás las más altruistas (se trataba ante todo de detener la expansión soviética), pero el monto es esclarecedor. Un solo portaaviones nuclear cuesta casi 13 mil millones de dólares. Ergo, los montos asignados hoy a los organismos multilaterales y a la cooperación directa entre países – a lo importante – por las potencias del primer mundo son, en una palabra, RIDÍCULOS.

Luz en las tinieblas

Ahora bien, un rayo de luz en medio de las tinieblas. Decía el sexto Presidente de los Estados Unidos, John Q. Adams que ““Facts are stubborn things; and whatever may be our wishes, our inclinations, or the dictates of our passion, they cannot alter the state of facts and evidence.” Sí, los hechos son los hechos y nuestros deseos, gustos y pasiones no los alteran en lo más mínimo. Esto se ha hecho absolutamente evidente durante estas semanas. Sin importar opiniones de quien fuere – político de izquierda o derecha, influencers, reporteros, figuras públicas, religiosos – las cosas son lo que son. Algunos han intentado hacer las del avestruz y esconderse de la realidad. Otros – especialmente algunos políticos – han negado y siguen negando la importancia de la situación o se esconden con “estampitas de santos protectores”. Pero nada de eso importa. El virus es muy contagioso y no hace distinciones y la situación les termina por reventar en la cara (a algunos, literalmente, como al Primer Ministro inglés). A este enemigo no le interesa su religión, su cuenta bancaria, su partido político, su color de piel, su afinidad sexual, su rol en la sociedad, sus planes, su edad. Simplemente busca ADN humano. En ese sentido, es la prueba última de nuestra absoluta y última igualdad: “nadie es más que nadie”, dice un refrán popular. “Todos me saben igual”, pareciera confirmar entre ataques de tos el COVID-19. Un complemento a esta primera reflexión es la enorme diseminación que han causado algunas congregaciones religiosas rebeldes. Independientemente del credo, hay problemas con los judíos ultraortodoxos en Israel, algunas iglesias evangélicas en Estados Unidos, los musulmanes “duros” en múltiples países y algunas sectas en la India. Se congregan para orar y esto dispara el contagio. Los hechos son los hechos y solo la ciencia, que fundamenta sus acciones en la primera aceptación y comprensión de los mismos, nos puede sacar de este atascadero. Menuda lección para los así llamados anti-vacunas y los dogmáticos redomados. Como apunta Harari, ojalá y ante las siguientes amenazas la gente recuerde que fue la ciencia la guía definitiva.

Fin Primer Acto

Cae un rayo. Primero la cegadora luz. Luego se escucha el impacto del martillo del dios de la tormenta. Otro poderoso trueno nos ensordece. Sigue lloviendo. Reverdece el jardín… Finalizo esta primera entrega con otro comentario a tono personal. Esta tragedia me ha hecho revalorar la música. Sí: la música. La música me ha sostenido, me ha nutrido, ha elevado mi espiritu y me ha motivado en momentos de desesperación. Creo que el mundo necesita más de la música de lo que la música necesita del mundo. He sonreído con la “Oda a la Alegría”, he soñado con Bach, he bailado con “Zorba el Griego”, he corrido con el tema de “Rocky”, he cantado a todo pulmón con “Guns n Roses”, he tocado la guitarra con Dylan y McCartney. Aún no hay vacuna para el virus, pero la música es tratamiento curativo para el alma. Amigo/a lector, la recomiendo a carta cabal.

Bueno – cerramos aquí la primera entrega. En la segunda, “frotaremos la bola de cristral” y conversaremos sobre lo que vendrá.

Un abrazo (virtual por ahora).

Fernando

De las oportunidades que traen los virus & similares calamidades

Dicen los viejos que “no hay mal que por bien no venga”. Es una hermosa manera de transmitir optimismo aún en las circunstancias más difíciles. Y, si hilamos fino, es también una invitación a buscar, a actuar, a encontrar las oportunidades ocultas cuando arrecian las crisis. Crisis en sinónimo de cambio, de súbita alteración de las circunstancias. Si sabemos dónde buscar y cómo administrar el cambio, a largo plazo las crisis – como la actual tormenta del coronavirus COVID-19 – bien pueden aportar beneficios.

Recien leí un artículo en la revista The Economist que trata precisamente el tema. Nos dice el artículo en cuestión que el coronavirus servirá como acelerador – más bien como catalizador –  para los esquemas de trabajo remoto (“Work From Home” – Teletrabajo) y similares. También apunta a que las cadenas de abastecimiento (“Supply Chains”) se tensarán al máximo. Inevitablemente, algunas fallarán. Por ende, las políticas de manejo de inventarios de algunas corporaciones podrían eventualmente revisarse. Asimismo, se hace patente la necesidad de re-considerar la distribución actual de los centros de producción: la enorme dependencia que tiene el mundo con China, India y otros países se ha hecho evidente. Algunas empresas pueden buscar nuevas tierras.

Mi patria, Costa Rica, no escapa a esta realidad. Y como en río revuelto habría ganancia de pescadores se me ocurren algunas cosas que podemos hacer (el estimado lector aportará las propias). En primer lugar, creo que documentar adecuadamente el nivel de respuesta de nuestro resiliente sistema de salud nacional y los resultados conseguidos al afrontar esta tremenda prueba es una gran idea. Estos datos pueden ser luego usados como insumos para publicidad y mercadeo de nuestro país – los financistas, las transnacionales y otras entidades supranacionales buscan confianza y seguridad a la hora de invertir. Ser un país “resistente a las pandemias” se convertiría en parte de nuestra marca-país, atrayendo nuevas industrias y empresas preocupadas por la ya mencionada dependencia con China y otras geografías.

Asimismo, los esquemas de teletrabajo entraron en servicio a marchas forzadas. Siendo así, vale la pena que las autoridades competentes (gerentes, directores, supervisores, tanto del sector público como privado) lleven a cabo mediciones y comparaciones de la productividad durante este período. ¿Para qué? Bueno, si no hay una disminución drástica de la misma – y ni hablar en caso de que aumente – pues tenemos entonces evidencia contundente de que es YA la hora de implementar esta política a gran escala. En algunas instituciones y/o departamentos, sería interesante medir la productividad inclusive a nivel individual: hay gente que simplemente no está lista para esto y otra que sí lo está.

La crisis resalta también la importancia de la conectividad, para así soportar adecuadamente un masivo teletrabajo. Costa Rica necesita con carácter de máxima urgencia implementar mejoras en las redes y velocidades de conexión de datos: estamos hablando de fibra óptica, conexiones simétricas, 5G, redundancia en los cables submarinos, etc.

Hay muchas otras aristas que analizar: aspectos como la independencia alimentaria, impulsar la digitalización & acceso remoto a todo tipo de trámites estatales, reforzar nuestras porosas fronteras terrestres, mayores filtros en puertos y aeropuertos, ofertar paquetes turísticos “blindados” (seguros de viaje, sin cargos por cambios, etc.). Se puede pensar también en telemedicina, en la regulación y estandarización de los actuales protocolos de limpieza en el transporte público. Hay muchos procesos por mejorar, como identificar cual es la frecuencia idónea para la entrega de medicamentos en la CCSS. Hasta el menor tránsito en las calles puede utilizarse para acelerar el trabajo en proyectos viales, puentes, mantenimiento ferroviario y similares. Y valga mencionar que todos deberíamos aprender de una vez y por todas la manera correcta de saludar, estornudar, toser y lavarse las manos: cuantas gripes, influenzas, resfriados y epidemias podrían evitarse; quitándole presión al sistema de seguridad social.

Como conclusión, comprendamos que no hay que llamarse a engaño: este tipo de eventos no solo se repetirá, sino que es posible que llegue a ser la nueva norma. El cambio climático, la globalización, los renacientes nacionalismos, las migraciones y las guerras comerciales así lo sugieren. Estamos ante lo que el Pentágono caracterizó como un mundo Volátil, Incierto, Complejo, Ambiguo (mundo “VUCA” por sus iniciales en inglés).

De forma tal que cuando perdamos, no perdamos la lección. Sigamos adelante: la patria nos necesita. Iba a despedirme con “un abrazo” pero mejor no: que sea un golpecito de codos.

Fernando

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PD: Les dejo abajo un video que le sube el ánimo a cualquiera – algo que todos necesitamos: ¡que regresen pronto los abrazos!

Inmigración para impulsar la economía costarricense

Voy directo al grano: propongo que nuestro país defina e implemente una agresiva política para atraer inmigrantes calificados, esto como un medio para impulsar la desanimada economía nacional. Puedo  ver desde ya miradas maliciosas pero ténganme paciencia, creo que la propuesta merece un análisis cuidadoso. Veamos:

Resulta y acontece que las empresas del sector de alta tecnología (informática, desarrollo de software, telecomunicaciones, entre otras) tienen serios problemas para encontrar personal para rellenar sus plazas pendientes. Esto suena ilógico ante el pico de desempleo que sufre el país (más del 11% según los últimos datos) pero no por eso deja de ser una realidad:. Es un hecho – lo invito a leer periódicos recientes. La triste ironía se explica por la enorme brecha entre el perfil general que buscan estas empresas VS el perfil promedio del desempleado actual. En otras palabras, el desempleado promedio no habla inglés de manera fluida ni mucho menos una segunda lengua extranjera. Tampoco ostenta una variedad de certificaciones técnicas en desarrollo de software o en paquetes informáticos específicos ni mucho menos cubre los requerimientos de experiencia en el área que exigen las transnacionales. Nos encontramos en un curioso escenario en el cual tenemos disponibles abundantes “martillos” cuando lo que se está demandando son “destornilladores”. Es aquí donde entra en acción esta propuesta: siendo esa la situación, propongo que Costa Rica establezca una política de atracción de migrantes altamente calificados: gente a la altura de los puestos vacantes en transnacionales. Podríamos equiparar el concepto con ejercicios similares conducidos por países como Canadá.  Ahora bien, la respuesta emocional del lector podría ser: “es absurdo, le estaría robando la plaza a gente de acá que tanto necesita trabajar”. Pero esa es precisamente la falacia: como explicamos anteriormente, precisamente no hay gente que pueda ocupar los puestos en cuestión, por lo tanto no se le está robando nada a nadie.  Veo venir ya al siguiente contraargumento: “¿Y qué ganamos trayendo más gente para acá?” Mucho, y por mi experiencia personal en transnacionales, lo sé de primera mano. En primer y fundamental lugar, más gente empleada en el sector formal de la economía significa más impuestos para el Estado, más cuotas para la CCSS y ante todo, más consumo para el mercado. Piénselo: esos eventuales inmigrantes calificados necesitan un techo para vivir, alimentación, transporte,  entretenimiento, etc. etc. Y son nuestros comerciantes, transportistas, restaurantes, cines y hoteles los que van a brindarles todo eso. En economía, esto es un ejemplo perfecto de “externalidad positiva” o “spill-over”, solo que la estaríamos persiguiendo de manera deliberada para así generar demanda laboral interna. Es como jugar billar: usamos una bola para meter la que nos interesa.  En tercer lugar, las empresas transnacionales cubrirían esas urgentes plazas pendientes, aumentando su nivel de satisfacción con la operación local, impulsándose de rebote nuevas expansiones y la llegada de nuevas corporaciones. Finalmente, sostengo que la exposición y roce de nuestra insular sociedad  con otras culturas es por sí mismo un beneficio, acercándonos un poquito más a este mundo tan globalizado.  Creo que don Isaac Felipe Azofeifa estaría de acuerdo con ello. Para cerrar, permítanme añadir que nuestro país es tremendamente atractivo desde el punto de vista turístico: somos conocidos a nivel mundial y quien nos visita quiere regresar y hasta quedarse por acá. Aprovechemos esa fama y establezcamos una política de promoción de migrantes calificados con cuotas, perfiles y nacionalidades cuidadosamente seleccionadas. Tanto el Estado, el desempleado nacional y nuestra sociedad saldrían ganando con ello. Ojalá y funcionara. Un abrazo solidario a todos los que se encuentran desempleados: ¡ánimo, fuerza Costa Rica!

Photo by Annie Spratt on Unsplash

¿Nos determina la semana? / Are we determined by the week?

VERSION EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW

Como un rayo necio y reincidente, esta idea me ha golpeado varias veces, principalmente los Domingos. Es uno de tantos pensamientos que me asaltan ese día por la noche, pues mi insomnio y crisis existenciales parecen estar programados en un ciclo semanal. Sí, los Domingos… como canta cierta melenuda artista canadiense: “isn´t it ironic?” Pero bueno, a lo que vinimos:

Es sencillo – sostengo que nuestras vidas modernas están determinadas en mayor medida de lo que tenemos presente por el actual modelo de “semana”. En este modelo hay dos obvios bloques: Lunes a Viernes para laborar y el fin de semana (Sábados y Domingos) como tiempo de ocio & descanso: siete días. Y lo que es más notable es que esta estructura es un concepto totalmente subjetivo – una construcción social y cultural – pero nada más. De hecho, la semana de siete días es una herencia religiosa de nuestros antepasados mesopotámicos, quienes asignaron un día para cada uno de los los siete mayores cuerpos celestes (Sol, Luna, Marte, Mercurio, Venus, Marte y Saturno). En otras palabras, no tiene un fundamento astronómico como el mes (asociado a los movimientos de la luna) o el año (que refleja el giro del sol y las estaciones), sino que es algo místico: un “número mágico” relativo a “los dioses”. Si le ponemos cabeza, no es una realidad objetiva: es un pacto, una herencia, un supuesto que todos hemos aceptado. Cuando el ser humano no conocía la agricultura y vagabamos por bosques y sábanas cazando y recolectando lo que comíamos, pues no existian días de la semana: todos los días eran iguales, si no se cazaba, no se comía. Esto fue así por milenios. La revolución de la agricultura y nuestro establecimiento en sitios fijos derivó en un día de descanso para algunos, pero en general no cambiaron mucho las cosas. No fue sino hasta el advenimiento de nuestra época moderna cuando, con economías de escala, mecanización e industrialización llegamos a tener – al menos los privilegiados -el presente modelo 5-2 (siempre encajonados por una herencia babilónica de siete días). Y vivimos en función del mismo, programando nuestras vidas completas en torno a este proceso semanal (“Living for the weekends” decía la frase que ví en una calcomanía hace poco). El tiempo con nuestras familias, nuestros ocios, paseos, trabajo; todo se enmarca en ese eterno ciclo. Pero… ¿Es este el mejor modelo para el siglo XXI? ¿Podemos pensar en como mejorarlo? Pienso que sí. Se me ocurren al menos los siguientes factores (presentados como preguntas) para analizar juntos este tema:

  • ¿Están “grabadas en piedra” las 8 horas por día o las 40 ó 48 horas semanales de trabajo? La respuesta es evidente, y es un “no”. Se abren entonces las posibilidades. ¿Qué tal hacer 10 horas diarias, cuatro días a la semana y liberar así un día cada semana? Tendríamos entonces fines de semana con tres días libres. Habrá inclusive quién prefiera laborar 12 horas días, tres días por semana y tener cuatro días libres. ¿Por qué no, si es ese el gusto de la persona?
  • ¿Se reducirán la cantidad de horas laborales? Todo apunta a que la respuesta a mediano plazo es un resonante “sí”. En 1870, el estadounidense promedio trabajaba 62 horas. En Alemania se laboraban 67 horas. Un francés se “partía el lomo” por 66 horas semanales, un español, 65. Para el año 2000, un norteamericano laboraba aprox. 40 horas cada 7 días, mientras que franceses y españoles trabajan aprox. 35 horas por semana. La conclusión es evidente: la tendencia es descendente y todo apunta a que seguirá así (recordemos que la llegada de la Inteligencia Artificial y otros avances tecnológicos que apuntan a un nuevo salto en la productividad).
  • ¿Queremos un solo “bloque” de descanso al final de la jornada semanal? Esta es una pregunta importante. Digo, ¿será lo mejor para nuestra salud física y mental el tener una sola pausa al final de un “sprint” continuo de trabajo semanal? ¿No será mejor tener dos pausas, algo así como laborar Lunes y Martes, descansar el Miércoles, para luego laborar Jueves y Viernes y cerrar con el fin de semana? Desconozco si hay estudios al respecto. Quizás algún amable lector nos pueda informar al respecto.
  • ¿Debe tener la semana siete días? Como se explica más arriba, a menos que Usted sea sumerio o babilónico, la respuesta sería un “no”. Deberíamos entonces abrirnos a la posibilidad de romper ese molde para evaluar la posibilidad de tractos más largos de trabajo o descanso, utilizando para ello medios días de labores u otras ideas novedosas – según las necesidades y gustos de cada quien. Ni siquiera tendría que ser algo fijo: ¿qué tal semanas de 15 días, seguidas por otras de siete, o cualquiera otra combinación?
  • ¿Estamos considerando en suficiente medida las demandas de flexibilidad del ciudadano moderno? La sociedad sigue evolucionando: las expectativas y gustos de la generación “Millenial” son muy diferentes a los “baby-boomers” o los gen-X; por no mencionar la generación Z. Cada día la sociedad se vuelve más conectada, más móvil, más dependiente de la tecnología. Los modelos laborales cambian: el “freelancing” y la “gig-economy” están al alza. Se trabaja cada vez más desde la casa, desde sitios de “co-working”, desde aeropuertos, estaciones y parques. La tendencia es a una cada vez mayor libertad, movilidad, telepresencia.

Visto todo lo anterior, mi conclusión preliminar es que nuestro “pacto social sobre la semana” se ha quedado corto. Necesitamos (muy especialmente en mi país) aumentar la flexibilidad de los modelos laborales y su sustrato legal. Es urgente proveer mayor agilidad y adaptabilidad al marco legal de forma tal que se adapte a las demandas personales y empresariales de un nuevo siglo. Laboramos por décadas: lo correcto es que el diseño de la semana responda no solo a fundamentos históricos o corporativos. Creo que hemos alcanzado la madurez suficiente como civilización para considerar también a la sociedad, a la familia y últimamente al individuo y su salud física y mental. Solo así diseñaremos una “semana” a la altura de los tiempos.

Les escucho ahora. Hasta la próxima,

Fernando

ENGLISH VERSION / VERSION EN ESPAÑOL ARRIBA

Matching a stubborn and cyclical lightning storm, this idea has hit me several times, mainly on Sundays. It is one of those thoughts that assault me that day of the week, powered by my insomnia and weekly existential crisis. Yes, on Sundays… as A. Morissette sings: “isn´t it ironic, don´t you think?” Anyway, to our business:

It´s simple – I state that our modern lives are excessively (and unconsciously) determined by the actual model of that entity called the “week”; which has two clear blocks: Mon-Fri to work, Sat-Sun for our leisure. Perhaps the most noticeable thing is that the “week” is a subjective concept… a social/cultural construction but nothing else. In fact, the seven-days week is a religious “inheritance” from ancient Mesopotamia. The first know civilization assigned a day to each one of the major heavenly bodies: Sun, Moon, Mars, Mercury, Venus and Saturn. Hence, the seven-days week is not even based on astronomical events like the month is (associated to the movements of the moon) or the 365-days year, linked to the Sun´s cycle. It is just a “magical number”, mystically reflecting the “gods”. Think about it – it´s no objective reality: it is a pact, an agreement, an omnipresent assumption of this modern world. When Humanity wandered as hunter-gatherers, there were no weekdays. Every day was the same: you don´t hunt, you don´t eat. This was the tone for millennia. The agriculture revolution and our establishment in fixed sites (cities) led to a day of leisure for some, but in general things didn´t change a lot. It was not until our modern times that, through economies of scale, mechanization and industrialization, we have come to the 5-2 model. And our lives revolve around this 7 days weekly process (“Living for the weekends”, read a sticker I recently saw on a bumper). The time we spend with our families, our leisure, travel, work… everything moves around this seemingly eternal cycle. But… Is this the best model for the XXI century? Can we improve it? I think so. I believe that we need to consider (at least) the following factors when the time for re-engineering comes. I have listed them as questions, below:

  • Are the 8-hours per day & the 40 or 48 days per week “carved in stone”? The answer is evident and it is a “no”. Possibilities are open. What about doing 10 work hours per day, thus freeing up 1 day per week? a 3-days weekend sounds good, doesn´t it? And there would be individuals who prefer working 12 hours for three-days a week, and having 4 days free. Why not, if that is your preference?
  • Are work hours reducing? Everything points to a positive answer. In 1870, the average american worked for 62 (!) hours per week. In Germany, it was 67. A french person hit 66, and in Spain the average was 65. 130 years later (year 2000), the american marks 40. Spaniards and French hit approx. 35. The conclusion is evident: the trend is about a reduction in the work hours and it points to keep like that. The dawn of AI and general tech progress points toward new productivity, empowering this trend into the future.
  • Do we want a single “block” of leisure at the end of the workweek? This is an important question. I mean, is it the best for our physical and mental health to have a single pause at the end of a long, continuous sprint of work per week? Wouldn´t it be wiser to have two pauses, such as working on Mon-Tue, resting on Wed, and then resuming during Thu and Fri before jumping into the weekend? This I don´t know. Perhaps a kind reader can enlighten us on this topic.
  • Is the week necessarily a 7 days thing? As explained above, unless you are a Sumerian or Babylonian guy, probably not. I believe it is worth at least to revisit the idea. Perhaps extended periods of work followed by recurrent vacations could be an option for some of us, perhaps fueled through a work part-time model. Moreover, it doesn´t needs to be constant: what about a 15 days week followed by a seven days one, or any other that should apply?
  • Are we sufficiently considering the flexibility needs of the modern citizen? Society keeps evolving: the expectations and needs of a Millennial are very different from the ones of a Baby-Boomer, a Gen-X or a Gen-Z. Every day society gets more connected, more mobile, more dependent on tech. Labor models shift: freelancing and the gig-economy are on the rise. We work, every day more, from home, from co-working (shared) spaces, from airports, train stations, cars and parks. The trend is about liberty, mobility, tele-presence.

As per all the above, my preliminary conclusion is that our “social pact on the week” has gone elderly and outdated. We need (especially in my beloved homeland) to augment the flexibility of the labor model and its legal foundations. Its urgent to provide agility and adaptability to the legal normative, for it to abide to the personal and corporate needs of this new century. We work for 45 or 50 YEARS. The correct thing to do is to have a week design based not only on historical or corporate demands. I strongly believe that we, as a civilization, have reached the maturity level to consider also society, family and the very individual when crafting that elusive yet omnipresent entity called the “week”.

Now, what do you think?

See you soon,

Fernando

Fuentes:

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Repartiendo la riqueza mundial / Equally distributing world´s wealth

VERSIÓN EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW

A pesar de ser datos fundamentales para entender este agitado mundo, casi ninguno de nosotros se ha preguntado a cuánto asciende el valor de todo lo que genera la Humanidad (productos, servicios, transacciones) en un período de tiempo, digamos en un año. Y mucho menos, cuanto le tocaría a cada persona si esa riqueza se repartiera equitativamente (“por parejo”) entre cada ser humano viviente en el 3er planeta desde el Sol. Me entró la curiosidad y me puse a investigar . Les cuento muy brevemente lo que encontré y mis conclusiones iniciales…

Comencemos entonces. Tenemos camino avanzado, pues casi sin darnos cuenta hemos definido ya el PIB, o Producto Interno Bruto: dijimos que es “el valor económico de todo lo que se genera en un periodo de tiempo” – normalmente en 1 año calendario. Y cuando hablamos de lo que produce el planeta, es un número brutalmente (pun intended) grande. Voy a usar datos del año 2017 puesto que estaban más a la mano – el PIB mundial fue por la suma nada despreciable de aprox. 80 mil billones de dólares (números redondos). Ahora bien, en el 2017 había aprox. 7.700 millones de personas respirando sobre la faz de la Tierra. Si dividimos la riqueza por la cantidad de personas, ¡zaz!, obtenemos el PIB per cápita (“PIB por testuz”, podríamos decir también). Según el Banco Mundial (“World Bank”), ese número asciende a USD $10,726.00. Ese dato no dice nada por sí mismo, pero se vuelve muy interesante cuando lo COMPARAMOS con algo más… por ejemplo, el PIB de mi propio país, la pequeña Costa Rica con sus 5 millones de habitantes. El PIB costarricense asciende a USD $11,677.26… menos de mil dólares de diferencia con el promedio global. ¿Y qué hay de otros “PIB por testuz”? Pues en orden ascendente, el de la India (con sus más de 1,300 millones de habitantes, el 17% de la población mundial) es de magros $1,942.10 anuales. China (más de 1,400 millones de personas, 18% del mundo): $8,827 dólares anuales por persona. Brasil (211 millones de personas): $9,821.44 dólares. Los casi 513 millones de habitantes de la Unión Europea reciben mas de $33,700 dólares al año. Y los 327 millones estadounidenses (4% de la población global) gozan de un promedio de casi $60,000 anuales. Hmmm…

La conclusión fundamental de todo esto es tristemente evidente: la riqueza mundial está distribuida de manera absurdamente desigual. Y digo “absurdamente” porque más allá de apostolar por una repartición aritméticamente idéntica (un perfecto y utópico comunismo, doctrina de la cual, valga mencionar, no soy ni lejanamente adepto), hay algo fundamentalmente mal en el hecho de que, en promedio, una persona de la India reciba 30 veces menos ingresos anuales que un norteamericano, por no hablar de ejemplos extremos (eg, Luxemburgo con más de $120,000 anuales VS Somalia con unos ruines, tristes, paupérrimos $100 (sí, cien dólares aprox.) ANUALES para cada uno de sus 15 millones de mujeres, hombres y niños. Sigo: la producción mundial de riqueza alcanza para garantizar condiciones más que aceptables de vida para todos en este planeta. Lo sé porque , en términos generales, se vive bien en mi país, el cual tiene un PIB anual similar al promedio mundial. Ahora bien, sé también que este asunto tiene muchos otros matices y detalles técnicos & financieros, como por ejemplo el efecto de la paridad del poder de compra (PPC) y el increíble y distorsionante hecho de que más del 40% de las inversiones directas son en realidad movimientos corporativos vacíos para evadir impuestos, sobre todo en paraísos fiscales. Además, los valores fluctúan y en ocasiones no poco de acuerdo con la fuente. Pero a pesar de los pesares, la conclusión de fondo se sostiene: hay suficiente para todos. Dato final (la cereza en este pastel con sabor a dólar): las 26 personas más ricas del mundo disfrutan de más riqueza que los 3,800 millones de habitantes más pobres del planeta: la mitad de la Humanidad.

Mucho se está hablando de la desigualdad actualmente. Y yo ciertamente no tengo la solución a este complejo tema. Pero creo que estar objetivamente conscientes del tema, compartiendo algunos de estos chocantes datos, es un primer paso y, si se quiere, una pequeña contribución que empuja en la dirección correcta. Entonces, pregunto y me pregunto: ¿qué hacemos? Les escucho…

Fernando

ENGLISH VERSION / VERSION EN ESPAÑOL MÁS ARRIBA

In spite of being basic facts needed for a proper understanding of this troubled world, few of us have questioned how much does Humanity produces, meaning the value of all what we create during, say, a year. And even worse, fewer of us have asked how much of that wealth (products, services, transactions) should be assigned to each inhabitant of the world, assuming an equal distribution (share) of it. Well, I got curious and researched a little bit on it (thanks, World Bank for the data!). Let me share what I found and my initial conclusions…

Let´s start. We got already a nice way covered, since we have inadvertently defined GDP: “the economic value of all what is generated in a period of time” (normally, 1 calendar year). And when we are talking about World GDP, the number is colossal. Using 2017 data (it was the latest one at hand), world´s GDP reached approx. 80 trillion USD. Now, in 2017 there were about 7,700 million people alive on the third planet from the Sun. It´s a matter then of dividing the value of all what we produced between that population and bam!, we got GDP per capita (“per cranium”, we could say). According to the World Bank, the “magical number” is USD $10,726.00. Now that doesn´t says a lot by itself, but it becomes quite interesting when we COMPARE it with something else… for example, GDP per capita for my homeland, Costa Rica and its five million inhabitants. Costarrican GDP per capita is USD $11,677.26… less than a thousand dollars of difference with the world anual average. Let´s see other examples: India (more than 1,300 million persons, 17% of the globe´s population): sad $1,942.10 per year. China (world´s most populated country, 1,400 millions, 18% of us all): $8,827 dollars per Chinese. Brazil (211 million football lovers): USD $9,821.44 . The 513 million inhabitants of the European Union enjoy $33,700 of GDP per person/year. And the population of 327 million US citizens (4% of the globe´s population) a not-that-bad $60,000 per year. Hmmm…

The fundamental conclusion of all these numbers is regretful and evident: the world´s wealth is distributed in an absurdly unequal way. And I say “absurd” not in the light of preaching for a perfectly arithmetically distribution of wealth (an utopic communism, ideology I certainly reject) but there is something utterly wrong in the fact that a citizen of India (in average) receives 30 times less than a national of the US, not to speak of extreme examples (eg, Luxembourg with more than $120,000 per person per year VS Somalia with sad, astounding, cruel $100 (yes, approx. hundred dollars per YEAR) for each of its 15 million men, women and children. Furthermore, the planet´s production of wealth is enough to guarantee more than acceptable living conditions to everyone. I know because, in general terms, the living conditions are more than acceptable in my own country, which has a GDP per capita quite similar to the world´s average. Now I also know that there are lots of tech nuances and economical details to consider, such as purchasing power parity (PPP) and the incredible fact that 40% of direct investments are really empty corporate financial moves intended to evade taxes, not to mention that all these numbers vary somewhat according to the source. But the core conclusion stands: there is enough for all of us. Final fact (the cherry on top of this dollar-flavored pie): the 26 richest individuals in the world enjoy more wealth than the 3,800 million poorest of us (50% of Humanity!).

There is a lot of fuzz right now about this inequality topic. And I certainly don´t have the answer. But I believe that being objectively conscious of all these facts, and sharing this shocking data, is a step in the right direction. Hence, I ask myself and I ask You: what shall we do? I am all ears….

Fernando

Photo by Daniele Fantin on Unsplash

Sources: 

  • https://data.worldbank.org/ 
  • https://www.oxfam.org/en/even-it/5-shocking-facts-about-extreme-global-inequality-and-how-even-it-davos 
  • https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_GDP_(nominal)_per_capita