Decisions, Procedures & HIPPOs
If there´s a moment in the organizational day-by-day that majestically embodies the term “Governance” that is the moment of making an important joint decision. What amazes me day in, day out is the absence of an “architected” approach to those moments of truth. In my experience, regardless the size of the organization, its industry and maturity level decisions are quite generally taken using a “primitive” procedure that exists just due to momentum and lack of critical thinking. In the coming lines I intend to raise this situation to the reader´s awareness and provide some food for thought for you all.
Let´s start with an example. July, CIO, is presiding the monthly IT Security SteerCo for ABC Enterprises. As per the recent increase of cybersecurity attacks, the committee must make a decision. They need to increase their IT security level. Thus, they need to choose between several IT Security suites and providers. The meeting begins somewhat late and there are solely 30min booked. To make things worse, conversation digresses and when the topic comes up, July takes command of the call and states her preference. Tommy, CSO, has concerns about the suggested solution, particularly with the 3rd party implementer. Mark, IT Ops Director, too, but more from the solution itself perspective. He has heard negative feedback from peers in other organizations. Luke, CTO, has no particular position. Ditto for Emiley, PMO Lead. The clock relentlessly spins its arms and after some discussions, the “Five minutes left in meeting” alarm pops-up in everyone screens. July takes again command of the meeting and states: “Okay, let´s get to a decision – every day that passes we are at risk, we must not postpone this anymore. I also have to jump to another call. I vote for the mentioned software, and I can have our friends from SuperDeploy next week on-site to define the implementation approach in order to get a formal proposal. So what is your final take, Tommy?” Tommy feels the pressure, he´s put on the spot. So he concedes. Mark makes a couple final rebukes but alas, “if July and Tommy agree, well, me too. So, yes”. The rest of the team robotically say “yes” and that´s it. The team adjourns the phone bridge. And we all say, “Geez, so, what just happened here?”
If you were paying attention, I guess you came to the conclusion that the aforementioned meeting was engineered to fail. Or more precisely, it lacked engineering. It was an ad-hoc, impromptu improvisation with no script, no guide, no agenda and no method, particularly for the moment of truth (the voting exercise). This is my core point: smart, logical, fact-based decisions are not taken like this. The scenario was perhaps exaggerated (lack of punctuality, lack of focus, short timeframe, etc.) but I think that we all have seen stuff like this in our careers. The voting exercise is the summit and culmination of it all. Once July makes her preference utterly clear and public (and that is the Highest Paid Personal Position or HIPPO) there is nothing left to be said. Her CIO role and commanding style pushes the rest of the attendees toward her preference. And the decision is taken.
So what´s to be done? I don´t have a one-size-fits-all answer, but First thing is to be aware of this issue which seems to affect us like a chronic disease to which we have become anesthetized. Secondly, I believe that this is the type of meeting (and particularly in a WFH / Remote culture) is the one that demands a more strict business approach: punctuality, pre-defined agenda, pre-defined time-slots, pre-defined priorities, pre-defined roles (eg, note-taker, chairman, etc.). And Third, I say that voting must not be taken lightly. The HIPPO(s) must be left at the end, for obvious reasons. If possible, the possibility of simultaneous voting tools should be considered, and perhaps in some cases, even private voting. Disclaimers should be warranted. Even second debates for final endorsement, maybe, in business critical matters. It´s a matter of creativity and tweaking an adequate solution for each org.
At the end, I believe the point is clear now: “Management is doing things right”, said Drucker. Let´s make sure that the second part of his quote – “Leadership is doing the right things” works out during voting exercises.
Fernando
Opinión: Seduciendo al idiota que hay en mí
De sirenas, políticos y ahogados…
Una vez más y como le sucede continuamente a este su ensayista aficionado favorito (¡Plop!), pues me ha picado una idea. Como en tantas ocasiones, sucedió mientras tomaba una ducha. Me bajaba el champú por la cara (higiene antes que calvicie) y recordé un par de videos y noticias sobre campañas políticas muy actuales en un gran país del norte. En medio del jabón y la comezón en los ojos tuve que sonreír una vez más. Fue una sonrisa algo mordaz, mitad satírica, mitad tristona, con acentos de punzante ironía y notas de estoica aceptación. Noté de repente que tenía también un fuerte sabor a champú, lo que me trajo de vuelta a la realidad entre vertiginosos enjuagues faciales. Me propuse entonces poner por escrito el tema, para mi propia salud mental y nuestra íntima conversación. Les cuento ahora, ya seco y confortable, lo que estaba pensado.
Pensaba que la Política -con “P” mayúscula de “Planificar”, de “Perspectiva”, de “Pensar” -se supone que coloca en puestos críticos a personas calificadas para los mismos. Debería ser la venturosa conjunción de una demanda de altos requisitos con una oferta por ello muy especializada. Los puestos Políticos (senadores, alcaldes, ministros, presidentes, diputados y afines) demandan conocimiento, entrega y ética. Pero en estos tiempos que corren, los políticos (ahora sí, con “p” minúscula de “pillo”, de “patán”) son cualquier cosa menos eso. Hoy más que nunca los políticos (o para mayor precisión, la imagen que representan, construida a través de sus equipos de campaña, consultores y otros engendros de esa ralea) son más bien magos de feria. Diríamos, prestidigitadores baratos dedicados a distraer nuestra atención. Apelan a recursos audiovisuales, a retórica de embustero, a aspavientos infantiles. ¿Cómo es posible que haya políticos que aspiran a elegirse con eslóganes como “Balas, Bebés, Jesús”? (no me pregunten…) ¿Cómo puede un político en ejercicio de un cargo público de primer nivel dejarse decir que el gobierno “quiere saber a qué hora va usted al inodoro”? ¿Cómo puede alguien argumentar que las armas automáticas con que se cometen las masacres no son de manera alguna un elemento en esas tragedias? Estas y otras muchas preguntas me hacía yo mientras aplicaba el champú. Creo que emiten estos horripilantes cantos porque nos saben marineros asustados en medio de las tormentas actuales, con oídos prestos a sus voces de sirena. Son voces que simplifican problemas complejos, tonadas que cargan las culpas en “otros”, melodías que bloquean las conversaciones importantes. Entonces y a partir de burlas, cortinas de humo y otras canalladas matan la conversación. Y nosotros, como hipnotizados, ni nos hemos percatado de nada. Se acabó el diálogo y el debates. Sin apenas notarlo nos estamos dando de batazos defendiendo a la sirena de nuestra predilección. ¿Y el cambio climático? ¿Y la economía? ¿Y la desigualdad? ¿Y la deforestación? Nada, cero, conjunto vacío. De aquellos virulentos polvos, estos radioactivos lodos. Porque, de nuevo, de lo que se trata es de embrujarnos, de hechizarnos, de encontrar una fibra sensible (armas, aborto, religión… lo que sea) ante lo cual el resto del mundo se desvanezca ante nuestros ojos y convierta al político en un mesías de pacotilla. Se vende como ungido salvador para su ejército de hipnotizados seguidores con anteojeras ideológicas que aseguran paso de percherón.
“¿Qué hay de nuevo en todo esto?”, se preguntarán. Pues nada y todo. Nada porque los políticos siempre han utilizado este tipo de estratagemas. Todo, porque antes se trataba de la sirena que cantara más afinada, la de la mejor tonada. Antes también vendían humo, pero humo no tóxico. Hoy en día la calidad del gusto político promedio está a la par del musical, pues ahora se trata de seguir a la sirena más estruendosa, la más discordante, la más tóxica. A ratos pareciera que intencionalmente buscamos la peor opción. Algo así como locura colectiva. Nos guían solo las emociones, el enojo, nuestro cerebro primitivo, el “imbécil” reactivo e impulsivo que habita en mí. A ese tipejo no le importan razonamientos ni argumentaciones, una vez que se ha decantado por una opción, parece misión imposible sacarlo de su trinchera por más evidencias que salgan a la luz. ¿Por qué cuesta tanto decir “me equivoqué”? ¿Por qué tanto orgullo de nuestra parte? ¿Por qué hacemos de la política algo personal y eminentemente subjetivo, sin espacio alguno para la razón y los acuerdos? ¿Por qué siempre el grito y nunca la escucha? ¿Por qué?
Usualmente las referencias a las sirenas mencionan su belleza y sus cautivantes cantos. Lo que olvidamos de esta leyenda es la segunda y trágica parte del mito. Sí, aquella que cuenta que si un desgraciado marinero les escuchaba se lanzaba por la borda, siguiéndolas embelesado hasta el fondo para no salir jamás. Cuidado. Si vamos a prestar oídos a las sirenas modernas, hagamos las de Ulises y atémonos al mástil de la razón. Mejor aún, hagamos lo que su tripulación y tapémonos los oídos: somos débiles y ellas muy seductoras. La democracia actual se está convirtiendo en un circo de lo grotesco más que un análisis colectivo de problemas, contextos y candidatos. Y de paso, la turba de sirenas políticas está descoyuntando la sociedad.
Siento la necesidad urgente de otra ducha, les dejo.
Fernando
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PS: ya que estamos hablando de sirenas, terminemos con una nota más positiva. Un clásico…
Ardiente Búsqueda de Nuestra Ignorancia
El 4 de Julio de 1776 se redactó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en un salón de Filadelfia. En su segundo párrafo nos lega una frase para la posteridad:
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.”
Quisiera nos enfocáramos en el cierre de la frase, en esa “búsqueda de la felicidad”, en particular, en la parte de la “búsqueda” como tal. Déjenme explicarles: vi una charla Ted que me ha impactado profundamente (se las comparto más abajo para que la disfruten). La charla versa sobre búsqueda – particularmente, la búsqueda de la Ignorancia. Su autor y presentador, Stuart Firestein, nos ilumina con una revolucionaria y esclarecedora propuesta: nos propone que revirtamos todo el modelo mental que tenemos en torno a la ciencia & el conocimiento y su eterna danza con la ignorancia & lo desconocido. Firestein nos propone que invirtamos el orden de los factores, porque no se trata de que de la ignorancia nazca el conocimiento. Todo lo contrario: es un mayor conocimiento el que nos genera una mayor & mejor ignorancia. Para mí esa es una idea que verdaderamente merece la pena difundir.
Cuando escucho su discurso, vienen a mi mente algunas frases y aforismos de las grandes mentes de la historia. Permítaseme citar a algunos de estos ilustres difuntos, pues como bromea Firestein, no hay que dejar a alguien fuera de la conversación solo por estar muerto: “Al ampliar el campo del conocimiento, no hacemos sino aumentar el horizonte de la ignorancia” (Miller), “La verdadera ciencia enseña, por encima de todo, a dudar y a ser ignorante” (Unamuno), “Nuestro conocimiento es necesariamente finito, mientras que nuestra ignorancia es necesariamente infinita” (Popper), “Solo sé que nada sé” (Sócrates), “El gran problema con la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas” (Rusell). Dejemos la colección de citas afines al tema hasta aquí y que los finados no mencionados no se nos resientan: se les deja por fuera no por cadavéricos sino por pragmatismo.
Y sí, todos hemos escuchado alguna vez estas frases pero la presentación hinca el dedo en el meollo de la cuestión: es directa, divertida, didáctica. El autor nos impulsa a aceptar que el cuestionarse más y mejor no es sino el resultado directo de nuestro conocimiento. Porque no se trata de que, al saber más, haya menos por preguntarse y aprender, sino todo lo contrario – saber más nos eleva lo cual nos permite observar un panorama con nuevas cumbres por conquistar. Firestein se da el lujo de incluir al final de la breve alocución de poco más de dieciocho minutos una crítica a lo que denomina nuestro sistema “bulímico” de educación, el cual fuerza a los estudiantes a la ingesta desbordada de datos y conocimientos para luego escupirlos en los exámenes; sin mayor crecimiento intelectual de por medio.
Les insto de nuevo a tomarse el tiempo y mirar la disertación. Vivir es buscar y experimentar. Preguntar es casi un sinónimo de lo mismo – más sabiduría & conocimiento es causal directo de más y mejores preguntas. Saber es bueno, preguntar es mejor. Conocer es valioso, explorar es superior. Memorizar es útil, pero pensar es existir (se nos ha colado el difunto René en el tema subrepticiamente, aparentemente no quería quedarse por fuera…). Pensar nos hace humanos. Buscadores de felicidad y de ignorancia. Pensemos, pues.
Un abrazo,
Fernando
PD: hay un libro sobre el tema por el autor, les comparto el enlace aquí.
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OPINION: ¡A la gran Putin!
“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. (…)” Así inicia “Historia de dos Ciudades” de Charles Dickens, publicada en tirajes semanales a partir del ya lejano mes de septiembre de 1859 (hace más de ciento sesenta años). Esas pocas líneas resumen el sentir de la época post-napoleónica, donde el desarrollo asociado a la Primera Revolución Industrial se entremezclaba con los dolores propios de un desquiciado crecimiento. Hubo epidemias, desigualdad, pobreza, polución. Pasmosamente, también es una excelente descripción de este mes de Marzo del 2022. Ahora bien, no suscribo aquello de una teoría circular de la historia humana. Creo que se asemeja más bien una espiral ascendente o quizá a un doloroso ascenso con reiteradas caídas y retrocesos. Sin embargo, debo aceptar que la invasión a Ucrania por parte de la Rusia de Putin ha sido un verdadero golpe a la esperanza, un retroceso al orden mundial que costará décadas a la Humanidad.
Por supuesto, el sufrimiento humano asociada a la guerra es el telón de fondo. Esto es una guerra (dejemos los maquillajes de vocablos para el Kremlin). La guerra es “monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente” (L. Gieco). Toda guerra es sangre y muerte, pero esta conflagración tiene connotaciones particulares. Y no me refiero al espectro nuclear (“MAD” – Mutual Assured Destruction, Destrucción Mutua Asegurada), pues es una remota posibilidad. Me refiero más bien a las implicaciones presentes y futuras de hechos ya consumados. En primer lugar, el desplome de un respeto al orden internacional construido lenta y dolorosamente a partir de la Guerra de los 30 Años (siglo XVII) hasta su culminación con la victoria aliada durante la Segunda Guerra Mundial y la arquitectura de las Naciones Unidas y otras instituciones por F. D. Roosevelt y otros dirigentes. Ese orden no es perfecto y ha catapultado a los Estados Unidos como “imperio dominante” a través de “injustas” ventajas estratégicas (e.g, el dólar como moneda internacional de reserva, entre tantas otras). Pero entendamos que la historia la escriben los vencedores y ese orden, por defectuoso que fuere, fue un sistema que contuvo las macro-conflagraciones a nivel global por más de 70 años y evitó que los países se fagocitaran unos a otros. No era poca cosa. Esto parece haber llegado a su fin. De manera tal que hoy por hoy estamos viendo un nuevo capítulo de la historia, en donde dos “bloques” más o menos macizos se enfrentan entre sí. ¿Qué es lo que van a hacer esta noche? Lo mismo que hacen todas las noches, Pinky, ¡Tratar de conquistar al mundo!”. A mí en lo personal ese propósito me parece igualmente ridículo en boca de Cerebro o en la de los líderes mundiales: no podemos mandarnos ni a nosotros mismos y aspiramos a ser jueces, jurado y verdugo del mundo. En fin. Lo cierto es que los equivalentes al ambicioso ratón son Rusia & China por un lado y Occidente por otro (Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido, Japón, Australia y otros). ¿Cómo terminará este “juego”? Mi opinión personal es que será inevitable que a largo plazo termine dominando China. Tiene las fichas ganadoras: una gigantesca población, una nueva “Ruta de la Seda”, la gobernabilidad que confiere un sistema mono-partido. Ante todo, cuenta con la ventaja derivada de la decadencia educativa y social de Occidente. Creo además que esto no se consumará sino hasta unos 25 ó 30 años en el futuro, y aún cuando se confirme esta predicción, la victoria no será completa. Occidente permanecerá ahí como un relevante poder secundario.
Sin embargo, mi frustración personal no brota de lo anterior. A ver, “guerra” rima con “Tierra” desde los albores de la Humanidad: por más doloroso que sea lo que vemos en las noticias, no es algo novedoso. Los imperios nacen y caen, es así y no hay mucha vuelta de hoja. Lo que me perturba es que – a mi parecer – por primera vez en la Historia se nos están juntando los peores males de dos siglos en un único momento histórico. El señor Putin nos ha traído un refrito del pulso Soviético – Occidental del siglo XX aunque todos sabemos que segundas partes nunca son buenas… especialmente cuando se trata de recalentar una Guerra Fría (pun intended). Y esto nos está costando el distraernos de los acuciantes problemas del siglo XXI. Se ha perdido el foco mediático, que ya no se centra en los problemas globales que requieren soluciones globales. Me refiero a pandemias, algoritmos perversos, polución masiva y sobre todo el mal llamado calentamiento global (pusilánime eufemismo para referirse a la destrucción masiva del medio ambiente, como bien lo ha señaladp el genial Noam Chomsky). La historia recuerda a un villano con el seudónimo de “El Empalador”. Bien pudiera ser que este otro Vlad termine siendo para la posteridad “El Rostizador”.
De manera tal que hoy más que nunca el pasado sabotea al futuro. Los recursos financieros, logísticos, tecnológicos y sociales que deberíamos enfocar en garantizar la sana habitabilidad del planeta para las futuras generaciones (y digo generaciones tanto humanas como animales y vegetales, pues estamos todos “atrapados” e interrelacionados en esta misma “canica azul”) los estamos dilapidando literalmente en pólvora. Soluciones hay, pero hay que ponerse a trabajar. Hoy me siento pesimista. A veces pienso que la espiral es más bien descendente. Quizás me equivoque y estos eventos devengan en menor dependencia de los combustibles fósiles y una victoria de los regímenes democráticos. Pero hoy por hoy – Marzo del 2022 – pareciera que el “caballo negro” se le adelanta por una cabeza al “caballo blanco”, parafraseando la bella metáfora acuñada por el sabio Jared Diamond.
Diantres, por una cabeza; cantaba Gardel.
Un abrazo,
Fernando
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Opinion: SECUESTRO de la MORAL
Me lo he preguntado en múltiples ocasiones y no tengo una explicación convincente. Bueno, pero primero lo primero pues no le he dicho de lo que estoy hablando. Resulta que tengo la costumbre (buena o mala, tampoco lo sé) de asomarme de vez en cuando a los comentarios de los lectores en diferentes diarios digitales, locales e internacionales. Y lo que se lee ahí es, por decir lo menos, simplemente espeluznante. Lo mismo aplica a las redes sociales, por supuesto, pero tengo ya años de haber limitado seriamente su uso.
Bueno, a lo que vinimos. Lo que veo en esos comentarios es el ataque directo al prójimo – un ataque
inmisericorde, sin ninguna contemplación. Hay insultos, menosprecio, argumentos falaces, sandeces y odio visceral. A mi me parece que buena parte de este comportamiento nace de un postulado cardinal que funciona de manera inconsciente en nuestras mentes. Ese postulado es, más o menos, el siguiente: “Ser bueno(a) equivale a ser X. Yo soy X, por lo tanto soy bueno(a). Él/ella no es X. Por lo tanto él/ella es mala. Los malos(as) deben ser castigados. Por tanto, yo como bueno(a) que soy debo corregirlo (s)(a)(as)”. Examinemos racionalmente esta “matemática del odio” para ver qué tanto se sostiene esta “lógica”. Sugiero que hagamos la disección invirtiendo el orden de las proposiciones, para dejar el punto central de este escrito como cierre.
Dice la “matemática del odio” que “como yo soy bueno debo corregirlo a Usted”. En primer lugar, ¿quién dice que “yo” debo andar enmendando entuertos? ¿quién lo nombró a Usted (o a mí) Superhéroe, pontífice, Mesías o Redentor? No soy persona religiosa, pero ciertamente apoyo aquello de que “aquel que esté libre de pecado tire la primera piedra”. Porque juzgar es tan fácil. Estamos tan prestos a subirnos en el podio de nuestra absurda superioridad moral, espiritual, religiosa, política, ideológica, plutocrática, clasista, racista, xenofóbica y desde ese trono divino lanzar rayos cual Zeus rabioso. Lamentable.
La “ecuación del rencor” también postula que “los malos deben ser castigados”. Bueno, si se trata de un criminal justamente sentenciado, ya lo creo que sí. Pero… ¿qué estamos entendiendo como “malo” en este contexto? ¿Es malo o mala alguien solo porque no opina como yo? ¿Tengo que arrancarle la cabeza a un fulano que no conozco solo porque apoya a otro equipo de futbol? ¿Tengo que despellejar vivo a alguien en redes sociales solo porque apoya a otro candidato político? ¿Tengo que irrespetar su familia solo porque no compartimos el mismo credo? Además, aún en el caso de una actuación “mala” por parte de mi ofensor, ¿de verdad será el “castigo” la primera herramienta a la cual echar mano? Ojo por ojo y terminaremos todos ciegos, decían por ahí. Calma. Esa impulsividad animal, instintiva, irreflexiva nos está destrozando: de Homo Sapiens a Homo Fatuus. Somos la generación del Hombre Estúpido. Es difícil, lo sabemos, el empatizar y comprender. Pero cada quien carga en el alma con historias, herencias, traumas, contexto, familia, sufrimientos. Hay una persona detrás de ese “comentario”.
Finalmente, el “álgebra del aborrecimiento” enuncia que “Ser bueno equivale a ser X. Yo soy X, por lo tanto soy bueno. Él/ella no es X. Por lo tanto él/ella es mala.” Estamos llegando a la mera médula de este asunto. Pongamos esto a prueba. Sustituyamos X por cualquier etiqueta, cualquier denominador ideológico o semejante que a Usted se le ocurra. Entonces, sea X = “católico”, “evangélico”, “liberacionista”, “progresista”, “conservador”, “religioso”, “ateo”, “rico”, “pobre”, “blanco”, “negro”, “flaco”, “gordo”, “costarricense”, “demócrata”, “republicano”, “latino”, “anglosajón”, “europeo”, “africano”, “chino”, “ruso”, “saprissista”, “herediano”, “liguista”, “culé”, “colchonero”, etc. etc. Es decir, la ética, los valores, lo “bueno” le pertenece a cualquiera de estas etiquetas… y por ende los que así no se identifiquen son “malos”. Somos como terroristas secuestrando el avión de la moral, de la decencia, de lo correcto. Lo reclamamos como propio y le ponemos el logotipo de nuestra fuerza áerea. Luego llenamos la aeronave de proyectiles y muy orgullosos cañoneamos a todos los que no izan nuestra bandera. Porque, al fin y al cabo, yo soy el bueno, ¿no? Nadie quiere ser el malo. O al menos, no queremos aceptar fácilmente nuestra mala conducta.
¿Ve usted el sinsentido? ¿Bajo esta lógica, no podría la otra persona inferir que el que está mal soy yo y por ello darme a mí un garrotazo por la cabeza? Esta es la fuente última del odio que nos carcome las entrañas: nuestra incapacidad de respetar la idiosincrasia, la diferencia, la individualidad de nuestros semejantes sin juzgarlos a priori por ello. Son diferentes y punto. Ni buenos ni malos por ello. Ahora sí: visto así, bajo lente lógico-reflexivo, se hace evidente que atacar a alguien solo porque no piensa o cree lo mismo que yo es estúpido. Es absurdo. Es egoísta y canallesco. Es la antesala y el combustible de la guerra y la beligerancia. Y sin embargo, es el día a día de nuestro tiempo. ¿Adónde quedó el respeto?
Caramba. ¿Qué hacer con este punzante asunto? No lo sé. No estoy seguro. Al momento de escribir estas letras, me inclino por algún esquema de censura, en donde la inteligencia artificial le impida a las personas menores de cierta edad el observar cierto tipo de comentarios y/o contenido, y censuren del todo los comentarios de odio y ataque directo a minorías y otros grupos. Pero la censura última es la de nuestras propias bocas (y teclados). Y esa solo será efectiva si nos calmamos, si leemos, si aprendemos y ante todo si aprendemos a priorizar los hechos & tolerancia que tanto nos recomendó Russell.
Últimamente, cada vez que veo esas escaramuzas y groserías en internet resuena en mí aquello de que
“si no tienes nada bueno que decir, no digas nada. Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus
palabras”. Mutis proactiva, volitiva y preventiva. Chitón pues.
Un muy sentido abrazo,
Fernando
Opinion: Para que Costa Rica siga siendo Esencial
Artículo publicado originalmente en el medio digital Delfino.cr
Miro el variado menú de candidatos a la Presidencia y a fe mía que no hay uno solo con una visión-país. En serio, amable lector, usted no me dejará mentir: no hay un solo partido político ni un solo personaje con una propuesta seria, con una idea o norte estratégico que nos oriente hacia el futuro. Como canta Sabina, pareciera que el destino nos quisiera jugar una broma macabra. Es una ironía que celebremos este año 200 años de Independencia y a juzgar por la oferta electoral, no tenemos la menor idea de qué hacer con ese legado ni mucho menos como plantearnos las décadas que vendrán. En vista de lo anterior, quien les suscribe se ha puesto a cavilar un poco. Tras unos días, he llegado a un par de conclusiones, las cuales comparto a continuación, como un muy modesto aporte para la patria en este su cumpleaños.
En el mundo de hoy, desconectarse no es una opción. Consideremos el apagón de Texas durante febrero 2021, el cual duró más de dos semanas, causado por una combinación de mal tiempo y una red eléctrica deficiente y envejecida. Consideremos también los embates del huracán Ida en Nueva Orleans y Nueva York, los incendios en California y las inundaciones en Alemania. Consideremos también la disrupción causada por la pandemia, en donde los centros de servicio en países como India fueron severamente afectados. Las pérdidas son exorbitantes. El cambio climático, la incertidumbre, la volatilidad, la ambigüedad y la complejidad (“VUCA”) están mutilando industrias, sociedades y naciones. Con este contexto en mente – Costa Rica es demasiado pequeña para darse el lujo de un análisis en el vacío – quiero sugerirle a esa catizumba de candidatos presidenciales un principio orientador que reacomode el sancocho de ocurrencias y promesas vacías que actualmente postulan cual planes para gobernar. Para explicarme, permítaseme recurrir a una aclaradora analogía. En el mundo de las Tecnologías de la Información, cada segundo de conectividad cuenta. No solo eso, en caso de que haya una desconexión, deben de existir maneras de reconectarse rápidamente y de evitar la pérdida de datos. Un par de ejemplos pueden servir para aclarar esos postulados: recordemos aquella noticia donde nos informaban de las filas que colapsaron el aeropuerto cuando el sistema de Migración dejó de funcionar por unas horas, o peor aún, el daño sufrido por cientos sino miles de niños y sus familias cuando se perdieron los datos de imágenes médicas en cierto hospital nacional. Es por eso que los Centros de Datos (“Datacenter”) se diseñan con “redundancia”: conexiones y componentes por duplicado, triplicado o cuadruplicado para asegurar un funcionamiento del sistema básicamente “siempre”, sin fallos o “caídas”.
Entonces, mi sugerencia es que Costa Rica sea Esencial no solo por su aporte ecológico, sino por convertirnos en el país sin tiempo fuera de servicio (“the no-downtime country”): el país al que no se le caen los sistemas, el país que siempre “está ahí” (“ever-green, ever-there”). Esto por supuesto implica una serie de retos descomunales. Para empezar, el ICE debe dejar de defender feudos y enfoques anacrónicos y refuerce la estabilidad de la red eléctrica, apoye un enfoque distribuido de la misma; amén de que entregue las frecuencias 5G pero “para ayer”. Se debe además de seguir mejorando la red vial y la infraestructura en general con diseños que consideren el desorbitante aumento de las lluvias. Ríos y costas deberían ser reforzados con diques y rompeolas. Los márgenes deberían de reforestarse aceleradamente y deben priorizarse los proyectos de riego y reutilización del agua. Es también necesaria una re-ingeniería completa del sistema educativo y debe implementarse un plan para salvar a la presente generación de los años de aprendizaje perdidos entre huelgas, pandemia y otras tragedias. Y algo hay que hacer para permitir un flujo seguro de migrantes, entre muchas otras cosas. Esto por supuesto demandará tiempo, dinero y esfuerzo, más la resiliencia-país si funciona como idea rectora que a largo plazo nos llevará a un futuro mejor, como en su momento lo hicieron la Abolición del Ejército y las Garantías Sociales.
Para ir cerrando, entendámoslo. Todos lo hemos sufrido en carne propia: ese zarpazo a la paz interna cuando después de una hora de hacer fila, llegamos a la ventanilla y con cara de “yo no fui” nos dicen “se cayó el sistema”; por no hablar de la locura desatada cuando se cae internet en nuestros hogares y empresas. Dan ganas de salir corriendo. Las empresas, las transnacionales, los capitales y el turismo sienten precisamente esa misma aversión a la incertidumbre y a los fallos del sistema. Muchos billonarios del mundo han puesto los ojos en Nueva Zelanda: la consideran “el futuro” precisamente por su aislamiento y resiliencia. Convirtámonos entonces ya no en la Suiza centroamericana, sino en la Nueva Zelanda del hemisferio occidental: un santuario, un refugio, una “isla” de confianza y resistencia en medio de un mundo cada vez más convulso, volátil y ambiguo.
OPINION: Viaje a la Idiotez / Idiocy Trek
Abran paso a los idiotas
He llegado a la triste conclusión de que, en promedio y como especie, nos estamos convirtiendo en una raza de idiotas. Idiotas redomados. Y espero que el uso del gerundio en la oración anterior sea aún lo correcto y no sea más apropiado el presente del verbo (entiéndase entonces la lapidaria sentencia de que ya somos una raza de estúpidos). Es mi parecer que este viaje a la idiotez no solo es un hecho sino que la velocidad del tren expreso a “tarado-landia” acelera a ojos vistas. La cantidad de idiotas, de sandeces y el grado de las mismas crecen de manera exponencial, contagiándose a un ritmo que hace palidecer al COVID-19. Esta es la más desoladora pandemia mundial, una con tasas de contagio y de enfermedad grave muy superiores a cualquier contraparte biológica conocida.
Hay muchos síntomas y causales, más postulo que todo este mierdero abreva de una única causa raíz, tan sencilla como retadora para efectos de implementar la tan urgente solución. Me refiero a nuestro insaciable apetito por consumir información (y sí, hay ínfulas de “dataísmo” en este diagnóstico, lo sé), pero a todas luces, lo que nos apetece como sociedad global es el equivalente a la comida chatarra: entre más estúpido y ligero el contenido, pues mejor. Supongo que esto facilita la “digestión” y permite a su vez consumir más idioteces que van creando un idiota aún más perfecto, capaz de procesar únicamente bobadas aún más increíbles en mayor volumen. Así es, estimado lector, estimada lectora, como dice el adagio de los informáticos, “basura entra, basura sale” y al precer lo que nos appetece es el volumen de información que consumimos y nos vale un comino la calidad de la misma. Es el equivalente a comer hamburguesas, papas fritas y gaseosa todo el tiempo que estamos despiertos. Imaginese usted el resultado fisiológico de esta gastronómica analogía… y extrapole al ámbito cognitivo los resultados. Esto explica los Q´Anon, las teorías de la conspiración, “La Tierra es plana”, los antivacunas, la popularidad de políticos capaces de causar derrames cerebrales con sus discursos y la adicción juvenil a los memes y bailecitos de TikTok.
“Algo huele mal en Dinamarca”.
Consideremos la educación de un niño durante la Inglaterra Victoriana. Aún considerando los bemoles del elitismo y clasismo de la época, mi punto es que había un marcadísimo énfasis en la lecto-escritura y la artimética; las cuales se debían dominar a cabalidad. Los menores también recibían clases de historia y geografía, y los libros a leer eran literatura de verdad. En el caso de las élites, esto incluía hasta los clásicos – la Ilíada y la Odisea – múltiples idiomas (incluyendo el latín) y el equivalente a la telenovela del pueblo del la época eran las obras de Dickens y similares, publicadas por capítulos semana a semana. Por otro lado, para informarse de eventos y noticias, pues estaban los diarios y nada más. Es decir, la cantidad de información era muchísimo menor… pero de mucha mayor calidad. Aún en mi pequeño país, con las inmensas limitaciones del momento, la calidad de la educación pública hace unos cincuenta o sesenta años era mucho mayor: lo poco que había era de primer orden. Traslademonos al presente y examinese nuestra realidad y la de nuestros jovenes. La información simplemente nos ahoga por abundante, pero la inmensa mayoría de nosotros se limita a las nefastas redes sociales para des-informarse (valga mencionar, ¡qué alegría la caída de Facebook este pasado 4 de octubre!), y los más de aquellos que aún tienen la “mala costumbre” de leer un libro se limitan a la literatura “light”: novelas de aventuras, el género fantástico y similares. De repente alguien lee la Biblia… ¡pero nada más! Es más, si quiere hacer un experimento, compare una revista “National Geographic” de hace unas tres o cuatro décadas con las de hoy en día. Hágalo y cuentenos a que conclusiones llega.
En resumen, ya nadie lee una novela clásica, por no hablar de no-ficción de calidad. Leer un buen libro se ha convertido en algo a lo que solo se puede describir como un “gusto adquirido para intelectuales” (sea lo que sea eso); una afición innecesaria y amarguísima para el gran público, un adorno para afectados. Lo mismo aplica para el gran arte. Irónicamente, nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta disponibilidad, tanta accesibilidad y facilidad para leer un buen libro, disfrutar una buena película, admirar una hermosa pintura o escuchar una sinfonía. Es cuestión de un “click”. Pero claro, eso significaría esfuerzo, concentración, dedicación: es más fácil ver “youtubers” hablando de videojuegos o moda, escuchar reggaetón o leer culebrones de “vampiros enamorados”.
Una arista aún más preocupante del problema es que las generaciones más jovenes han sido expuestas al mencionado mierdero desde su más tierna infancia, lo cual significa que es lo que conocen, lo que entienden… y lo que gustan y admiran. Los niños ya ni siquiera ven caricaturas: se la pasan expuestos a “youtubers” haciendo estupideces sin diálogo y sin guión o trama alguna; sazonados con colores chilllantes, efectos especiales de segunda y soniditos estridentes. A mi me parece que esto es Idiotez 101. Pregunto – ¿qué estamos haciendo con nuestros hijos? ¿En qué se convertirán? ¿Qué clase de pensamiento crítico, de capacidad de concentración, de conocimientos tendrán; si todo lo que conocen es el lado más decadente, no, digámoslo sin ambages, más ESTÚPIDO (y en ocasiones oscuro) de los Netflix, Whatsapp, TikTok y YouTube? Es decir, ¿qué podemos esperar de una personita que tiene como ídolo, modelo o heroína a un tipo o tipa que se gana la vida haciendo muecas y payasadas por internet? ¿Qué será de la sociedad si el “teléfono” es cada vez más “inteligente”, sabe cada vez más de nosotros y la humanidad por su parte es cada vez más un colectivo de imbéciles? ¿Para dónde vamos?
Mi estúpida conclusión
Siendo así las cosas, creo que la única manera de salir de esta ciénaga nauseabunda de cretinos y necedades implica una doble medicina, y no sé cuál de las dos es más amarga y más difícil de implementar. En primer lugar, debemos disminuir la cantidad de información que consumimos. Si, muchísimo menos pantallas. Re-aprender a ir al inodoro sin el celular. Re-aprender a comer sin ver la TV… o al menos ver la TV sin mirar a la vez el celular. Aprender a no hacer nada, a aburrirnos, a olvidarnos de Whatsapp y del teléfono por ratos. Re-aprender a ser sin hacer y más importante aún, a ser sin consumir. Simplemente, ser.
Por otro lado, debemos a un tiempo mejorar la calidad de la información que consumimos. Leer un libro. Un libro de verdad. Y leerlo de cabo a rabo, pensando, estudiando, aprendiendo, persistiendo. Escuchar música clásica. Ir a un museo. No digo que no haya espacio para ligerezas y “fiesta” pero si solo se consume el equivalente a papas fritas digitales cada minuto de nuestro tiempo de vigilia… pues aviados estamos. ¿Como lograr lo anterior, como implementar estas “medicinas” para el gran público? No tengo la menor idea. Los recientes acontecimientos en torno al imperio del Sr. Zuckerberg dan alguna esperanza: creo que una estricta legislación para las redes sociales es un primer gran paso. Quizás (y ya estoy llegando a extremos utópicos) prohibir las redes sociales y algunas otras plataformas un par de días por semana sería una gran medida, para dejarnos ser siquiera por unas horas, para tener paz mental aunque sea por ratos. Soñar es gratis, ¿no? La alternativa es resignarnos al consumo masivo e ilimitado de idioteces por un colectivo de zombis hambrientos sin cerebro: una sindemia de idioteces y de idiotas adictos a la idiotez. Algo habrá que hacer entonces.
Por ahora, les deseo aburrimiento, moderación y sabiduría.
Un abrazo,
Fernando
Photo by Kajetan Sumila on Unsplash
Pick up that phone!
“The medium is the message.” – Marshall McLuhan
In days to come, 2020 will be referred not only as the COVID pandemic year, but as the Work-From-Home super-spreader. Globally, jobs not requiring our presence at a physical office are running from our homes, with all the pros & cons that this externally imposed statute implies. In this post, I dare to share the simplest yet most underrated productivity tip for these convoluted times, which is (drums rumble) … pick up the phone! Please don´t tell me you don´t have a physical handset; that is not the point. What we are saying is that we need to bear in mind, carved in letters of gold, that a voice call expedites almost any back-office process you can think about. Yes, I am not talking about fixing a meeting (enough we have, don´t we?) or an unproductive status checkpoint, this is about the old-fashioned 1:1 call – just you and the other stakeholder. For heaven´s sake, don´t email if urgent – pick up the phone and call “John”. And if you have not interacted in a time, if deemed appropriate, ask “Mary” about the family & friends – let´s keep a healthy “layer 8” (human) network functioning: times have shifted, but relationships are still (and perhaps) more important than ever.
On a related line of thought, turning on the camera during meetings and calls is mostly a good idea. Not only it conveys humanism, but it forces you to be “there” and to prepare for the meeting or call. This preparation also implies taking an early shower, dressing appropriately, shaving, make-up being the case, etc. Yes, we are physical beings and taking a shower is part of the daily personal boosters routines. If “cameras on” is what is needed for that to happen, so be it.
In conclusion, we should all develop a sixth-sense, just not for seeing dead people, but for detecting “zombie” email threads (“The Walking Mail?”). We are becoming more and more afraid to pick up the phone and call a co-worker, a customer or a supplier. Think about it: why the hesitation? It’s just a business call – talking to a peer or liaison. What is all this anxiety about? What are we afraid of? COVID cannot spread through the lines but apparently we kind of assume so. We are confusing physical social distancing with self-inflicted isolation. This is a bad thing for the industry, for the business, for our relationships, and for ourselves… and the fix is easy: pick up the phone!
Enough said, this is the end of the post. Let me hear any comments, thus, just give me a call :o)
Fernando
Opinión: Manchadas Investiduras / Opinion: Stained Investitures
VERSIÓN EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
Dice la enciclopedia que investidura significa “1. Acción y efecto de investir. 2. f. Carácter que se adquiere con la toma de posesión de ciertos cargos o dignidades”. No sé a Usted, pero a mí me resulta un concepto maravilloso, una idea de supremas y delicadas implicaciones. Lo que está diciéndonos esta definición es que debería existir una vinculación directa entre el carácter que exhibe una persona y el rango ostentado. En otros términos, el carácter de la persona debería elevarse a la altura del cargo y no lo contrario, lo cual sería entonces un ajuste antojadizo de la nobleza del cargo a las particularidades del individuo. Porque estamos hablando de cargos de importancia: Presidencia, Diputados, Senadores, Magistrados, Ministros, Altos Ejecutivos…
Lo anteriormente dicho, por supuesto, no implica que el ostentar un alto cargo – particularmente en lo público – signifique renunciar a “ser uno mismo” y convertirse en un “robot propiedad del Estado” o algo por el estilo. Quiere decir que hay cargos tan importantes que, tal como lo expresa Jefferson en la cita arriba mencionada, la persona como tal debería considerarse durante el tiempo que lo ejerza una propiedad pública, con las implicaciones del caso. O como le dijeron a cierto superhéroe dado a las telarañas, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” (o se enredará en la telaraña del poder, agregamos nosotros). Es así, ser Presidente o Ministro, por ejemplo, implica escrutinio constante, control permanente del temperamento, voluntad de diálogo, altísima capacidad de escucha, respeto absoluto a la Ley. Debe haber también observancia de los canales oficiales de comunicación y de los debidos procesos, entre muchos otros requerimientos y demandas del puesto.
Sin embargo, este nuevo siglo ha empoderado como nunca al individuo en demérito del cargo. Cualquiera puede tener una cuenta en redes sociales y desde ahí, saltarse cualquier protocolo. Las consecuencias de esta política a golpes de 280 caracteres (Twitter) & similares han probado ser negativas. Estos megafonos digitales empoderan a los impulsivos, engordan a los ególatras, emborrachan de poder a los codiciosos y ciegan a los testarudos. La comunicación fluye en una vía, saltándose protocolos destinados a filtrar errores, validar datos y mejorar argumentos. Es una receta incendiaria que está dañando a la democracia y a la sociedad, pues se nos está olvidando que la persona que ostenta el cargo es temporal, que hay una institucionalidad, leyes, protocolos y procesos que deben ser respetados: son inmanentes al puesto, más allá del periodo que fulano o mengano lo ejerzan. En pocas palabras: se nos está borrando la democracia y el Estado a punta de tweets; y están quedando en vez de estas primordiales ideas solamente nombres y apellidos, líderes de papel, caudillos de pacotilla.
El culto a los personajes en cargos públicos está destruyendo sociedades
Esta enfermedad fluye del político hacia el pueblo y del pueblo hacia el político. No considero prudente que el que ostenta el cargo público use sus redes sociales personales para tratar asuntos públicos, ni tampoco considero que la sociedad deba alimentar esta práctica con “likes” y similares. Como un extraño culto, el político se “enamora” de sí mismo, y el pueblo alimenta su futil pasión. Además, los cultos son dogmáticos, y no hay espacio para preguntas o cuestionamientos. Tristemente, creo también que es utópico pensar en un cambio en el futuro próximo: los colectivos son demasiado emotivos, los egos son muy grandes y los réditos muy tentadores.
Dicho lo anterior, sirvan estas breves líneas como una señal de advertencia: deberíamos implementar algún tipo de mecanismo legal que demande el uso de procesos & canales oficiales de comunicación a los políticos en el cargo. En mi mente, preveo sistemas de inteligencia artificial en conjunto con consultores que hagan un control de calidad. Sí, un filtro que evite tanta tragicomedia, estupideces que van desde “horrores” de ortografía hasta compartir teorías de la conspiración, comparaciones insultantes y tanta otra basura. ” Supongo que sigue siendo cierto aquello de que “Errare humanum est”, pero cuando se ostentan estos cargos, hay que cuidarse un poco más, ¿no? Al final de cuentas, el cargo y sus atribuciones no le pertenecen al funcionario de turno, y el puesto es más importante que el nombre en estos casos. Hoy más que nunca, los políticos se están sirviendo del puesto para “mercadear & vender” sus nombres, cuando se supone que están al servicio del puesto y no lo contrario.
Dice además el diccionario que Carácter es “Condición dada a alguien o a algo por la dignidad que sustenta o la función que desempeña.”. Hagamos que esa condición sea precisamente así: digna del alto cargo desempeñado. Ser Presidente, Ministro, Diputado, Defensor de los Habitantes, Contralor, Magistrado y otros cargos semejantes, eso es un honor y una responsabilidad: no destruyamos la dignidad del puesto y las bases de la democracia a punto de egos rechonchos, falacias engañosas, ignorancia empoderada y lenguas emponzoñadas.
Damas y caballeros, en conclusión, tengamos todos un poco más de formalidad, protocolo y corrección, por favor.
Fernando
ENGLISH VERSION BELOW / VERSIÓN EN ESPAÑOL ARRIBA
The encyclopedia says that investiture means “1. Action and effect of investing. 2. f. Character that is acquired with the taking of possession of certain positions or dignities ”. I don’t know about you, but I find it a wonderful concept, an idea with supreme & delicate implications. What this definition is telling us is that there should be a direct link between the character a person exhibits and the rank he or she holds. In other words, the character of the person should rise to the position and not the opposite, which would then be a whimsical adjustment of the nobility of the role to the characteristics of the individual. Because we are talking about positions of importance: Presidency, Senators, Magistrates, Secretaries, Senior Executives …
The aforementioned, of course, does not imply that holding high office – particularly in the public sphere – is a synonym of giving up “being yourself” and becoming a “state-owned robot” or something like that. It means that there are positions so important that, as Jefferson puts it, the person as such should be considered during the time they exert it a public property, with the implications of the case. Or as they told a wall-climbing superhero, “with great power comes great responsibility.” Thus, being President, for example, implies constant scrutiny, permanent control of temperament, willingness to dialogue, the highest capacity to listen, absolute respect for the Law. There must also be observance of the official communication channels and the due processes, among many other requirements and demands of the position.
However, this new century has empowered the individual in demerit of office as never before. Anyone can have an account on social networks and from there, skip any protocol. The consequences of this policy in 280-character hits (Twitter) & the like have proven negative: these digital megaphones empower the impulsive, fatten the egotistical, make the greedy drunk with power, and blind the stubborn. Communication flows in one way, bypassing protocols designed to filter errors, validate data, and improve arguments. It is an incendiary recipe that is damaging democracy and society, because we are forgetting that the person who holds the position is temporary, that there is an institutional framework, laws, protocols and processes that must be respected: they are immanent to the position; regardless the period that anyone holds the chair. In short: democracy and the state are being erased by tweets; and instead of these primordial ideas only names and surnames are remaining.
The cult to personalities in public office is destroying societies
This disease flows from the politician to the people and from the people to the politician. I do not consider it prudent for those who hold public office to use their personal social networks to deal with public affairs, nor do I consider that society should feed this practice with “likes”. Like a strange cult, the politician “falls in love” with himself, and the people feed his futile passion. And cults are dogmatic: there is no space to ask or challenge – its a blank check to the man holding the chair. Sadly, I also think that it is Utopian to think of a change in the near future: collectives are way too emotive, the egos are very large and the returns very tempting.
That said, may these brief lines serve as a warning signal: we should put in place some kind of legal mechanism that demands the use of official communication processes & channels from politicians in office. In my mind, I envision artificial intelligence systems in conjunction with consultants doing quality control. Yes, a filter that avoids so much tragicomedy, stupidities ranging from spelling “horrors” to sharing conspiracy theories, insulting comparisons and so many other bloopers. “I suppose it is still true that “Errare humanum est “, but when these positions are held, you have to be a little more careful, shouldn´t you? Bottomline, the “chair” & its attributes do not belong to the person sitting, and it is more important than him/her. Today like in no other time in history, politicians are using the office to “market & sell” their name: shouldn´t be the case, they are supposed to serve their role, and not to be served through it.
The dictionary also says that Character is the “Condition given to someone or something due to the dignity it supports or the function it performs.” Let us rise the condition to the dignity of the role and be worthy of the high position held. Being President, Secretary, Senator, Magistrate and similar is an honor and a responsibility: let´s not destroy the dignity of the office and the foundations of democracy to the march of chubby egos, deceptive fallacies, empowered ignorance and poisoned tongues.
Ladies & Gentlemen, in conclusion, let us have a little bit more formality, elegance and correction, please.
Fernando
Photo by Sharon McCutcheon on Unsplash
NASA nuestra que estás en los cielos… / Our NASA, who art in heaven…
VERSION EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
“Hay que soñar el porvenir, desearlo, crearlo. Hay que sacarlo del alma de las actuales generaciones con todo el oro que allí acumuló el pasado, con toda la vehemente ansiedad de creación de las grandes obras de hombres y pueblos“. Omar Dengo Guerrero, educador costarricense.
He creído captar últimamente un interesante fenómeno. El mismo se presenta particularmente en cierto grupo social: adolescentes y pre-adolescentes de las clases media y alta. Se evidencia como una clara tendencia en el vestir: es una moda. Pero lo interesante es que, si mis limitadas entendederas no me están engañando (no tengo evidencia sólida, lo mío es más bien una percepción, una lectura personal de esa tendencia), detrás de esta moda hay todo un anhelo, una ideología, una esperanza mal disfrazada entre disparos de cohetes y cápsulas espaciales. Me refiero a la creciente tendencia juvenil por utilizar blusas, camisas, gorras y otros aditamentos con el logo de la NASA: entre más grande y vistoso el ícono, pues mejor. Vamos a ver si puedo explicarme mejor a continuación.
Bueno, lo que creo advertir, más allá de modas y pasarelas, es un secreto anhelo. Postulo que este logo es verdaderamente sinónimo de una nueva “fe” marcada por valores humanistas y aventureros. A través de la prenda, se está diciendo “yo creo”. “Creo en la ciencia”. “Creo en el futuro”. “Creo en la exploración y en aventurarnos de lleno en el mañana”. Es esperanza impulsada por cohetes. Son sueños pregonados por astronautas.
Ahora bien, creo importante aclarar que esta tendencia pues no es nada nuevo. Las antiguas glorias del programa Apolo ya habían sembrado fértiles semillas. Sin embargo, la cancelación prematura de los viajes lunares, aunado al cierre del programa del transbordador espacial en los 90s tiraron por la borda mucho de lo andado. No es sino hasta ahora que, con el regreso de los lanzamientos tripulados desde Cabo Cañaveral y las “locuras” de Elon Musk & SpaceX (¿Cápsulas Dragon? ¿Cohetes que regresan y se posan en la Tierra a lo Flash Gordon? ¿Marte en 10 años? ¿Internet global a través de miles de satélites (Skylink)?) es que ha regresado la “fiebre” espacial.
Creo también advertir en la alzada de esta novel ideología el desgaste de otras muchas. Me refiero a toda una variedad de creencias, tanto políticas, así como religiosas y sociales. La pandemia del COVID-19 no ha hecho sino acelerar esta erosión en creencias que van desde la democracia, pasando por lo religioso y hasta económicas & financieras. Y está en la naturaleza humana el llenar los vacíos: necesitamos creer en algo. A pesar de lo que expresa Harari en “XXI Lecciones para el Siglo XXI”, creer está en nuestro más íntimo ser – necesitamos una historia, un cuento, una trama que dé sentido al mundo y nuestro papel en el mismo. Somos razón y sentimiento: es un asunto biológico patente en nuestros dos hemisferios cerebrales. Y las historias no son más que sentimientos condensados.
Pienso además que este anhelo de ir a otros mundos y viajar a las estrellas es mejor que muchos otros: nos unifica como especie, nos impone una meta ambiciosa y conjunta, nos contextualiza ante la inmensidad del cosmos. Creo que sí de escoger ideologías se trata, aspirar a viajar todos en el “Enterprise” no está para nada mal.
Quisiera cerrar diciendo que puedo estar equivocado y que las insignes camisetas con el inconfundible logo “NASA”; orgullosamente lucidas por esos juveniles torsos, pues son solo fetiches vacíos. Tal vez son solo la última invención de modistos y costureras. Pero no es eso lo que pienso. O quizás debería decir, no es eso lo que creo… ni lo que quiero creer.
Entonces… ¡Al infinito y más allá!
Fernando
PS: quisiera cerrar compartiendo una canción que viene a mi mente mientras escribo estas líneas. Los dejo con “Dancing in the Dark”, del “Boss”, Bruce Springsteen. La letra más abajo…
ENGLISH VERSION / VERSION EN ESPAÑOL ARRIBA
I believe to have sensed lately an interesting phenomenon. It occurs particularly in a certain social group: adolescents and pre-adolescents of the middle and upper classes. It makes itself evident as a clear trend in clothing: it is a fashion. But the interesting thing is that, if my limited understandings are not deceiving me (I don’t have solid evidence, mine is more of a perception, a personal reading of that trend), behind this fashion there is a whole desire, an ideology, a hope poorly disguised between rocket fires and space capsules. I’m referring to the trend to use blouses, shirts, hats and other accessories with the NASA logo: the bigger and more colorful the icon, the better. Let’s see if I can explain myself better.
Well, what I think I seize, beyond fashions and catwalks, is a secret longing. I postulate that this logo is truly synonymous with a new “faith” marked by humanistic and adventurous values. Through the garment, “I believe” is being stated. “I believe in science”. “I believe in the future”. “I believe in exploring and venturing fully into tomorrow”. It’s rocket-powered hope. These are dreams trumpeted by astronauts.
Now, I think it’s important to clarify that this trend is nothing new. The ancient glories of the Apollo program had already sown fertile seeds. However, the premature cancellation of lunar exploration, coupled with the closure of the space shuttle program in the 1990s, threw away much of what had been done. It is not until now that, with the return of manned launches from Cape Canaveral and Elon Musk´s & SpaceX “craziness” (Dragon Capsules? Rockets that return & land on Earth a la Flash Gordon? Mars in 10 years? Satellite-powered global internet with Skylink?) is that the space “fever” has returned.
I also see in the rise of this so-called space ideology the wear and tear of many others: a whole variety of beliefs, from the political to the social and the religious. The COVID-19 pandemic has only accelerated the erosion, with examples ranging from democracy, through religions to economical & financial gospels. And it’s just human nature to fill in the gaps: we don´t like voids, we need to believe in something. Despite what Harari expresses in “XXI Lessons for the XXI Century”, believing is in our most intimate being – we need a story, a tale, a plot that gives meaning to the world and our role in it. We are reason and feeling: it is a patent biological feature, expressed in our two cerebral hemispheres. And stories are nothing but condensed feelings.
I also think that this desire to reach other worlds, to travel to the stars, is better than many others: it unifies us as a species, imposes an ambitious and joint goal on us, contextualizes Humanity in the face of the vastness of the cosmos. If you ask me, in the need of choosing ideologies, aspiring for all of us to travel in the “Enterprise” is not a bad call at all.
I would like to close by saying that I could be all wrong and that these noticeable t-shirts with the unmistakable “NASA” logo; proudly worn by those youthful torsos, are just empty fetishes. Perhaps they are just the latest invention of dressmakers and the fashion world. But that’s not what I think. Or maybe I should say, that’s not what I believe … nor what I want to believe.
Thus… to infinity and beyond!
Fernando
PS: I want to close with a song that comes to my mind when writing this post: the “Boss” himself, Bruce Springsteen, with “Dancing in the Dark”.
DANCING IN THE DARK – B. Springsteen
I get up in the evenin’
And I ain’t got nothin’ to say
I come home in the mornin’
I go to bed feelin’ the same way
I ain’t nothin’ but tired
Man, I’m just tired and bored with myself
Hey there, baby, I could use just a little help
You can’t start a fire
You can’t start a fire without a spark
This gun’s for hire
Even if we’re just dancin’ in the dark
Messages keeps gettin’ clearer
Radio’s on and I’m movin’ ’round my place
I check my look in the mirror
Wanna change my clothes, my hair, my face
Man, I ain’t gettin’ nowhere
I’m just livin’ in a dump like this
There’s somethin’ happenin’ somewhere
Baby, I just know that there is
You can’t start a fire
You can’t start a fire without a spark
This gun’s for hire
Even if we’re just dancin’ in the dark
You sit around gettin’ older
There’s a joke here somewhere and it’s on me
I’ll shake this world off my shoulders
Come on, baby, this laugh’s on me
Stay on the streets of this town
And they’ll be carvin’ you up alright
They say you gotta stay hungry
Hey baby, I’m just about starvin’ tonight
I’m dyin’ for some action
I’m sick of sittin’ ’round here tryin’ to write this book
I need a love reaction
Come on now, baby, gimme just one look
You can’t start a fire
Sittin’ ’round cryin’ over a broken heart
This gun’s for hire
Even if we’re just dancin’ in the dark
You can’t start a fire
Worryin’ about your little world fallin’ apart
This gun’s for hire
Even if we’re just dancin’ in the dark
Even if we’re just dancin’ in the dark
Even if we’re just dancin’ in the dark
Even if we’re just dancin’ in the dark
Hey baby
Dancing In the Dark – Introduction lyrics © Universal Music Publishing Group