Hojas en el aire, tú y yo
La observo caer. La miro con detenimiento, aunque inicialmente captar su vuelo fue más bien un accidente, un truco de la siempre atenta visión perimetral. El seguirla es ahora ejercicio activo de mi consciente, o quizá más bien de mi embelesado inconsciente. Pensándolo mejor, creo que esa hoja y este yo caemos juntos como uno solo en el viaje. Supongo que en última instancia lo que piense o creo pensar importa muy poco, se trata más bien de profundos sentimientos. Lo que sé es que cae con soltura, con elegancia, con una nobleza ajena a las vanidades. Cae lentamente, sin apuros, sin sobresaltos. Su destino final es inevitable más eso… eso no interesa. Es un planear más que un caer, un vuelo sereno, una danza en la fría brisa de la tarde. Sí, aún en estas latitudes hay resabios de las estaciones, pinceladas de un otoño pleno y distante. Algunos árboles pierden su follaje. Los días son un poco más cortos y fríos. El ciclo eterno prosigue una vez más. Sin embargo, a la hoja que flota en la brisa todo eso no le viene a cuento. Es una con nostalgias y brisas.
Repaso el instante único e irrepetible cuando se rompió finalmente el último y delicado vínculo con el árbol. Reflexiono en la suprema aleatoriedad de ese instante e inmediatamente pienso en lo contrario, acariciando una mística cadena de sucesos que programaron el evento desde hace eternidades para ser deleite de mis ojos e inspiración de mi pluma – y lo agradezco con el alma. Presiento su aleteo en la brisa, esa agitación por y para ser y ese ser por y para agitarse. Fuerza que es ente, ser que es verbo. Abstraído, se proyecta en mi consciencia ese tiempo no tan perdido que transcurre durante ese nobilísimo vuelo final. Destilase entonces un intervalo que no cesa, un momento que existirá por siempre, siempre y cuando le dejemos existir.
Recapacito sobre las eras antes de su magnífico vuelo, cuando era solo la idea de una hoja y luego cuando valientemente aportaba fuerzas y verdores a su árbol. Viajo raudo hacia los días que vendrán, cuando su aterrizaje final en el fértil suelo será solo el recuerdo de un recuerdo, cuando mi hoja será más bien simiente de otros árboles, origen de posteriores follajes y germen de frescos retoños. Nuevos ciclos, nuevas estaciones, nuevas brisas que devendrán en ulteriores vuelos. Sabes amiga, amigo, porque a veces pienso que esas hojas somos vos y yo. Sí, quizás seamos solo hojas flotando en el aire todos nosotros… y nada más.
Es como un poema, un hálito efímero pero eterno. La hoja ahí está, navegando deliciosamente en la brisa.
Un abrazo,
Fer
Photo by Autumn Mott Rodeheaver on Unsplash
A veces pienso que…
[Un (intento) de poema original]
A veces pienso que yo pienso
Que los vivos no están vivos
Que los muertos no están muertos
Que en este, el único instante
No hay de estos ni de aquellos
Que mis hijos te redimen
Que tus hijos son mis verbos
Que solo soy porque tú eres
Que no hay horas, ni desiertos
Que la vida es antesala
Que somos solo los recuerdos
Que lo único que importa…
es que otros gocen, de la sombra…
…de los árboles, que siembro.
Fernando
Agosto 2022
Foto: Calentar el Corazón / Photo: Warm the Heart
ESPAÑOL: la belleza está ahí afuera. Solo tenemos que buscarla. A mí se me alegra el corazón con esta imagen. Ojalá y tenga el mismo efecto en Ustedes.
Un abrazo.
Fer
ENGLISH: beauty is out there. We just have to look for it and embrace it. I don´t know about you, but this pic puts joy in my heart. Hope it does for yours too.
Best,
Fer
Foto: Ladrillos de un Recuerdo / Photo: Bricks of a Memory
VERSIÓN EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
La foto fue capturada con la cámara en automático, pues literalmente tuve que “lanzarme” de mi automóvil para no perder la ocasión: se hizo válido aquello de “darle importancia al momento”, supongo. Luego, la imagen fue procesada con algunos filtros digitales para realzar la irresistible y dulce nostalgia que naturalmente transmite.
Y es que, no sé a ustedes, pero estos viejos ladrillos, apilados como trozos de un pasado en donde fueron más útiles, me hacen respirar un aire de un tiempo ya ido. Parecen ser lo que queda de un lugar difuminado en un recuerdo sin forma. Esas antiguas tejas, recostadas por el cansancio de tantos soles, parecen descansar tras eternas jornadas. Es forma en potencia, trozos de un recuerdo, vestigios de una era.
Es “saudade”, como dirían mis amigos brasileños. Me recuerda la canción “Linger”, por “The Cranberries”. Se las comparto abajo además.
Un abrazo,
Fernando
ENGLISH VERSION / VERSIÓN EN ESPAÑOL ARRIBA
This shot was captured with the camera in auto mode: I literally had to jump from the car in order to seize the moment. Later on, I processed it through a series of digital filters, just to emphasize the irresistible, sweet nostalgy that the image conveys.
I don´t know about you, but these old bricks, sitting there like pieces of a past in which they played a much more important role, transmit the air of a time long gone. They are the memory of a past mutated into a shapeless pile. The old tiles, tired, leaning on the wall after endless days, fill up the delicate picture. Pieces of a lost era.
This is “saudade”, as my Brazilian friends would say. It also reminded me of “Linger”, by “The Cranberries”, song I share with you below.
Warm regards,
Fernando
Parábola del jardín y el jardinero
Había una vez un jardín. Pequeño, mimoso y presto al capricho, no se dejaba encajonar por preconcepciones o prejuicios de nadie. Su naturaleza intrínseca era fluida y cambiante, ajena a los fútiles esfuerzos de los que trataban de convertirlo en una especie de escultura viviente. El pequeño jardín respiraba, crecía, mutaba. En una palabra, aquel diminuto bosque vivía y no se le daba muy bien el que lo quisieran convertir en una estéril postal.
Había una vez tambien un jardinero. Como tantos, tenía una visión, una idea, una aspiración en su cabeza. O al menos buscaba una visión – lo cual de por sí, poca cosa no es – persiguiéndola con ese etéreo afán con que se sueñan los sueños. Tenía el jardinero una imagen de un jardín de estética absoluta. Un jardín que transmitiese paz, calma y serena luz. Un jardín, diríamos, perfecto.
Y el jardinero se esmeró en plasmar en aquel jardín su sueño. En ocasiones aquello se traducía en un esfuerzo calmo, como cuando había que desyerbar, o cuando se dedicaba acomodar las rocas y pedruscos que minuciosamente recogía para el jardín durante sus caminatas. El trabajo llegaba a un extremo casi espiritual cuando regaba las plantas y hasta al acomodar para una mayor estética las hojas de la agraciada vegetación. En otras ocasiones, le corría el sudor por el rostro al mover pesadas rocas, cortar ramas enfermas y controlar plagas e invasores.
Más aconteció que el jardín resultó ser temperamental. Las plantas crecían con desusado vigor, las rocas reptaban la pendiente cual absurdos quelonios. Hasta los ejércitos de hormigas no se daban por vencidos, regresando por sustento con la calmosa inflexibiidad de las lunas y las estaciones.
Al jardinero le parecía todo aquello un verdadero despropósito. ¿Como era posible, se decía, que este jardín sea tan malagradecido? ¿Cómo pueden obstinarse tanto con mis flores estas hormigas? ¿Cuando voy a terminar esta mi obra maestra? El jardín, inmutable, permaneció en silencio mientras el jardinero continuaba en su soliloquio bajo un sol inmisericorde que dibujaba gotas de sudor en su frente.
Pasó el tiempo, y con este, pasaron también muchas otras cosas. El jardín, a pesar de los pesares, pareció mostrarse un poquito más anuente a colaborar con el jardinero. Bueno, no tanto porque su voluble y salvaje naturaleza hubiese cambiado, sino porque los esfuerzos del jardinero le habían entregado un cauce en donde – al menos por un ratito – liberar de manera más controlada el fogoso fluir de aquellos vergeles. Pero el cambio mayor se dió en alguien más. Porque el jardinero comenzó a ver el jardín con otros ojos. Conforme pasaron las semanas, los meses y los años, se dió cuenta de su secreto agrado por aquella veleidosa naturaleza. El jardín cambiaba, mutaba, lo sorprendía de mil maneras… y eso estaba bien. Su obra maestra no era una, sino muchas, tantas como días tenía el año, cambiando y danzando con las lluvias, los vientos y los soles. “Por mí, que así sea, puesto que así es”, dijo con sonriente aceptación el renovado cuidador. “No es solo el jardín. Es la jardínería”, decía. Y así, las abejas zumbaban, las hormigas marchaban, colibríes y mariposas revoloteaban. Hasta un sapito hizo del diminuto bosque su hogar. Todos ellos siempre habían estado ahí, pero hasta ahora los veía el cambiado hortelano. Hasta ahora les sentía. Ahora eran importantes para él.
Porque… a veces el jardín del cuento está “aquí atrás”… adivinen Ustedes quién… quién lo cuidará.
Un abrazo,
Fernando
Caminar solito (reprimiendo el “instinto asesino”)
Algo me distrae en la ventana. Es un insecto. Una abeja, para ser más preciso. Se está dando obstinadamente de topes, buscando con desesperación escapar a través de una ventana cerrada. Imposible, no va a suceder. Estoy presenciando más bien una danza macabra. Zumba. Gira y vuelve a darse contra el cristal. “Estoy ocupado”, dice una voz interna. Intento ignorar al alado polizón. Otro tope más. Levanto la mirada. No. No tolero más esto. ¿La mato, para que no me “distraiga” más a mi, tan “importante” ser? Suena fácil. Conveniente. Y absolutamente egoísta. Una mueca me cruza el rostro, mitad arrepentimiento, mitad fatiga, mitad misericordia, mitad reflexión. Procedo a guardar el “vital” trabajo que estoy haciendo en la computadora. Estoy en pie ya. Me levanto y voy por un recipiente transparente. Luego de un par de intentos, con sumo cuidado de evitar una dolorosa picadura, logro atraparla. La pequeña abeja está cansada. Aún así, revolotea por ratos, luchando por su vida. Sí, suya por derecho propio y de nadie más. Salgo al jardín. Abro la pequeña y transparente prisión. La veo alejarse ligera con un casi imperceptible zumbido. Diríase que cantaba. No fue tan difícil el rescate. Me siento bien. Se hizo lo correcto.
Está en todos nosotros. Es la triste verdad. Es el “instinto asesino”. A mi entender, no es sino otra manifestación del venenoso ego. ¿Qué otra razón podría haber para, diríamos, dañar a una planta o matar a un insecto que no nos ha hecho ningun daño? Esta oscura fuerza se manifiesta además desde la más temprana infancia. Y puede degenerar en desastrosos extremos. Una cosa lleva a la otra. El fulano un día aplasta hormigas para luego pasar a lanzar gatos desde un balcón. De pronto ataca al prójimo, es ya un criminal.
Pero… podemos reprimirlo. Dominarlo. Domarlo. En palabras del irreverente de Andrés Calamaro, podemos “reprimir el asesino, delante de un mimo o de un clown… (…) “. Y es que está en nosotros escoger a cual de las dos voces queremos escuchar. Por mi parte, no quiero más pantallas por hoy. Creo que me dieron ganas de salir. Eso es. De salir a… a caminar solo. Ganas de caminar solito. De sentarme en un parque… y mirar a las palomas comer el pan que la gente les tira. Simplemente mirar. Sonreír. Ser. El tiempo es muy poco. Muy pero muy poco. A lo mejor… a lo mejor resulta mejor así.
Saludos, “locos”…
Fernando
Photo by Kris Mikael Krister on Unsplash
Foto: Se nos viene la noche, pero… / Photo: Night is coming, but…
ESPAÑOL (English version below): viendo esta cielo, recordé un hermoso poema que hoy les comparto. Muy apropiado para llenarnos de furia, indignación y esfuerzo en medio de la noche que asola el mundo.
No caben más comentarios, solo la invitación para que lo absorban y sean absorbidos por el arte de la poesía.
Fernando
No entres dócilmente en la buena noche, por Dylan Thomas (1914-1953)
No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.
Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.
Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
ENGLISH (versión en español arriba): looking at this powerful sky image, I recalled the below poem by one of the beloved romantic american poets. A very appropriate piece to induce us to strive, to give our best during these obscure times.
No more comments, just the invitation to soak into Mr. Thomas artwork and be absorbed by it.
Fernando
Do not go gentle into that good night, by Dylan Thomas (1914-1953)
Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.
Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.
Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.
Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.
Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.
And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.
Foto: Hojas de Hierba / Photo: Leaves of Grass
ESPAÑOL (ENGLISH BELOW): la hermosísima película “La Sociedad de los Poetas Muertos” (¡estrenada hace ya 30 años!) difundió el tremendo poder de los versos de Walt Whitman, autor de “Hojas de Hierba”, una de las joyas de la poesía norteamericana y universal. Estas fotos, las cuales tomé en mi propio barrio, aspiran a transmitir un poco de esa magia que transpira el poeta en sus eternos versos.
Comparto abajo material complementario para “refrescar” la película y la obra del inmortal Whitman. Por favor – te lo ruego – solo mira ese pequeño video…
El mundo entero reflejado en unas sencillas briznas de hierba… ¡yo te saludo, hermano, hermana, que nuestros versos sean sonoros!
Fernando
ENGLISH (ESPAÑOL ARRIBA): the gorgeous movie “Dead Poets Society” (a 1989 hit: 30 years ago!) shared the power of Walt Whitman´s poetry, author of “Leaves of Grass”, one of the greatest american poetry works. These pictures, which I shot in my very neighborhood, intend to transmit a piece of the magic captured by those verses.
I am sharing below additional material on the movie and Whitman and his works. I beg you: just watch that 1 min video.
I salute you, wherever you are, brother & sister, may our verses be brave!
Fernando