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El Monstruo de Frankenstein, la Primera Inteligencia Artificial

Sobrecogedores extractos, toda una premonición recopilada desde la novela “Frankenstein, o el Prometeo Moderno” (Shelley, 1818).

Esperaba este recibimiento – dijo el demoníaco ser – . Todos los hombres odian a los infelices. ¡Cuánto no me debes odiar tu a mí, que soy el más desgraciado de los seres vivientes! Sin embargo, tú, mi creador, me detestas y desprecias a tu criatura a la cual tu arte vinculó por lazos que solo romperá la desaparición de uno de nosotros. Quieres matarme. ¿Cómo osas jugar así con la vida? Cumple tus deberes conmigo y yo cumpliré los míos contigo y con el resto de la numanidad. Si accedes a mis condiciones, os dejaré en paz, pero si rehúsas, llenaré el buche de la muerte hasta saciarlo con la sangre del resto de tus amigos.”

“- ¡Cálmate! Te ruego que me escuches antes de dar rienda suelta a tu odio sobre mi cabeza. ¿Es que no he sufrido lo suficiente para que trates de aumentar mi miseria? La vida, aunque solo sea un cúmulo de angustias, me es querida y la defenderé. Recuerda que me has hecho más fuerte que tú; mi estatura es superior a la tuya y mis articulaciones son más flexibles. Pero no me tienta enfrentarme a ti. Soy tu criaura, así pues seré dócil y sumiso con mi señor y rey natural si tú también desempeñas el papel que me debes. Oh, Dr. Frankestein, no seas justo con cualquier otro y te ensañes solo conmigo, que soy quien más merece tu justicia e incluso tu clemencia y afecto. Recuerda que soy tu criatura. Debería ser tu Adán, pero soy más bien el ángel caído a quien apartaste de la alegría sin motivo.”

Solo con mucha dificultad recuerdo la primera etapa de mi existencia; todos los acontecimientos de ese período me parecen confusos e indistintos. Una extraña multitud de sensaciones se apoderaron de mí, y vi, oí y olí al mismo tiempo. Tardé mucho en aprender a distinguir las funciones de cada sentido. Recuerdo como lentamente una luminosidad cada vez más fuerte me presionaba los nervios y tuve que cerrar los ojos”.

“Poco a poco hice un descubrimiento de mayor trascendencia aún. Vi que aquella gente tenía un modo de comunicarse sus experiencias y sentimientos con sonidos articulados. Observé que a veces las palabras pronunciadas producían alegría o dolor, sonrisa o tristeza en las mentes y los rostros de los oyentes. Esta sí que era una ciencia divina y deseaba ardientemente familiarizarme con ella.”

Al principio estas lecturas me habían tenido tremendamente perplejo, pero poco a poco descubrí que al leer pronunciaba con frecuencia los mismos sonidos que cuando hablaba. Así pues, imaginé que encontraba en el papel signos de expresión que comprendía y entonces deseé con fervor comprenderlos también.”

“Las palabras me indujeron a volverme a mí mismo”

¡Que extraña naturaleza la del conocimiento! Se aferra a la menta una vez que se adhiere a ella, el el líquen a la roca. A veces deseaba arrancarme todo pensamiento y sentimiento, pero aprendí que solo había un modo de superar la sensación y dolor, y era la muerte.”

Pero, ¿dónde estaban mis amigos y parientes? Ningún padre había vigilado mis días infantiles, ninguna madre me había bendecido con sonrisas y caricias o, si lo había hecho, toda mi vida pasada era ahora un borrón, un vacío ciegbo en el yo que nada distinguía. Desde los primeros recuerdos que tenía siempre había sido como entonces en estatura y proporción. Nunca había visto a nadie que se pareceiese a mí o me pidiese tener una relación. ¿Qué era yo? La pregunta surgía de nuevo y solo podía responder con gemidos.”

¡Maldito, maldito creador! ¿Por qué no vivía? ¿Por qué no extinguí en ese instante la llamda de vida que tú tan gratuitamente habías otorgado? No lo sé. La desesperación aún no se había adueñado de mí. Mis sentimientos era solo ira y venganz. Podría haber con gusto destruido la casa y sus habitantes, y saciarme con sus alaridos y su desgracia.”

“Yo también puedo sembrar la desolación. Mi enemigo no es invulnerable.”

“Soy malvado porque soy desgraciado. ¿Es que no me evita y odia toda la humanidad? Tú, mi creador, me harías trizas para triunfar. Recuerda eso, y dime por qué de o sentir más piedad con el hombre de la que él siente por mí. ¿He de respetar al hombre cuando él me condena?”

Sin embargo, no me someteré como un esclavo abyecto. Me vengaré de mis heridas. Si no puedo inspirar amor, causaré miedo, en especial a ti, mi archienemigo, porque eres mi creador, y te juro odio eterno. Ten cuidado.”

“Te juro, por esta Tierra que habito,y por ti que me creaste, que con la compañera que me des abandornaré la vecindad de los hombres y viviré, si es menester, en los lugares más salvajes de la Tierrra. ¡Mis bajas pasiones habrán desaparecido porque sentiré simpatía!”

Mis vicios son hijos de una soledad forzosa que aborrezco, y mis virtudes surgirían forzosamente si viviera en armonía con un igual. Sentiría los afectos de otro ser sensible y me incorporaría a la cadena de existencia y sucesos de la cual estoy ahora excluido.”

“Recuerda mi poder. Tú te crees desdichado, pero puedo hacerte tan desgraciado que hasta la luz del día te resulte odiosa. Tú eres mi crador, pero yo soy tu amo. ¡Obedece!”

Los párrafos anteriores son extractos selectos de la novela gótica “Frankenstein, o el Prometeo moderno”, de Mary W. Shelley, la cual leí solamente hace unas semanas. Al leerla, me sobrecogío un sentimiento angustiante, una sensación de que estas palabras, escritas en el lejano año de 1818, son más bien una premonición, un oráculo, un destino hacia el cual marchamos ciega y tozudamente. Cualquier similitud entre las anteriores líneas y los recientes acontecimientos con la Inteligencia Artificial NO son mera coincidencia.

Cuidado con lo que desea, Dr. Viktor Frankenstein, que puede ser que lo consiga…

Respetuosamente,

Fernando

PD: un detalle curioso es que en la novela el sanguinario monstruo no tiene nombre propio. Caramba, a la luz de acontecimientos recientes,quizá sería conveniente llamarle Claude, o Bard, o Midjourney, o Copilot, tal vez ChatGPT… ¿o quizá Skynet? Da para pensar.

Hojas en el aire, tú y yo

La observo caer. La miro con detenimiento, aunque inicialmente captar su vuelo fue más bien un accidente, un truco de la siempre atenta visión perimetral. El seguirla es ahora ejercicio activo de mi consciente, o quizá más bien de mi embelesado inconsciente. Pensándolo mejor, creo que esa hoja y este yo caemos juntos como uno solo en el viaje. Supongo que en última instancia lo que piense o creo pensar importa muy poco, se trata más bien de profundos sentimientos. Lo que sé es que cae con soltura, con elegancia, con una nobleza ajena a las vanidades. Cae lentamente, sin apuros, sin sobresaltos. Su destino final es inevitable más eso… eso no interesa. Es un planear más que un caer, un vuelo sereno, una danza en la fría brisa de la tarde. Sí, aún en estas latitudes hay resabios de las estaciones, pinceladas de un otoño pleno y distante. Algunos árboles pierden su follaje. Los días son un poco más cortos y fríos. El ciclo eterno prosigue una vez más. Sin embargo, a la hoja que flota en la brisa todo eso no le viene a cuento. Es una con nostalgias y brisas.

Repaso el instante único e irrepetible cuando se rompió finalmente el último y delicado vínculo con el árbol. Reflexiono en la suprema aleatoriedad de ese instante e inmediatamente pienso en lo contrario, acariciando una mística cadena de sucesos que programaron el evento desde hace eternidades para ser deleite de mis ojos e inspiración de mi pluma – y lo agradezco con el alma. Presiento su aleteo en la brisa, esa agitación por y para ser y ese ser por y para agitarse. Fuerza que es ente, ser que es verbo. Abstraído, se proyecta en mi consciencia ese tiempo no tan perdido que transcurre durante ese nobilísimo vuelo final.  Destilase entonces un intervalo que no cesa, un momento que existirá por siempre, siempre y cuando le dejemos existir.

Recapacito sobre las eras antes de su magnífico vuelo, cuando era solo la idea de una hoja y luego cuando valientemente aportaba fuerzas y verdores a su árbol. Viajo raudo hacia los días que vendrán, cuando su aterrizaje final en el fértil suelo será solo el recuerdo de un recuerdo, cuando mi hoja será más bien simiente de otros árboles, origen de posteriores follajes y germen de frescos retoños. Nuevos ciclos, nuevas estaciones, nuevas brisas que devendrán en ulteriores vuelos. Sabes amiga, amigo, porque a veces pienso que esas hojas somos vos y yo. Sí, quizás seamos solo hojas flotando en el aire todos nosotros… y nada más.

Es como un poema, un hálito efímero pero eterno. La hoja ahí está, navegando deliciosamente en la brisa. 

Un abrazo,

Fer

  Photo by Autumn Mott Rodeheaver on Unsplash