Cuento: La Negación de las Hormigas
Despúes de darle muchas vueltas a su hoja, Obrera 19657333 decidió tener una conversación íntima, un diálogo antena a antena con su mejor amiga, la Obrera 19657332. Se trataba de un asunto que tenía atorado entre tórax y abdomen. Hablaron largo y tendido, en una exquisita mezcla de feromonas, vibraciones, contactos y movimientos. No vamos a exponernos a un innecesario y hasta contraproductivo rídiculo al intentar una traducción literal. Entiéndase que no es posible canalizar en este tosco medio las agitaciones, las esencias y los roces de tan avanzada forma de comunicación. Pero vamos al tema de fondo, que es lo que harto nos atañe. Pues bien, Obrera 19657333 llamó aparte a su amiga y hermana desde la nidada la Obrera 19657332 y le contó su secreto (el único que tenía, por cierto). Ella, la 333, había tenido un contacto con una entidad desconocida. No era otra hormiga. No era otro insecto. No era otro de los tantos seres que convivian con ellas ahí en la jungla. Era algo… más. Algo como una entidad exótica la cual, ella, en su limitada hormiganidad, no terminaba de abarcar. Era una entidad inaudita que parecía estar solamente de visita y que brevemente se interesó en su trabajo al cortar la hoja. Ella la vió personalmente y estaba segura que sus compañeras de poda también. La entidad se acercó primero como una fuerte luz, un pequeño sol en miniatura. Luego, divisaron una forma enorme tras la luz, con formas casi biológicas pero con una extraña piel que emitía olores nunca antes percibidos. La entidad se acercó más y más hasta que observó encima de sí una especie de… ¿reflejo? (aquí tenemos que tomarnos una licencia poética pues no existe el concepto de espejo, ni de lupa o lente de aumento en el mundo de las hormigas). Se dio la alarma y varias de las Guerreras (ella distinguió claramente a Guerrera 158222 y otras en la refriega) alzaron las armas según su espartana disciplina. La entidad, contó la Obrera, ni siquiera se inmutó. Siguió “flotando” sobre el grupo, la poderosa luz cegando a todas. Finalmente, en un movimiento intempestivo, varias compañeras fueron abducidas y no se les ha vuelto a ver desde entonces. Las antenas de 332 no podían dar crédito a lo que escuchaba. ¿Seria que la hoja en cuestión pertenecía a los géneros prohibidos y entonces habia consumido algún químico? ¿Sería una luciérnaga? ¿O quizá estaba ya al final de su ciclo operativo pro-colonia? (así le dicen las hormigas a la vida). 333 fue enfática: nada de eso, yo ví lo que ví. 332 no le dio mucho crédito y sin darle más cabeza (como obrera que era, no tenía demasiada), le dijo que 333 que había sido suficiente. Sin mayor drama, ambas se reincorporaron al trabajo – al fin y al cabo, para eso existen las hormigas ¿no?, para trabajar día y noche hasta el final de sus obreras vidas.
La historia podría haber quedado aquí, como una simple anécdota entre dos ejemplares de una desconocida especie de hormigas cortahojas en un rincón del Amazonas, si no fuese porque 332 no pudo mantener las antenas quietas y el chisme cundió como un hormiguero agitado a través de… bueno, de todo el hormiguero; si se nos permite usar un símil muy a tono con la historia. Para sorpresa de todas, muchas obreras y guerreras habían tenido experiencias similares últimamente, pero se consideraba de mal gusto, diríamos, ajeno al canon de un ser tan inteligente, tan prudente, tan trabajador, tan organizado como la poderosa hormiga, dueña y señora de la Creación y todas sus hojas, salvaguarda eterna del secreto del divino hongo, el perder el tiempo comentando algo así. Era pues fútil el distraerse y peor aún, distraer al hormiguero con un tema tan no-hormiga. Sin embargo, aquellas hormigas con experiencias similares formaron una sociedad dentro del hormiguero y hasta lograron convencer a otras sobre la veracidad de sus historias. El barullo continuo in crescendo hasta que decidieron someterlo a la última autoridad – bueno, a la única autoridad que hay en un hormiguero. Este tipo de escalaciones, diríamos, de Asamblea ante la Reina son rarísimos. Se reservan solo para casos de emergencia y aparentemente para este tipo de caso, sea lo que fuese. Añadamos de paso que 333 fue muy creativa al presentarlo como un fenómeno que estaba devorando a cantidades ingentes tanto de obreras como de guerreras. La sesión se prolongó una eternidad (valga acotar, eso son un par de minutos en el mundo de las hormigas). Se sentía la tensión en la sala, y muy literalmente, pues las vibraciones producidas por la audiencia inundaban todo el hormiguero. Todas sabían que el veredicto de la Reina era último, inapelable, inobjetable, indudable, inequívoco e irrefutable. De nuevo, vamos a evitarnos caer en la torpeza de intentar una traducción ni siquiera aproximada del exquisito idioma-hormiga, pero la sabiduría del discurso de la sabia Reina amerita compartir el fondo del mensaje. La Gran Soberana les dijo que ella, desde su oscura y lóbrega caverna donde nunca veía soles ni lunas (¿para qué?), donde había existido desde siempre y para siempre, Ella y solo Ella era dueña de la Verdad. De Ella dependía el hormiguero, Ella era Madre de todas y de todas cuidaba (sigan trayendo las hojas, queridas, ¡el honguito no crece solo!), para Ella vivían y morían. Así que olvídense de esas bobadas, algún animal de la jungla habrá sido. No tiene importancia. Ella pondría más huevos y la colonia seguiría prosperando cada día más y por siempre. Hubo aplausos – bueno, antenas vibrando al aire – golpeteos, vibraciones, contactos a más no poder. Ante la mirada de feroces guerreras, 333, 332 y sus acólitas se unieron al breve festejo, todas comieron un poco de hongo y luego inmediatamente y con más empeño que una hormiga (o por lo menos que una hormiga promedio), se pusieron todas a trabajar.
De nuevo, la historia podría haber quedado aquí, si no fuese porque en una dimensión no-hormiga de este asunto, se estaba dando una verdadera batalla legal relacionada con el hormiguero en cuestión. El Dr. Andrei de Silva y su esposa, la también Dra. Luana Souza, connotados mirmecólogos, habían descubierto no una sino tres diferentes nuevas especies de hormiga cortahojas en la precisa planicie amazónica destinada para nuevas tierras de siembra de soya. A pesar de las protestas y los esfuerzos, nada pudo detener el “progreso”. Un año despues del descubrimiento, los bull-dozers arrasaron aquella junga. En su último día, mientras transportaba su última hoja a través de su última caminata por el sendero en la jungla, la Obrera 19657333 fue de las primeras en sentir el terremoto y luego los poderosos y extraños ruidos, olores, luces y el cataclismo final en donde todo su universo desaparecería.
Una vez más, la historia pudo haber quedado aquí, si no fuese porque un año despues del descubrimiento de aquellas nuevas especies de hormigas y tres meses despues de que la planicie fuese arrasada por los tractores, se publicasen sendos artículos en el “Journal of Insect Science” de Oxford y la “Smithsonian Mag” anunciando los hallazgos y su efímera existencia. Ambos artículos cerraban mencionando los ingentes esfuerzos del equipo para conseguir fondos que financiasen nuevas expediciones, expediciones destinadas a encontrar y proteger especies de hormigas desconocidas para la humanidad.
Y hablando de cierres, ahora sí, a esta historia de hormigas, negaciones, mundos y viajeros la vamos a dejar aquí.
FIN
Fernando Quesada V.
Abril 2023
Photo by Prabir Kashyap on Unsplash
Antiguos como Modernos (un Micro-Cuento)
– “No seas majadero, no me creas, no importa, ¡yo sé lo que ví, yo sé la verdad!”
– “Al contrario, mi buen Quijano, usted vió lo que sabe… que es lo que cree… ¡y nada más!”
– “Pero… ¿de qué rayos está usted hablando? Apártese, idiota, esta conversación ha terminado”.
– “Por favor no se enoje, no era mi intención molestarle. De verdad solo estaba exponiendo otro punto de vista…” La mirada de Sánchez se tornó lastimera, casi suplicante… “… digo, podemos no estar de acuerdo… inclusive es posible que ambos tengamos la razón, no tiene por que ser todo, diríamos, binario, excluyente…”
– “¡Silencio, a callar!”. Ni siquiera era necesaria esa última orden-amenaza de Alonso. Hacía ya un buen rato en que, a pesar de tener el doble de regimientos auriculares que vocales, esta última fuerza había ganado la batalla por su cabeza y – lamentablemente – quizá hasta la guerra.
– “Me voy pues. No hay rencores.” No obtuvo respuesta. Se alejó entonces despacio, no sin antes echar una última mirada sobre el hombro a aquel hombre del que lo separaba una distancia no mayor que los años-luz que pendían de los astros que tímidamente titilaban sobre su cabeza. Marchó fuera del cafetín. Quijano era un misterio. Un congénere perteneciente a otra especie. Mismo ADN, un tipo completamente distinto de animal. El abismo separaba a los dos y su intento de puente había fracasado estrepitosamente. El anhelo de un suspiro escapó de su pecho. Intento fallido, literalmente no había nada más que hablar. Hacía frío. Se subió el cuello de la gabardina y, sin ganas pero sin opciones, se dirigió entre decidido y vacilante hacia la estación del tren. La luna no había querido mirar aquello, brillando por su ausencia en aquel cielo urbano con más luces en la calle que estrellas en el firmamento. Con todo, la luna estaba nueva y necesariamente habría de renacer. Una noche más.
Y así termina este cuento, que es la historia de antes, la de ahora… y quizá la de siempre. Es esa otra mente que se nos escapa de las manos. Danza etérea como el aire, como el agua, como el tiempo que no puedes sujetarlo. Tragicomedia clásica, drama con tintes de sarcástico humor. Desde hace milenios, los héroes siguen tocando puertas solo para ser echados a portazos y patadas. Saber y ser, para bien y para mal, son casi sinónimos, cara y cruz de una misma moneda que sigue girando y girando en un volado eterno.
Hagan sus apuestas…
Fernando
Marzo, 2023
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