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Antiguos como Modernos (un Micro-Cuento)

– “No seas majadero, no me creas, no importa, ¡yo sé lo que ví, yo sé la verdad!”

– “Al contrario, mi buen Quijano, usted vió lo que sabe… que es lo que cree… ¡y nada más!”

– “Pero… ¿de qué rayos está usted hablando? Apártese, idiota, esta conversación ha terminado”.

– “Por favor no se enoje, no era mi intención molestarle. De verdad solo estaba exponiendo otro punto de vista…” La mirada de Sánchez se tornó lastimera, casi suplicante… “… digo, podemos no estar de acuerdo… inclusive es posible que ambos tengamos la razón, no tiene por que ser todo, diríamos, binario, excluyente…”

– “¡Silencio, a callar!”. Ni siquiera era necesaria esa última orden-amenaza de Alonso. Hacía ya un buen rato en que, a pesar de tener el doble de regimientos auriculares que vocales, esta última fuerza había ganado la batalla por su cabeza y – lamentablemente – quizá hasta la guerra.

– “Me voy pues. No hay rencores.” No obtuvo respuesta. Se alejó entonces despacio, no sin antes echar una última mirada sobre el hombro a aquel hombre del que lo separaba una distancia no mayor que los años-luz que pendían de los astros que tímidamente titilaban sobre su cabeza. Marchó fuera del cafetín. Quijano era un misterio. Un congénere perteneciente a otra especie. Mismo ADN, un tipo completamente distinto de animal. El abismo separaba a los dos y su intento de puente había fracasado estrepitosamente. El anhelo de un suspiro escapó de su pecho. Intento fallido, literalmente no había nada más que hablar. Hacía frío. Se subió el cuello de la gabardina y, sin ganas pero sin opciones, se dirigió entre decidido y vacilante hacia la estación del tren. La luna no había querido mirar aquello, brillando por su ausencia en aquel cielo urbano con más luces en la calle que estrellas en el firmamento. Con todo, la luna estaba nueva y necesariamente habría de renacer. Una noche más.

Y así termina este cuento, que es la historia de antes, la de ahora… y quizá la de siempre. Es esa otra mente que se nos escapa de las manos. Danza etérea como el aire, como el agua, como el tiempo que no puedes sujetarlo. Tragicomedia clásica, drama con tintes de sarcástico humor. Desde hace milenios, los héroes siguen tocando puertas solo para ser echados a portazos y patadas. Saber y ser, para bien y para mal, son casi sinónimos, cara y cruz de una misma moneda que sigue girando y girando en un volado eterno.

Hagan sus apuestas…

Fernando

Marzo, 2023

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