OPINION: ¡A la gran Putin!
“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. (…)” Así inicia “Historia de dos Ciudades” de Charles Dickens, publicada en tirajes semanales a partir del ya lejano mes de septiembre de 1859 (hace más de ciento sesenta años). Esas pocas líneas resumen el sentir de la época post-napoleónica, donde el desarrollo asociado a la Primera Revolución Industrial se entremezclaba con los dolores propios de un desquiciado crecimiento. Hubo epidemias, desigualdad, pobreza, polución. Pasmosamente, también es una excelente descripción de este mes de Marzo del 2022. Ahora bien, no suscribo aquello de una teoría circular de la historia humana. Creo que se asemeja más bien una espiral ascendente o quizá a un doloroso ascenso con reiteradas caídas y retrocesos. Sin embargo, debo aceptar que la invasión a Ucrania por parte de la Rusia de Putin ha sido un verdadero golpe a la esperanza, un retroceso al orden mundial que costará décadas a la Humanidad.
Por supuesto, el sufrimiento humano asociada a la guerra es el telón de fondo. Esto es una guerra (dejemos los maquillajes de vocablos para el Kremlin). La guerra es “monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente” (L. Gieco). Toda guerra es sangre y muerte, pero esta conflagración tiene connotaciones particulares. Y no me refiero al espectro nuclear (“MAD” – Mutual Assured Destruction, Destrucción Mutua Asegurada), pues es una remota posibilidad. Me refiero más bien a las implicaciones presentes y futuras de hechos ya consumados. En primer lugar, el desplome de un respeto al orden internacional construido lenta y dolorosamente a partir de la Guerra de los 30 Años (siglo XVII) hasta su culminación con la victoria aliada durante la Segunda Guerra Mundial y la arquitectura de las Naciones Unidas y otras instituciones por F. D. Roosevelt y otros dirigentes. Ese orden no es perfecto y ha catapultado a los Estados Unidos como “imperio dominante” a través de “injustas” ventajas estratégicas (e.g, el dólar como moneda internacional de reserva, entre tantas otras). Pero entendamos que la historia la escriben los vencedores y ese orden, por defectuoso que fuere, fue un sistema que contuvo las macro-conflagraciones a nivel global por más de 70 años y evitó que los países se fagocitaran unos a otros. No era poca cosa. Esto parece haber llegado a su fin. De manera tal que hoy por hoy estamos viendo un nuevo capítulo de la historia, en donde dos “bloques” más o menos macizos se enfrentan entre sí. ¿Qué es lo que van a hacer esta noche? Lo mismo que hacen todas las noches, Pinky, ¡Tratar de conquistar al mundo!”. A mí en lo personal ese propósito me parece igualmente ridículo en boca de Cerebro o en la de los líderes mundiales: no podemos mandarnos ni a nosotros mismos y aspiramos a ser jueces, jurado y verdugo del mundo. En fin. Lo cierto es que los equivalentes al ambicioso ratón son Rusia & China por un lado y Occidente por otro (Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido, Japón, Australia y otros). ¿Cómo terminará este “juego”? Mi opinión personal es que será inevitable que a largo plazo termine dominando China. Tiene las fichas ganadoras: una gigantesca población, una nueva “Ruta de la Seda”, la gobernabilidad que confiere un sistema mono-partido. Ante todo, cuenta con la ventaja derivada de la decadencia educativa y social de Occidente. Creo además que esto no se consumará sino hasta unos 25 ó 30 años en el futuro, y aún cuando se confirme esta predicción, la victoria no será completa. Occidente permanecerá ahí como un relevante poder secundario.
Sin embargo, mi frustración personal no brota de lo anterior. A ver, “guerra” rima con “Tierra” desde los albores de la Humanidad: por más doloroso que sea lo que vemos en las noticias, no es algo novedoso. Los imperios nacen y caen, es así y no hay mucha vuelta de hoja. Lo que me perturba es que – a mi parecer – por primera vez en la Historia se nos están juntando los peores males de dos siglos en un único momento histórico. El señor Putin nos ha traído un refrito del pulso Soviético – Occidental del siglo XX aunque todos sabemos que segundas partes nunca son buenas… especialmente cuando se trata de recalentar una Guerra Fría (pun intended). Y esto nos está costando el distraernos de los acuciantes problemas del siglo XXI. Se ha perdido el foco mediático, que ya no se centra en los problemas globales que requieren soluciones globales. Me refiero a pandemias, algoritmos perversos, polución masiva y sobre todo el mal llamado calentamiento global (pusilánime eufemismo para referirse a la destrucción masiva del medio ambiente, como bien lo ha señaladp el genial Noam Chomsky). La historia recuerda a un villano con el seudónimo de “El Empalador”. Bien pudiera ser que este otro Vlad termine siendo para la posteridad “El Rostizador”.
De manera tal que hoy más que nunca el pasado sabotea al futuro. Los recursos financieros, logísticos, tecnológicos y sociales que deberíamos enfocar en garantizar la sana habitabilidad del planeta para las futuras generaciones (y digo generaciones tanto humanas como animales y vegetales, pues estamos todos “atrapados” e interrelacionados en esta misma “canica azul”) los estamos dilapidando literalmente en pólvora. Soluciones hay, pero hay que ponerse a trabajar. Hoy me siento pesimista. A veces pienso que la espiral es más bien descendente. Quizás me equivoque y estos eventos devengan en menor dependencia de los combustibles fósiles y una victoria de los regímenes democráticos. Pero hoy por hoy – Marzo del 2022 – pareciera que el “caballo negro” se le adelanta por una cabeza al “caballo blanco”, parafraseando la bella metáfora acuñada por el sabio Jared Diamond.
Diantres, por una cabeza; cantaba Gardel.
Un abrazo,
Fernando
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Foto: Luz en equilibrio / Photo: Light searching balance
Me gusta la forma como la luz solar iluminaba directamente solo a la roca superior. Versión con filtro digital más abajo. / I like the way that sunlight reached only the top stone. Digitally enhanced version below.
Opinion: SECUESTRO de la MORAL
Me lo he preguntado en múltiples ocasiones y no tengo una explicación convincente. Bueno, pero primero lo primero pues no le he dicho de lo que estoy hablando. Resulta que tengo la costumbre (buena o mala, tampoco lo sé) de asomarme de vez en cuando a los comentarios de los lectores en diferentes diarios digitales, locales e internacionales. Y lo que se lee ahí es, por decir lo menos, simplemente espeluznante. Lo mismo aplica a las redes sociales, por supuesto, pero tengo ya años de haber limitado seriamente su uso.
Bueno, a lo que vinimos. Lo que veo en esos comentarios es el ataque directo al prójimo – un ataque
inmisericorde, sin ninguna contemplación. Hay insultos, menosprecio, argumentos falaces, sandeces y odio visceral. A mi me parece que buena parte de este comportamiento nace de un postulado cardinal que funciona de manera inconsciente en nuestras mentes. Ese postulado es, más o menos, el siguiente: “Ser bueno(a) equivale a ser X. Yo soy X, por lo tanto soy bueno(a). Él/ella no es X. Por lo tanto él/ella es mala. Los malos(as) deben ser castigados. Por tanto, yo como bueno(a) que soy debo corregirlo (s)(a)(as)”. Examinemos racionalmente esta “matemática del odio” para ver qué tanto se sostiene esta “lógica”. Sugiero que hagamos la disección invirtiendo el orden de las proposiciones, para dejar el punto central de este escrito como cierre.
Dice la “matemática del odio” que “como yo soy bueno debo corregirlo a Usted”. En primer lugar, ¿quién dice que “yo” debo andar enmendando entuertos? ¿quién lo nombró a Usted (o a mí) Superhéroe, pontífice, Mesías o Redentor? No soy persona religiosa, pero ciertamente apoyo aquello de que “aquel que esté libre de pecado tire la primera piedra”. Porque juzgar es tan fácil. Estamos tan prestos a subirnos en el podio de nuestra absurda superioridad moral, espiritual, religiosa, política, ideológica, plutocrática, clasista, racista, xenofóbica y desde ese trono divino lanzar rayos cual Zeus rabioso. Lamentable.
La “ecuación del rencor” también postula que “los malos deben ser castigados”. Bueno, si se trata de un criminal justamente sentenciado, ya lo creo que sí. Pero… ¿qué estamos entendiendo como “malo” en este contexto? ¿Es malo o mala alguien solo porque no opina como yo? ¿Tengo que arrancarle la cabeza a un fulano que no conozco solo porque apoya a otro equipo de futbol? ¿Tengo que despellejar vivo a alguien en redes sociales solo porque apoya a otro candidato político? ¿Tengo que irrespetar su familia solo porque no compartimos el mismo credo? Además, aún en el caso de una actuación “mala” por parte de mi ofensor, ¿de verdad será el “castigo” la primera herramienta a la cual echar mano? Ojo por ojo y terminaremos todos ciegos, decían por ahí. Calma. Esa impulsividad animal, instintiva, irreflexiva nos está destrozando: de Homo Sapiens a Homo Fatuus. Somos la generación del Hombre Estúpido. Es difícil, lo sabemos, el empatizar y comprender. Pero cada quien carga en el alma con historias, herencias, traumas, contexto, familia, sufrimientos. Hay una persona detrás de ese “comentario”.
Finalmente, el “álgebra del aborrecimiento” enuncia que “Ser bueno equivale a ser X. Yo soy X, por lo tanto soy bueno. Él/ella no es X. Por lo tanto él/ella es mala.” Estamos llegando a la mera médula de este asunto. Pongamos esto a prueba. Sustituyamos X por cualquier etiqueta, cualquier denominador ideológico o semejante que a Usted se le ocurra. Entonces, sea X = “católico”, “evangélico”, “liberacionista”, “progresista”, “conservador”, “religioso”, “ateo”, “rico”, “pobre”, “blanco”, “negro”, “flaco”, “gordo”, “costarricense”, “demócrata”, “republicano”, “latino”, “anglosajón”, “europeo”, “africano”, “chino”, “ruso”, “saprissista”, “herediano”, “liguista”, “culé”, “colchonero”, etc. etc. Es decir, la ética, los valores, lo “bueno” le pertenece a cualquiera de estas etiquetas… y por ende los que así no se identifiquen son “malos”. Somos como terroristas secuestrando el avión de la moral, de la decencia, de lo correcto. Lo reclamamos como propio y le ponemos el logotipo de nuestra fuerza áerea. Luego llenamos la aeronave de proyectiles y muy orgullosos cañoneamos a todos los que no izan nuestra bandera. Porque, al fin y al cabo, yo soy el bueno, ¿no? Nadie quiere ser el malo. O al menos, no queremos aceptar fácilmente nuestra mala conducta.
¿Ve usted el sinsentido? ¿Bajo esta lógica, no podría la otra persona inferir que el que está mal soy yo y por ello darme a mí un garrotazo por la cabeza? Esta es la fuente última del odio que nos carcome las entrañas: nuestra incapacidad de respetar la idiosincrasia, la diferencia, la individualidad de nuestros semejantes sin juzgarlos a priori por ello. Son diferentes y punto. Ni buenos ni malos por ello. Ahora sí: visto así, bajo lente lógico-reflexivo, se hace evidente que atacar a alguien solo porque no piensa o cree lo mismo que yo es estúpido. Es absurdo. Es egoísta y canallesco. Es la antesala y el combustible de la guerra y la beligerancia. Y sin embargo, es el día a día de nuestro tiempo. ¿Adónde quedó el respeto?
Caramba. ¿Qué hacer con este punzante asunto? No lo sé. No estoy seguro. Al momento de escribir estas letras, me inclino por algún esquema de censura, en donde la inteligencia artificial le impida a las personas menores de cierta edad el observar cierto tipo de comentarios y/o contenido, y censuren del todo los comentarios de odio y ataque directo a minorías y otros grupos. Pero la censura última es la de nuestras propias bocas (y teclados). Y esa solo será efectiva si nos calmamos, si leemos, si aprendemos y ante todo si aprendemos a priorizar los hechos & tolerancia que tanto nos recomendó Russell.
Últimamente, cada vez que veo esas escaramuzas y groserías en internet resuena en mí aquello de que
“si no tienes nada bueno que decir, no digas nada. Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus
palabras”. Mutis proactiva, volitiva y preventiva. Chitón pues.
Un muy sentido abrazo,
Fernando
Opinion: Para que Costa Rica siga siendo Esencial
Artículo publicado originalmente en el medio digital Delfino.cr
Miro el variado menú de candidatos a la Presidencia y a fe mía que no hay uno solo con una visión-país. En serio, amable lector, usted no me dejará mentir: no hay un solo partido político ni un solo personaje con una propuesta seria, con una idea o norte estratégico que nos oriente hacia el futuro. Como canta Sabina, pareciera que el destino nos quisiera jugar una broma macabra. Es una ironía que celebremos este año 200 años de Independencia y a juzgar por la oferta electoral, no tenemos la menor idea de qué hacer con ese legado ni mucho menos como plantearnos las décadas que vendrán. En vista de lo anterior, quien les suscribe se ha puesto a cavilar un poco. Tras unos días, he llegado a un par de conclusiones, las cuales comparto a continuación, como un muy modesto aporte para la patria en este su cumpleaños.
En el mundo de hoy, desconectarse no es una opción. Consideremos el apagón de Texas durante febrero 2021, el cual duró más de dos semanas, causado por una combinación de mal tiempo y una red eléctrica deficiente y envejecida. Consideremos también los embates del huracán Ida en Nueva Orleans y Nueva York, los incendios en California y las inundaciones en Alemania. Consideremos también la disrupción causada por la pandemia, en donde los centros de servicio en países como India fueron severamente afectados. Las pérdidas son exorbitantes. El cambio climático, la incertidumbre, la volatilidad, la ambigüedad y la complejidad (“VUCA”) están mutilando industrias, sociedades y naciones. Con este contexto en mente – Costa Rica es demasiado pequeña para darse el lujo de un análisis en el vacío – quiero sugerirle a esa catizumba de candidatos presidenciales un principio orientador que reacomode el sancocho de ocurrencias y promesas vacías que actualmente postulan cual planes para gobernar. Para explicarme, permítaseme recurrir a una aclaradora analogía. En el mundo de las Tecnologías de la Información, cada segundo de conectividad cuenta. No solo eso, en caso de que haya una desconexión, deben de existir maneras de reconectarse rápidamente y de evitar la pérdida de datos. Un par de ejemplos pueden servir para aclarar esos postulados: recordemos aquella noticia donde nos informaban de las filas que colapsaron el aeropuerto cuando el sistema de Migración dejó de funcionar por unas horas, o peor aún, el daño sufrido por cientos sino miles de niños y sus familias cuando se perdieron los datos de imágenes médicas en cierto hospital nacional. Es por eso que los Centros de Datos (“Datacenter”) se diseñan con “redundancia”: conexiones y componentes por duplicado, triplicado o cuadruplicado para asegurar un funcionamiento del sistema básicamente “siempre”, sin fallos o “caídas”.
Entonces, mi sugerencia es que Costa Rica sea Esencial no solo por su aporte ecológico, sino por convertirnos en el país sin tiempo fuera de servicio (“the no-downtime country”): el país al que no se le caen los sistemas, el país que siempre “está ahí” (“ever-green, ever-there”). Esto por supuesto implica una serie de retos descomunales. Para empezar, el ICE debe dejar de defender feudos y enfoques anacrónicos y refuerce la estabilidad de la red eléctrica, apoye un enfoque distribuido de la misma; amén de que entregue las frecuencias 5G pero “para ayer”. Se debe además de seguir mejorando la red vial y la infraestructura en general con diseños que consideren el desorbitante aumento de las lluvias. Ríos y costas deberían ser reforzados con diques y rompeolas. Los márgenes deberían de reforestarse aceleradamente y deben priorizarse los proyectos de riego y reutilización del agua. Es también necesaria una re-ingeniería completa del sistema educativo y debe implementarse un plan para salvar a la presente generación de los años de aprendizaje perdidos entre huelgas, pandemia y otras tragedias. Y algo hay que hacer para permitir un flujo seguro de migrantes, entre muchas otras cosas. Esto por supuesto demandará tiempo, dinero y esfuerzo, más la resiliencia-país si funciona como idea rectora que a largo plazo nos llevará a un futuro mejor, como en su momento lo hicieron la Abolición del Ejército y las Garantías Sociales.
Para ir cerrando, entendámoslo. Todos lo hemos sufrido en carne propia: ese zarpazo a la paz interna cuando después de una hora de hacer fila, llegamos a la ventanilla y con cara de “yo no fui” nos dicen “se cayó el sistema”; por no hablar de la locura desatada cuando se cae internet en nuestros hogares y empresas. Dan ganas de salir corriendo. Las empresas, las transnacionales, los capitales y el turismo sienten precisamente esa misma aversión a la incertidumbre y a los fallos del sistema. Muchos billonarios del mundo han puesto los ojos en Nueva Zelanda: la consideran “el futuro” precisamente por su aislamiento y resiliencia. Convirtámonos entonces ya no en la Suiza centroamericana, sino en la Nueva Zelanda del hemisferio occidental: un santuario, un refugio, una “isla” de confianza y resistencia en medio de un mundo cada vez más convulso, volátil y ambiguo.
Foto: Perderse en el instante / Photo: Lost in the moment
ESPAÑOL (English version below): en eñ arte de la fotografía, a veces no hace falta proactivamente el “conceder importancia”. En ocasiones, es el instante el que se te abalanza, como esta flor con la que por poco me doy un tope cuando iba corriendo. Es la vida misma saludando, diciendo “presente”. Abajo una versión con filtro digital.
Fernando
ENGLISH (Versión en español más arriba): sometimes, there´s no need to enforce the “give importance” photographic mantra. Sometimes the moment just seizes you, like this flower which I almost hit during a run. I say its life itself stepping-up, rising, saying “hi”. Original photo top of page, digitally enhanced version (digital version) immediately above.
Fernando
Movie: Don´t look up! / Película: ¡No mires arriba! (ni abajo, ni a los costados… mejor no mires del todo)
Ví hace poco la película “¡No mires arriba!” (“Don´t look up!” 2021, Director: Adam McKay). No pretendo ser crítico de cine y dejaré las formalidades a los que a eso se dedican. Como espectador, la recomiendo a cabalidad: es “trágicamente divertida” (o divertidamente trágica según juzgue el lector) y lo mantiene a uno inmerso en la historia, casi al filo del asiento de principio a fin. Esto es algo muy difícil de lograr con el tema de fondo de la cinta. Y es que ese tema de fondo – el “leitmotiv” si lo tienen a bien – no es difícil de digerir ni mucho de menos de presentar de una manera amigable al gran público. Ahí reside entonces el mayor aporte de esta obra.
De lo que estamos hablando es de la brillante manera en que se expone nuestra humana e infinita capacidad de auto-engañarnos, o parafraseando el título, de mirar para otro lado cuando las cosas no son de nuestro agrado. La trama presenta este fenómeno – esta falla fundamental en el razonamiento humano – a través de un chocante ejemplo (pun intended); como lo es el inminente impacto de un cometa que devastará al planeta entero a menos que se haga algo urgentemente. Los científicos y la gente racional se devanan los sesos y el hígado tratando de generar conciencia y acciones concretas para salvar al mundo, solo para ser boicoteados por políticos, fanáticos, empresarios corruptos y la sociedad en general. #dontlookup grita la gente en coro. No queremos ver, no queremos escuchar, no queremos saber. El rebaño de los “no-creyentes” se aglomera en torno a políticos devenidos en apóstoles-bufones, las redes sociales braman y los científicos y expertos son vilipendiados con el fútil ataque ad-hominem: como si tuvieran culpa alguna o algo se ganase con ello. Todo lo contrario: los sabios y los expertos solo están queriendo ayudar pero es más fácil “vender” como enemigo a un fulano que a una compleja calamidad. Gana entonces el “pensamiento mágico” (wishful thinking), el engaño colectivo, la fanaticada, la mentira reforzada de Goebbels hasta derivar en lobotomía social auto-inflingida. La tragicomedia no termina muy bien para nadie, sobra decir.
Si bien actualmente no tenemos (que sepamos) cometas o asteroides en trayectoria de colisión con la Tierra, hay otros eventos que ya nos están impactando o están próximas a hacerlo para los cuales simplemente nos hacernos de la vista gorda. ¿Cuáles? Para empezar, el cambio climático devasta ya al mundo, con incendios masivos en California y Australia, el derretimiento de la tundra en Siberia y de los polos y glaciares, el calentamiento de los océanos y el clima extremo a nivel mundial. Cada año es peor y la respuesta como especie se limita a compromisos “sin dientes” y discursos ridículos. No podemos dejar de mencionar la deforestación masiva, la extinción continua de especies, la alucinante contaminación de los océanos y la atmósfera. Pensemos en el menosprecio a los migrantes y en el sufrimiento de millones de personas y animales, mal alimentados, explotados, olvidados. Para colmo de males, la pandemia ha confirmado con un nuevo y clarísimo ejemplo como la ceguera política y la falta de gobernanza global lleva casi axiomáticamente a la “tragedia de los comunes”: el acaparamiento de las vacunas deriva en enormes desperdicios en los países ricos y en faltantes masivos en los estados pobres, lo que abona aún más el terreno para que surjan variantes del virus que dilatan la emergencia. Mientras tanto, el sistema político “vende humo” y promesas vacías y las grandes corporaciones y capitales se enfocan únicamente en lucrar. Como dice cierta cancioncilla, “nuestra sociedad, es un buen proyecto para el mal”.
Al final, lo trágico de todo esto es que, tarde o temprano, todos estos “cometas” terminarán por estrellarse en nuestras caras. Los hechos son los hechos aunque no nos gusten, aunque un Presidente diga que es “esto es solo una gripe”, aunque nieguen que el cambio climático exista, aunque vendan las redes sociales como algo inocuo que no requiere regulación, aunque nos digan que podemos deforestar impunemente porque “la Creación es nuestra”. De nada vale mirar para otro lado: el puñetazo de la verdad simplemente se estrellará dolorosamente en nuestra mejilla (y en la de nuestros hijos). Hoy, más que nunca, necesitamos coraje. Sí, coraje para alzar la mirada y ver a los problemas a los ojos, para aceptar la verdad aunque no nos guste; para entender que las crisis globales demandan necesariamente soluciones globales, para dejar de pensar en la próxima elección y comenzar a pensar en la próxima generación. Solo así saldremos de este trance… antes que se estrelle el siguiente cometa en nuestro patio trasero.
Un abrazo,
Fernando
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