(Sobre)-excitados / (Over)-excited
VERSION EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
Revise la configuración de su monitor, pantalla de teléfono o TV. Es muy probable que el “brightness” (la luminosidad, el brillo), el contraste, el color y otros parámetros de la imagen estén por defecto (o por gusto) configurados a altísimos niveles, inclusive pueden estar al máximo. Ahora téngame paciencia y baje la luminosidad (brillo). Sí, bájela. Sienta el efecto en sus ojos: comfort, descanso, bienestar, relajación… Es posible que inclusive sienta una especie de pequeña “resaca” en el momento mismo de ajustar la imagen: su mente y su vista resienten el cambio, extrañando la sobre-estimulación que han recibido por incontables horas. Pero resistamos a la tentación: déjelo así. Pasados solo unos minutos, Ud. se acostumbra y su vista, sus horas de sueño y su mente se lo agradecerán.
Lo anterior es solo un ejemplo. Esta sobre-estimulación es hoy por hoy un verdadero ataque inmisericorde a los sentidos: una pandemia de 360 grados. Nuestros ojos son acechados por el brillo inclemente de monitores en todas partes, a todas horas. Nuestros oídos sufren el embate constante de audífonos y parlantes a todo volumen. Nuestro paladar es atacado por saborizantes, preservantes, colorantes y azúcar en cantidades industriales. Nuestros cuerpos devoran calorías, químicos y bebidas energéticas a raudales. Nuestras mentes procesan día a día más y más noticias, eventos y publicaciones con titulares amarillistas, “efectistas” y manipuladores. Los videojuegos son cada vez más rápidos, realistas, violentos, envolventes. Corremos revisando relojes que nos cuentan calorías, velocidad, tiempos y hasta el pulso cardíaco. Estamos sobre-excitados, sobre-estimulados, sobre-cargados, sobre-monitoreados… hasta llegar a estar sobremanera sobresaltados: algo que no es de sobreestimar ni está de ninguna manera sobredimensionado…
Más allá del sobre-saliente chiste con que cierro el párrafo anterior :o) creo que debemos reconsiderar seriamente las cosas (iba a decir sobre-ponerse pero el momento del chistorete ya pasó…). La cultura “slow” es una respuesta a esta hecatombe sensorial. Dése un tour por el “Instituto Internacional de No Hacer Mucho” (“International Institute of Not Doing Much“). Exploremos las diferentes posibilidades de esta tendencia: comer despacio. viajar despacio, envejecimiento lento, jardínería slow, cinema slow… hasta sexo slow hay en el menu (!). Alguna de estas opciones calzará con cada quien. Ahem.
Ya en serio, el punto es sencillo: despacio porque solo tenemos el presente. Se lo garantizo: como lo atestiguamos con el experimento inicial, el solo hecho de bajarle el brillo a nuestra pantalla hace que el mundo real se vea más atractivo, más brillante, más “actual”. Es natural: hay menos contraste entre la realidad y la ficción. Y nos sentimos mejor. Extrapolemos e imaginemos (un saludo a Lennon donde quiera que esté) toda la belleza escondida que resurgirá cuando le bajemos al volumen, al azúcar, a los datos, al diario trajín. Volverá la magia de escuchar el viento. Regresará el privilegio de probar el verdadero sabor de ese alimento. Retornará la paz inherente a un ritmo más humano. Ganaremos mucho cuando perdamos esta sobrecarga de estímulos. Échele un ojo al concepto de “voluntary simplicity” y “downshifting“. Creo que hay algo ahí también para todos.
Les deseo mucha, feliz y sofisticada simplicidad en este 2020 y más allá.
Fernando
“El gran milagro del zen está en la transformación de lo mundano en lo sacro.”
Osho
PD: termino de escribir estas líneas y al releer el último párrafo, recuerdo una escena de la película “Belleza Americana” en donde se observa a una bolsa plástica bailando en el viento. Es un ejemplo del milagro oculto en lo mundano.
PDPD: la mayor parte de las pantallas, computadoras y teléfonos modernos tienen configuraciones para filtrar la luz azul, modos de “protección de la vista” y similares. Hagamos uso de ellos.
ENGLISH VERSION / VERSION EN ESPAÑOL MÁS ARRIBA
Check the configuration of your monitor, phone´s screen or TV. It is quite possible that the brightness, contrast, color and other picture parameters are set by default (or voluntarily) to high levels, perhaps even to the max. Now bear with me and diminish the bright and/or the back-light. Yep, just diminish it. Feel the effect: more comfort, ease, wellness, relaxation… It is even possible that you feel sort of a little “hangover” at the very moment of the adjustment: your mind and your vision are resenting the change, missing the over-stimulation received for countless hours. But let´s resist that initial impulse and leave it as is. A few minutes later, your sight gets used to it. Your sleep time, your health and your entire being will benefit with just this small adjustment – you can thank me later for the tip.
Now the aforementioned is just an example. This stimuli overload is nowadays a merciless attack to our senses: a 360 degrees pandemic. Our eyes are hurt by the light of monitors placed everywhere. Our ears suffer the constant attack of headsets and speakers at high volume. Our taste endures colorants, artificial flavorings, preservatives and industrial quantities of sugar. Our bodies feast on calories, chemicals and energy drinks. Our minds process more and more news, events and posts with biased, sensationalist, pro-management content. Videogames are ever more fast, realistic, catchy. We even run and exercise with watches counting our calories, speed, time and our pulse. We are indeed over-excited, over-stimulated, over-charged, over-measured… up to being over-loaded with an overly oversaturation over and around…
Passing over the over-represented joke, its time to seriously reconsider things. The so-called “slow-culture” is an answer to the stimuli tsunami we live in. I truly recommend for you to tour the International Institute of Not Doing Much. Moreover, let´s explore the varied tendencies across and above this cultural tendency. There is slow eating, slow travel, slow aging, slow gardening, slow cinema… even slow sex (!). Some of these options will resonate with your specific personality. Ahem.
Jokes aside, at the end, there is a single underlying statement: we need to slow down because we only have the present. I guarantee: the sole fact of diminishing the screen brightness makes the world more alive, more attractive, more “real”. Its natural: there is less contrast between reality and fiction. Now lets extrapolate this idea and lets imagine (a wink to Lennon, wherever he is) all the hidden beauty that will re-surge once we lower the volume, the sugar, the data intake, the rush. The magic of feeling the breeze will return. The privilege of truly tasting that food. The peace associated to a more humane cadence. We will win a lot by loosing this stimuli overload. Take a look to the “voluntary simplicity” and “downshifting” concepts. There is also something for all of us there.
I sincerely wish you all lots and lots of happy, sophisticated simplicity in this 2020 and beyond.
Fernando
“The grand miracle of the zen is the transformation of the mundane into the sacred.”
Osho
PS: I am finishing the draft of these post and reading it, I cannot but remember a scene of the movie “American Beauty” in which a plastic bag dances in the wind. Its a nice example of the miracle hidden in the mundane.
PSPS: most screens, phones and PCs have settings that allow blue-light filtering, night mode and other eye protection features. Let´s use them.
Photo by Jorge Franganillo on Unsplash
La Calidad de Nuestras Preguntas/ The Quality of our Questions
VERSION EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
Leí recientemente un comentario – más bien una cita, un aforismo – del señor Peter Diamandis. Nos dice Diamandis que en el futuro lo más importante no será “lo que sabes” sino la “calidad de las preguntas que hacemos”. Es verdad. La tecnología nos está llevando a un mundo donde pronto tendremos asistentes virtuales a nuestra disposición, siempre conectados a la internet: el “JARVIS” de IronMan se hará realidad. Los datos, la información, las noticias, en fin, “todo” estará al alcance de nuestras consultas (posiblemente verbales).
Por qué las preguntas son cruciales
Lo anterior suena traicioneramente genial: fácil y conveniente. Pero el diablo está en los detalles. Y es que el viejo adagio “basura entra, basura sale” aplica como nunca antes en la historia. Porque Google da respuestas pero no hace control de calidad de las búsquedas (más allá de la ortografía). Y esto solo será más y más válido en el futuro cuando tengamos a “JARVIS” con nosotros. A lo que voy es que si la pregunta es ambigua, tendenciosa o simplemente absurda, pues obtendremos una respuesta ambigua, tendenciosa o llanamente absurda. Es por esa razón que la calidad de las preguntas es asunto fundamental. Siendo así las cosas, saltan a la vista dos cuestionamientos adicionales: 1) Qué es una buena pregunta (léase una pregunta de alta calidad) y 2) Cómo se hace una buena pregunta. Veamos de manera resumida ambos puntos.
Qué es una buena pregunta
So riesgo de caer en una redundancia, diremos que… ¡esa sí es una buena pregunta! :o) Pues bien, una pregunta de alta calidad es aquella que nos dirige, nos empuja, nos acerca hacia la respuesta correcta. La pregunta correcta es por sí misma más de la mitad del camino hacia la verdad, hacia los hechos. Las buenas preguntas tienen una serie de características, entre ellas:
- Es relevante: es decir, tiene que ver directamente con el tema en cuestión.
- Es clara: las buenas preguntas no son ambiguas, sino que permiten una única interpretación.
- Es concisa: una pregunta de calidad presenta solo las palabras necesarias para hacer la interrogante… y nada más. Cualquier otra información se omite: brevedad es virtud divina.
- Tiene un propósito definido: una buena pregunta busca añadir valor. Si la pregunta no persigue una meta válida y congruente con el tema de conversación, probablemente está de más.
- Es una guía pero no un sesgo: una buena pregunta, como mencionamos anteriormente, impulsa hacia la respuesta, pero no por eso constriñe las ideas.
- Estimula el pensamiento: las preguntas retóricas, aquellas cuya respuesta es evidente no son las mejores. En la mayoría de los casos, es mejor evitarlas del todo. Se trata de pensar y buscar la verdad.
- Tienen un solo enfoque: las mejores preguntas nos impelen desde una sola dimensión: el qué, el cuándo, el cómo, el por qué, el para qué, el quién, pero no mezclan dos o más de estos paramétros a menos que sea absolutamente indispensable. Esto permite un enfoque pleno.
Cómo hacer buenas preguntas
La anterior lista de características nos deja en una muy buena posición a la hora de hacer nuestras preguntas. Sin embargo, quisiera agregar que hay otros elementos a considerar. Para hacer una buena pregunta, es necesario considerar el “timing”, el momento en que se realiza: hay preguntas esenciales que mutan en absurdos bajo algunas circunstancias. Asimismo, en qué circunstancias se interroga es importante (por ejemplo, hay que considera el estado emocional del interlocutor y la cantidad de “ruido” en el ambiente). Leer es siempre una buena idea: estimula nuestras mentes y las prepara para pensar.
Y antes de interrogar(se), siempre es buena idea el hacer un repaso de mi posición personal (expectativas, ideología, creencias) sobre el tema en cuestión, para hacer una sanísima autocrítica: ¿mi pregunta está sesgada? (“weighted question“) ¿Aceptaré la respuesta aunque no me guste lo que voy a oír? ¿Desde qué posición estoy partiendo? ¿Qué evidencia, argumentos y supuestos hay detrás de todo esto?
Finalmente, nunca está de más el solicitar un “acuse de recibo” de la pregunta: ¿qué fue lo que se comprendió? ¿hay dudas? ¿estamos claros?
Una brevísima conclusión
En este nuevo siglo, donde cada uno de nosotros se ha convertido en un “medio de comunicación” a través de las redes sociales y donde las opiniones sobran, la calidad de las preguntas – incluyendo las que nos hacemos a nosotros mismos – es fundamental. Aprender a interrogar – y ante todo, a interrogarnos – es un faro de luz que nos orienta hacia el puerto de la verdad. A contrapelo, las “malas preguntas” nos harán presa de sesgos & falacias, mentalidades cerradas y necias ideologías: engañados y auto-engañados, náufragos en un mar de datos.
Y bueno, para cerrar, quizás no me lo están preguntando, pero creo firmemente que el primer paso para todo esto – para mejores preguntas y para una mejor vida en general – es fomentar nuestra humildad. Se vale equivocarse. Está bien ignorar algo. Y se vale preguntar.
Un abrazo,
Fernando
ENGLISH VERSION / VERSION EN ESPAÑOL MAS ARRIBA
I recently read a comment – not a comment, more of a quote – by the famous Peter Diamandis. Mr. Diamandis says that “in the future, it will not be about “what you know” but “the quality of the questions you ask” that will be most important”. It is true. Tech is driving us to a world where we will have personal digital assistants all the time with us: the “JARVIS” of IronMan is coming soon. Data, info, news, “everything” will be at our fingertips (to be more exact, waiting for our verbal orders).
Why are questions so crucial
The aforementioned sounds too good to be true. Indeed. The devil is in the details, because the old saying “garbage in, garbage out” will be more relevant than ever. I mean, Google gives you answers but does not performs an analysis or QA of your questions. That is up to us. If the question is ambiguous, biased or plainly absurd then we will get an ambiguous, biased or absurd answer. So that´s why the quality of the questions is cornerstone- Being that the case, two subsequent questions arise: 1) What is a good question y 2) How to make a good question. Let´s briefly explore both points.
What is a good question
Now… that is a good question! :o) Well, a good question is the one that drives, pushes, leans us toward the correct answer. The right question is more than half the way towards the truth, towards the facts. Good questions have a series of characteristics:
- They are relevant: they are related directly to the topic at hands.
- They are clear: good questions have no ambiguity, but translate into unique interpretation.
- They are concise: good questions avoid jargon and unnecessary wording. They present just the right words and nothing else. Brevity is a virtue of the Gods.
- They are purposeful: good questions seek a goal. Good questions look to add value. If the question is not valid and congruent with to the topic, probably we can dismiss it.
- Good questions guide, but do not lead: a good question indeed guides us toward the correct answer, but is not a cage imprisoning the respondent.
- Good questions stimulate thought: rhetorical questions, questions with evident answers are normally not necessary. Questioning is about thinking, analyzing, elaborating , not so much about the obvious.
- They are unidimensional: the best questions guide us toward a “how”, “why”, “what”, “when”, “who”, “what for”, but do not mix these dimensions. In this way, laser focus is obtained.
How to make good questions
The prior list leaves us in a good position to raise our hands and make our questions. Still, there are a couple points to comment. First of all, we must consider timing when making our questions. Many key questions mutate into aberrations or absurdities when done at the wrong moment. Morever, the context and circumstances are relevant: for example, the emotional condition of the recipient. Reading is always a good idea: it promotes our ability to think, preparing ourselves to generate better questions.
And before asking, It is always a great idea to to a self assessment of my own personal position on the topic at hands: my expectations, my sensibility, my ideology, my beliefs. This self criticism exercise is crucial: am I making a weighted question? Can I handle the truth, even if I dont like it? Where am I coming from about this? What evidence, arguments, assumptions apply?
Finally, it is always a good idea to request a proofing, an acknowledgment of the question: what was the conveyed message? Doubts, comments?
A brief conclusion
In this not-so-new century, where each of us has become a new “communications medium” through social networks and when opinions surge everywhere on every topic, the quality of our questions is fundamental. To learn to ask, and especially to ask ourselves – is a lighthouse that guides us toward the truth. Contrary-wise, the wrong questions will make us prey of biases & fallacies, closed mentalities and stubborn ideologies: we´ll become castaways in an ocean of data.
As an ending: you may not be asking me, but personally, I truly believe that the first step to all of this – and to a better life – is to work in our humility, surrendering our egos. It´s okay to be mistaken. It is okay to ignore. It is okay to ask.
Warm regards,
Fernando
Fuentes/Sources:
Photo by Jon Tyson on Unsplash
Photo by Camylla Battani on Unsplash
Todos nietos y tíos… ¡Todos! / Grandchilds and aunties… All of us!
VERSION EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
Arranquemos el 2020 con una nota positiva: ¿ha notado Ud. el singular efecto que tiene un niño o un anciano en nosotros? Me refiero a que la sola presencia de un bebé desata buenos sentimientos en las personas de buena voluntad. Todos queremos protegerle, apoyarle, evitarle un accidente. Su llanto inmediatamente levanta miradas preocupadas. Está en todos nosotros. Todos somos sus “tíos” y “tías”. Todos deseamos cuidarle y evitarle el mal.
Este solidario comportamiento se refleja también al tratar con ancianos. Me parece supremamente hermoso que completos extraños llamen cariñosamente”abuela” o “abuelo” al que peina canas. Manos ajenas se tienden para ayudarle a cruzar despacio la calle. Palabras pacientes se expresan. Sonrisas comprensivas aparecen.
Son esas instancias las que sacan lo mejor del ser humano. Nos hermanan. Nos unen. Nos ubican ante las grandes verdades de nuestras existencias. Nos remiten a nuestra esencial igualdad, recordándonos de donde venimos… y hacia donde vamos.
Saludos, que tengan un gran año.
Fernando
ENGLISH VERSION / VERSION EN ESPAÑOL MAS ARRIBA
Let´s begin 2020 with a positive note. Have you noticed the singular effect that kids and the elderly cause in us? I am talking about the fact that the sole presence of a baby unleashes the best angels of our nature. We all want to protect the child, providing protection and support. When a baby cries, concerned heads immediately raise. Its in all of us. We are all their “aunts” and “uncles”. We all want to take care of him/her and avoid any harm.
Solidarity also appears with the elderly. I find utterly beautiful that complete strangers kindly treat the old as “grandma” or “grandpa”. Gentle hands extend to help with the slow cross of a street. Patient words are expressed. Comprehensive smiles appear.
These instances are the ones that showcase the best of us. A brotherhood is revealed. We are united. These occasions exhibit the great truths of our lives. We are pointed to our essential and equal nature, reminding us as of where do we come from… and where are we heading.
Cheers, may you have a great year.
Fernando
Photo by Aditya Romansa on Unsplash
El recurso más escaso (y valioso) del mundo / World´s scarcest (and most valuable) resource
VERSIÓN EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
No, no es el petróleo. El “fracking” y el advenimiento de la era eléctrica del transporte y las energías renovables así lo confirman – la era del “oro negro” terminará pronto y no por falta de petróleo, así como la Edad de Piedra terminó y no por falta de “insumos”. Tampoco es la información: por lo contrario, esta nos satura día a día. No es el dinero: ciertamente, está muy pero muy mal repartido – pregúntele al infame del “Sr. Gini” – pero recursos financieros los hay hoy en día como nunca en la historia. Ni lo es el agua potable: escasea por su variabilidad y distribución mundial, pero las nuevas tecnologías de des-salinización y potabilización prometen soluciones a mediano término. Ni siquiera es el tiempo, el cual desperdiciamos a raudales.
Pero, ¿y entonces? ¿Cuál es entonces ese limitadísimo y valioso recurso? Pues ya entrado el siglo XXI, está más que claro que, al menos para la parte de la Humanidad que habita en los Niveles III y IV de desarrollo trazados por H. Rosling (aquellos de nosotros que tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas), el recurso más escaso, más precioso, más difícil de gestionar y proteger es la atención humana (“undivided attention”, dicen los angloparlantes). Nunca como ahora se nos ha hecho tan difícil el enfocarnos en una sola cosa. A la Humanidad le resulta imposible hacer una sola cosa a la vez. Llevamos esto a límites ridículos, extremos, absurdos. Mire a su alrededor. Tal vez está en un restaurante. La gente ya no puede esperar por su café mirando por la ventana: hay que ver el celular. No se hablan unos a los otros: los grupos comparten mesa pero cada quien está cabizbajo mirando el “iPhone” como si le rezaran a San Zuckerberg, santo patrono de los despistados. Tampoco podemos ver la TV tranquilos: Instagram nos grita y nos distrae. Hasta caminamos viendo el aparatito – los accidentes y hasta las señales de tránsito para peatones distraídos son ya anecdóticas. Válgame Dios, es que no podemos ni siquiera defecar en paz – perdón pero así es – porque se nos “enfría” el último mensajito de Whatsapp mientras a su vez calentamos el inodoro con las posaderas: termodinámica pura supongo…
Usted me podría argumentar que bueno, que eso está bien porque al fin y al cabo… ¿qué importa? “Mire Fernando, no le estoy haciendo daño a nadie, así que no moleste, estoy viendo mi Instagram. Y además… “it´s evolution, baby“: por ahí va la cosa así que más bien hay que adaptarse a los nuevos tiempos. Siento ser el mensajero de la cruda verdad: eso es falso. Sí, sí nos estamos haciendo daño. Y mucho. Muchísimo. Veamos por qué:
- Porque dañamos las relaciones con quienes nos son más cercanos. Así es: por alguna razón le damos preferencia al prójimo ausente en demérito del que está a nuestro lado. Siendo seres físicos, nos estamos desconectando de nuestra integralidad, dañando de paso la cruda naturaleza de nuestras relaciones sociales.
- Sobre-saturación (“overload”) de estímulos: demasiados anuncios, demasiadas actualizaciones, sobrecarga de “likes”, de descargas, programas, pantallas, notificaciones, mensajes, chats, correos, ventanas, aplicaciones, contactos… Es demasiado: somos seres humanos, no laptops o servidores (irónicamente, parece que últmimamente nos hemos convertido en sus siervos). Hay que aprender a decir “es suficiente” – la tecnología evoluciona más rápido que nuestras capacidades. Gestionar su uso adaptado a nuestro humano ritmo es lo procedente.
- Ceguera cognitiva: la distracción en que caemos con las redes sociales y los celulares generan otro problemita: nos roban el limítadisimo enfoque del que es capaz nuestra mente. Por revisar el Whatsapp, perdemos la capacidad de notar lo sutil, lo novedoso en nuestro entorno y en ocasiones, hasta de lo más evidente (algo así como cuando no nos percatamos de que dejamos las llaves del auto por fijar la atención en las de la casa). Y ni hablar de entrar en “la zona” (M. Csikszentmihalyi, en inglés, “flow“): ese estado “mágico” de máximo disfrute y productividad se vuelve una imposibilidad al estar nuestra atención saltando de tema en tema, del celular a la mesa a la TV al trabajo a la comida a YouTube y así ad infinitum.
Nuestros cerebros, nuestras mentes no están hechas para la multi-tarea, en spanglish, el “multitasking”. Un ejemplo: mire Ud. un noticiero de una cadena reconocida (imagen arriba). Ahora no basta con el periodista presentando las noticias: además de eso, tenemos que procesar sendos letreros superpuestos, el “cintillo” inferior con comentarios y para rematar, carteleras de noticias corriendo cual caballos a todo galope brindando noticias y valores de acciones… ¡en ocasiones tanto arriba como abajo de la pantalla! Despues de un breve rato viendo esa debacle, el que termina como equino cansado es el televidente. Más aún, temo por lo que viene: los anteojos y visores VR, los lentes de contacto “smart” y los implantes a nivel cerebral (“Neuralink” de E. Musk y otros) no están lejos, y entonces nos superpondrán (¿impondremos?) una capa ficticia sobre la realidad, un mundo virtual en el cual ahora sí perderemos el control sobre a qué debemos prestarle atención. Ya es suficientemente molesto manejar las notificaciones de nuevos correos, mensajitos y anuncios en el teléfono. Imagínese eso superpuesto en su campo completo de visión, por no mencionar el que se le “inyecte” directamente en su cerebro, en su psique. Se abre entonces toda una nueva y oscura acepción para el término “neuromarketing”, por no entrar en escenarios de – todavía- ciencia ficción (“Total Recall”, “Matrix”)…
Tal parece que además de los diferentes calificativos aplicados a nuestra Sociedad en variados ensayos – “de la Información” (P. Drucker), “del Espectáculo” (V. Llosa), “del Cansancio” (Han), “del Consumo”, “Líquida” (Bauman) – habrá que añadir el calificativo de “Sociedad del Desenfoque” o “Sociedad del Zapping”: por estar atendiéndolo todo, no estamos concentrados en NADA.
Al final, el problema radica en nuestra falta de control personal: nuestra incapacidad de administrar nuestros impulsos, nuestro desenfrenado apetito cerebral por la cortisona, por la “información”. La urgencia por estar informados sobre “lo último”, esa hambre por “la inmediatez”, por “estar al día” con todas estas notificaciones está enfermándonos pues lo que no tiene ninguna importancia se nos “vende” como urgente y se está tragando todo el espacio para lo vital, para lo que requiere nuestro enfoque, para nuestra familia, amigos, nuestro sano esparcimiento, nuestra desconexión. No es algo intrínsecamente malo el tener redes sociales o un teléfono inteligente. Lo que está muy mal es que se inviertan los papeles y estos artilugios sean nuestros dueños. Reclamemos lo que es nuestro: nuestra atención, nuestro tiempo, nuestras vidas.
Aprovechemos estos días libres para disfrutar un baño de naturaleza, un “Shinrin –Yoku“. Re-aprendamos a hacer una cosa a la vez: a actuar con la plenitud de nuestros seres, dedicando la totalidad de nuestra atención. Entonces, no se diga más, bajemos el celular y alcemos la mirada: dejemos de rezarle a San Zuckerberg. Entreguemonos al momento. “Cierra la pantalla”, como suena una canción de moda. Leamos con absoluta atención. Si estamos laborando, pues trabajemos con entrega. Veamos una película sumergidos en la trama, escuchemos música navegando en cada nota, corramos entregando el alma, pensemos con abstracción total, respiremos despacio y profundamente, aburrámonos mortalmente, abracemos intensamente, besemos con pasión, comamos saboreando cada bocado, bebamos con gusto pleno (la bebida en cuestión para Fin de Año queda a discreción del amable lector). Las mejores cosas de la vida son el resultado precisamente de esos momentos de entrega total… una cosa a la vez.
Enfoquémonos pues en lo importante, pero ENFOQUEMONOS. Bendiciones, felices fiestas.
Fernando
ENGLISH VERSION / VERSIÓN EN ESPAÑOL MÁS ARRIBA
No, it is not oil: so-called “fracking” and the upcoming eras of electrical transportation and renewable energies confirm it. The Stone Age ended not due to lack of “inputs”, and the Oil Age won´t finish as per lack of petroleum in the ground. Neither it is information: au contraire, we are submerged in data and info day by day. It is not money: it is indeed terribly distributed – ask despicable “Mr. Gini” on that – but economics/finance resources are in a max point. It is drinking water: again, its geo-distribution is lowsy and peak-lows are extremes, but new techs on desalination and potability promise solutions on the mid term. It´s not even time itself, which we absurdly waste, taking things for granted.
But then… what is the name of that valuable, most limited resource? Well, in the XXI century, and at least for the part of Humanity living on Levels III and IV of economical development as per H. Rosling (those of us who have their basic necessities well covered), the scarcest, most difficult to attain and protect, and in Gollum´s words, most “precious” resource is undivided human attention. Never in history has it been so difficult for us to do a single thing at a time. Look around you: perhaps you are in restaurant, coffee shop or pub. People no longer wait for their coffee looking through the window or to one another: we must see the cell phone. We don´t talk, we just bend our heads in a prayer to Saint Zuckerberg, holy patron of all “zuckers”. We cannot watch the TV (or YouTube): Instagram yells for our attention. We even drive and walk watching these things – accidents and even transit signs for distracted pedestrians are now a collection of anecdotes. Alas! We cant even go for a “number 2” in peace, God forbid the Whatsapp messages to cool down in the little screen while at the same time the toilet warms through our “rearguard”: pure thermodynamics, I guess…
Now you could argue that all this is okay because, at the end of the day, who cares? Meaning: “Look Fernando, I am not making harm to anyone, thus please stop the whining. Furthermore, “its evolution baby”, this is the right and real way things should derive into”. I hate to be the carrier of bitter news: that is not true. Yes, we are harming ourselves and our kin. A lot. Why? Because:
- Because we harm our relationships with the ones closest to us. For some reason, we tend to prefer contact with the ones on the phone, putting on a secondary level the ones at our side. Since we are physical beings, this is disconnecting us with our wholeness, hampering our real world social networks, our relationships, our face to face daily interactions with friends and family.
- Stimuli overload: too much publicity, too many updates, overload of “likes”, downloads, apps, emails, chats, windows, contacts, calls, flags, tasks… Its just too much, we are human beings, we are not “routers” or servers (ironically, lately it looks like we have become servants to them). We need to learn to say “its enough”. Tech is evolving faster than our capacities. We must adapt its usage to our human cycles.
- Cognitive blindness: the distraction due to social networks and smartphones causes another issue. These things steal the limited focus our minds are capable of. The vicious need of checking Whatsapp implies loosing the capacity of noticing the subtle, the novelty and even the evident in our lives (in the same way that we cannot see the lost key cars next to the house keys we were so angst to find). And lets not even talk about flow (M. Csikszentmihalyi): that “magical” status of pure joy and max productivity becomes an impossibility when we keep jumping from topic to topic, when our attention shifts from the cell to the table to the TV to work to food to YouTube… ad infinitum.
Our brains & minds are not meant for multitasking. Check out the example above from an international cable news channel (example above). So now it is not just about the journalist presenting news, we need to deal with announcements, graphs, clarification/context notes and even banners running breaking-news and updates like horses at full speed…. sometimes above and below the screen in opposite directions! After a short time watching all this, the one left feeling like an exhausted colt is the spectator. Moreover, I fear for the upcoming media: VR visors, smart contact lenses and even direct implants in our brain (“Neuralink” by E. Musk and other) are not far. When that time comes, a new fictitious layer will be imposed over reality, a virtual world where we will loose our ability and right to choose what to focus on. It is now annoying enough to keep “up to date” with all the flags in our phones. Imagine that in your complete eye-span, not to mention flags and announcements directly implanted in your neuro-cortex, in your mind. This opens a window to a new dark era or neuromarketing”, not to mention stuff like “Total Recall” or “Matrix”.
Looks like besides the variety of adjectives already used to describe our world – “Information Society” (P. Drucker), “Entertainment Society” (V. Llosa), “Burnout Society” (Han), “Consumer Society”, “Liquid Modernity” (Bauman) – we will need to add “Society of Zapping”: due to shifting and watching everying, we focus in nothing.
Bottomline, the root cause of the problem is our inability to manage ourselves. It is our lack of control, our never ending appetite for stimuli and our cerebral appetite for cortisone. The false urgency for the latest is making us sick. What has no importance is “sold” to us as urgent, leaving no space for what truly should matter: family, friends, health time off. “Smartphone” or “social network” are not necessarily synonyms to “evil”, but what is certainly a perversion is for us to be owned by those things. Let us claim what is ours: our attention, our time, our lives.
Lets use these free days to truly enjoy and get healed by nature: lets do a “Shinrin –Yoku“. We must re-learn to do a single thing at a time: lets act with the complete wholeness of our beings, with the entire devotion of our mind. Thus, say no more: put down the cell phone and stop praying to Saint Zuckerberg. Lets read with absolute attention, lets watch a movie submerged in the plot, lets listen to music riding each note, lets run like its the last race of our lives, lets think with the absolute abstraction of our mind, lets take a deep, slow, absolute breath, lets get mortally bored, lets truly hug someone, lets kiss with passion, lets eat savoring each bite lets drink with pleasure (beverage of choice for EOY party to be defined by the kind reader). The best of life is the result of those intense moments when we do one thing at a time.
Thus, lets focus in the important stuff, but lets do FOCUS. All the best, happy holidays.
Fernando
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Sembrando árboles bajo los cuales no nos sentaremos
Revoloteando entre artículos y opiniones, di esta semana con una de esas frase que impactan. Debo admitir que la versión inglesa me gusta aún mas, pero aún las catorce palabras en español resuenan hasta la eternidad… y más allá. La frase dice así:
“Una sociedad prospera cuando los viejos plantan árboles cuya sombra saben que nunca disfrutarán”
David E. Trueblood (ver nota al pie)
Escucho la frase en mi mente de nuevo al escribirla y vuelvo a sonreir. No puedo evitarlo. La sencilla poesía escondida en la metáfora, la elegante resolución de la afirmación y ante todo el sabio mensaje mueven tanto al corazón como al entendimiento. Frase digna de la mencionada sonrisa, el aplauso pendiente y quizá de una lágrima mal disimulada. Le invito a re-leerla: “Una sociedad prospera cuando los viejos plantan árboles cuya sombra saben que nunca disfrutarán”. ¿Lo captamos? Esta frase resume la más pura verdad de esta vida, como es la absoluta interrelación de todo lo que existe. Sabe al mejor de los vinos. Degusto notas similares a las expresadas por el Jefe Seattle (“Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo“). Lleva tintes de humanismo, aceptación y tolerancia. Tiene cuerpo de madura ilustración, con humos de progreso. Y deja finalmente un sabor a maderas en la boca, con ribetes de ecologismo, desprendimiento, entrega, gratitud y lealtad.
¡Salud, hermanos! Alzo mi copa entonces por los árboles sembrados, por las sombras que se proyectarán y ante todo, porque nuestros hijos – y los hijos de nuestros hijos – puedan siempre disfrutarlas.
Fernando
NOTA: Si usted busca el orgen de la frase en la internet, se le atribuye normalmente a “los griegos” en el sentido de la Grecia clásica (una afirmación que, por motivos sentimentales, no podría desear más que fuese verdad). Sin embargo, investigando un poco, encontré este análisis que prueba que el autor es el arriba citado, el cuáquero Mr. David E. Trueblood.
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Gladiadores, mensajeros y cabezas cortadas / Gladiators, messengers and chopped heads
ACERCA DEL COSTO DE ACEPTAR EL ATAQUE AD HOMINEM / ABOUT THE COST OF ACCEPTING THE AD HOMINEM ATTACK
VERSIÓN EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
“Dentro de tres semanas yo estaré recogiendo mis cosechas. Imaginad donde querréis estar y se hará realidad. Manteneos firmes, no os separéis de mi. Si os veis cabalgando solos por verdes prados, el rostro bañado por el sol, que no os cause temor. Estaréis en el Elíseo y ya habréis muerto. ¡Hermanos! ¡Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad!” Así infunde ánimo el general romano Maximus a la tropa justo antes del combate por Germania en la apertura de la película “Gladiador” (Universal Pictures, 2000). En la escena siguiente, tras una corta y sangrienta batalla decidida por una poderosa carga de caballería (“¡Roma Victoria!”), mueren cientos, miles de bárbaros exterminados por las legiones romanas. Lo triste es que, justo antes de la batalla, Maximus había enviado un heraldo, un mensajero para tratar de negociar un acuerdo de paz con los germanos. Pero bueno, “al diablo este romano” dijeron aquellos y al pobre diablo le cortan la testa probablemente sin poder decir “esta boca (y esta cabeza) es mía”. No tuvo chance de presentar la propuesta de pax romana. Aquello fue muerte automática para el desafortunado mensajero. Quizá el ejemplo no sea el mejor pero ciertamente es muy gráfico: una cosa es el mensaje y otra el mensajero. Déjenme tratar de explicarme a continuación.
De lo que estamos hablando es de un tipo particular de engaño… y muchas veces de auto-engaño. Se trata probablemente de la forma más vulgar de jugar sucio, de “embarrealar la cancha”, diríase en dialecto futbolero. Sin embargo, con todo y lo primitivo de esta estafa, es la táctica de moda en este mundo actual, mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (mundo “VUCA” por el acrónimo en inglés). Desde los diputados en mi país hasta Jefes de Estado en Brasilia ó Washington, todos son fanáticos del ataque al mensajero. Porque, si fueramos a creerle a los políticos & líderes actuales, ellos no se equivocan. Nunca. Eso jamás. Si llega una crítica aún con evidencia contundente en mano, la respuesta es casi automática: eso que dicen es más bien una ofensa, una trama, una venganza política y la prueba de ello es que es “Usted” quien lo dice. Sí, “Usted” que es un miserable. ¡Pues claro! No ve que esposa más fea la suya, por supuesto que me envidia y por eso dice que se quema el Amazonas y yo no hago nada. Usted es el malo, porque solo publica “Fake News”, porque yo equivocarme… ¡Jamás! ¿Cómo va a ser eso cierto? Hablemos mejor de Usted, porque Usted es una pésima actriz, eso es lo que es Usted. ¿Incongruente yo? Eso lo dice porque usted es un cómico sin gracia, un perdedor. Y Usted, Ud. es un periodista amargado. ¿No ve que Ud. es un loco socialista? ¿No ve que Ud. es un progresista pervertido? ¿No ve que Ud. es un conservador hipócrita? ¿No ve que Ud. es un afeminado… o que Usted es esto o lo otro? Caramba que está de moda. Hasta a mi me ha pasado: hay gente que ha tratado de desvirtuar una opinión argumentada de quien suscribe esta nota solo por mi profesión, por mi estilo al escribir o incluive por ser calvo. Se lo digo en serio, a esos (des)copetudos extremos llegamos.
Me pregunto si nota Ud. la trampa escondida en este tipo de respuesta. Creo que sí. Se trata de “ensuciar” el mensaje, de distraer a la audiencia sobre la evidencia presentada, de debilitar el argumento “cortándole la cabeza” al mensajero. Pero “no comamos cuentos”: por todos los cielos, no nos dejemos engañar. Nos va la vida en ello. Porque… ¿qué importa quién lo está diciendo si lo que se está diciendo es válido? Lo malo es malo aunque lo haga mi amigo (o mi candidato o partido político o referente o familiar o lo que sea). Y por supuesto que lo bueno es bueno aunque venga de mi enemigo (o rival, adversario, crítico o lo que fuere). Si se trata de críticas, enfoquémonos primero en el mensaje y el mensaje nada más. A ver: ¿Hay un argumento sólido, es razonable lo que se está diciendo? ¿Hay evidencia? ¿Hay algún ejemplo o precedente? Si es así, pues el nombre del mensajero pasa a un clarísimo segundo plano – engañarse a uno mismo al atacar al emisor implica un precio. Ese precio puede pagarse en héctareas de Amazonia quemada. Quizás se convierta en un escándalo por un “huracán rebelde”. O en una disminuida libertad de prensa. Ese auto-engaño puede costarnos mayor corrupción, o una afectación económica o la degradación misma del Estado de Derecho. Quizás el precio a pagar sea simplemente el convertirse en una marioneta de los mentirosos: un incauto, un idiota que sigue ciegamente a sus “líderes” sea lo que sea que estos hagan o digan.
En el caso de los bárbaros de Germania, pagaron con sus propias vidas. Mejor sigamos el ejemplo de Maximus Decimus Meridius, Comandante de las Ejércitos del Norte, General de las Legiones Fénix, fiel servidor del verdadero Emperador Marco Aurelio. Como diría el Gladiador (quien a su vez cita a Cicerón): “A veces hago lo que deseo hacer. El resto del tiempo hago lo que debo”. Palabras dignas de Marco Aurelio. Que sea entonces más el tiempo que dedicamos a lo segundo.
Hasta la próxima, “SPQR”.
Fernando
ENGLISH VERSION / VERSIÓN EN ESPAÑOL ARRIBA
“Hold the line! Stay with me! If you find yourself alone, riding in the green fields with the sun on your face, do not be troubled. For you are in Elysium, and you’re already dead! Brothers, what we do in life… echoes in eternity.” Those are the glorious words used by the Roman commander Maximus to motivate the troops just before the last fight for Germania in the opening scene for the movie “Gladiator” (Universal Pictures, 2000). Next scene, after a short and bloody battle decided by an overwhelming cavalry charge (“Roma Victoria!”), hundreds, thousands of barbarians die, exterminated by the Roman legions. The saddest thing is that just moments before the battle, a herald, a messenger was sent by the General pursuing a peace treaty. But oh well, “chop that bastard´s head” said the barbarians and the messenger couldn´t possibly say a word. Not even the chance to present the pax romana deal terms. Kill the messenger! Perhaps this is not the best example to introduce this article but it is certainly very graphical: one thing is the message and quite a different one is the messenger. Let me try to explain in the following lines.
We are talking about a very specific type of deceit… and many, many times of SELF-deceit. It is probably the most ancient & grotesque way of playing a trick on an adversary. Nonetheless, in spite of all the aforementioned, it is the in-vogue tactic within our volatile, uncertain, complex and ambiguous world (VUCA world). It is used from Washington to Brasilia, from Moscow to Istambul: nowadays many powerful leaders are fans of shooting the messenger. Why do I state this? Because, if we were to believe nowadays politicians and leads, they never make a mistake or tell a lie. Never. That is an impossibility. If critics come – even with solid evidence – the answer is automatic: that is a lie, a political scheme, a treat. And the proof of it is that is is “You” the one with this message. Yes… “You”, and “You” are a bastard. Can´t you see how ugly is your wife? Of course you are saying that the Amazonia is on fire and Im doing nothing: you are envious of my beautiful lady. You… you are the bad guy. You are the one who publishes “Fake News”, since it is impossible for me to have an error. Not in a hundred years! Lets better talk about you because you are a terrible actor. And BTW, you have the worst ratings. Incongruity from my end? You say that because You are a failed comedian, a looser. You, you are a bitter journalist. And You, you are a crazy socialist. You, you are a pervert progressive. And You, oh well, you are a hypocritical conservative. And the other one, well that is an unmanly fool. Alas! This thing is indeed on trend. Even I have been attacked. There has been occasions when people try to erode an opinion by this author because of my profession, my nationality, my literary style or even because of being bald. Im serious: to these (un)hairy extremes we have arrived…
I wonder if you can see the trick hidden within this type of an answer. I believe you do. Behold. It is all about “messing up” the message. It is about distracting the audience about the evidence. It´s a vain attempt to weaken the argument by damaging the messenger. But let´s not allow anyone fool us. Our future and the future of our children is in stake here. I ask: is it really important to debate on the “who says so” if the message itself is valid? What is bad is bad regardless it comes from my friend (or peer, or kin, or candidate, or political party). And of course, what is good is good regardless it comes from my enemy (or adversary, or critic or whomever). Thus, if it is a critic, lets focus first on the message and the message only. For example, let´s ask: is there a solid argument here? Is it reasonable? Is there evidence? Any examples provided or a historical trend? Being that the case, then the name of the messenger should be put in a clear second stage. The price of fooling ourselves and attacking the messenger is costly. The price could be paid in square miles of burned Amazon jungle. Perhaps it translates into a “rebel hurricane”. Or in a diminished press liberty index. This deceit can cost our society a higher corruption or even the degradation of the State of Law concept. Perhaps the price to pay is just the fact of becoming a puppet for the masters of lies: fools that meekly follows his/her “leaders”, regardless any actions or statements from them.
In the case of the barbarians who populated Germania, the cost was paid with their own lives. Thus, lets always separate the concepts of message and messenger. Lets better follow the example of Maximus Decimus Meridius, commander of the Armies of the North, General of the Felix Legions and loyal servant to the true emperor, Marcus Aurelius. As the Gladiator would say (quoting Cicero, BTW) “Sometimes I do what I want to. The rest of the time – I do what I have to“. Words worthy of Marcus Aurelius himself. Let´s devote more time to what we have to do.
See you soon, “SPQR”.
Fernando
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Simplezas para simplones
Un buen mentiroso sabe que la mentira más efectiva es siempre una verdad a la que se le ha sustraído una pieza clave. – Carlos Ruiz Zafón
“Miente y miente que algo queda” decía un supervillano de la vida real, Herr Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de la Alemania nazi. En este artículo construimos sobre sus oscuras ideas para alertar sobre su terrible vigencia. Tal vez deberíamos actualizar un “poquitín” la frase para nuestro siglo XXI. La versión 2019 sería algo así como “Más y más simple porque solo así escuchan” o tal vez “Sencillo porque es para simplones”. Quizás “Meme y meme que algo queda”. Algo por el estilo. El punto es que nunca como en nuestro tiempo se ha enmascarado tanto la mentira disfrazándola a través de la sobre-simplificación y su pariente cercana, la generalización. Los villanos actuales llevan estos “camuflajes” a niveles francamente absurdos más la ironía es que la efectividad del engaño es proporcional a lo grosero del “argumento”. Veamos esto en detalle a continuación.
MIÉNTEME… COMO SIEMPRE
Hemos insistido con anterioridad en el peligro de las generalizaciones. No hay nada que sepulte más rápidamente una conversación que la estigmatización del otro a través de una “etiqueta”. Nos referimos al uso de términos “descalificatorios” utilizados para denigrar al interlocutor. Por ejemplo, el mal uso del término republicano, demócrata, progresista, conservador, comunista, liberal, ateo, etc. La conversación muere en las primeras de cambio porque la retroalimentación se convierte en un ataque ad hominem disfrazado de clasificación objetiva. Por ejemplo, si una persona “X” intenta explicar la importancia del control de la natalidad y su interlocutor “Y” lo interrumpe para declararlo un “progresista pervertido” pues adiós al diálogo. En este ejemplo, una barrera ideológica infranqueable impulsa a la segunda persona desde una posición defensiva a un ataque directo en cuestión de instantes: imposible el intercambio de ideas.
Hablando de etiquetas y generalizaciones, ya son de antología los lamentables ejemplos a cargo del actual Jefe de Estado estadounidense. Llamar a los inmigrantes mexicanos “violadores, gánsteres y delincuentes“, los comentarios machistas y chauvinistas, la calificación de naciones enteras como “pozos de porquería“, el matonismo. el cinismo y el uso de apodos ofensivos para con sus rivales políticos y cualquiera otro que le critique son parte de las “lindezas” en el menú. Lo curioso es que políticamente hablando estas atrocidades son las que le son más rentables. ¿Por qué? Bueno, hay múltiples razones pero creo que una causa fundamental es que el mensaje está perfectamente ajustado al gusto de la audiencia destinataria del mismo. Decir que los problemas de la economía norteamericana se reducen a que “los inmigrantes se están llevando nuestros trabajos” es, por decir lo menos, una generalización malintencionada más el mensaje es deliciosamente simple. Es como una barra de chocolate: no ayuda con tu desnutrición y tu salud pero esa bomba de sal con azúcar y químicos genera una satisfacción pueril e instantánea. Pura cortisona: demasido fácil, demasiado sencillo, demasiado tentador. No hay que interpretar nada, lo entiende cualquiera, no exige esfuerzo, análisis ni información. Un aullido de lobo invocando al animal que todos llevamos dentro. Si fuera boxeo, el anunciador cantaría: “En esta esquina, con 250 libras y blandiendo su amenazante cuenta de Twitter, la mismísima encarnación de la mercadotecnia vendiendo absurdos a través de argumentos mentirosos pero pegadizos como éxitos “pop”. En esta otra esquina, con 3.3 libras, sesgos mentales y una tendencia evolutiva ancestral a evitar reconsiderar sus juicios aún ante evidencia plena y contundente… el cerebro humano“. Resultado de la pelea: knockout técnico en el primer asalto. Bajo esta luz, el “matrimonio” que hacen muchas personas entre la religión y la política no es solo comprensible sino esperable. Es demasiado sencillo, demasiado fácil y tentador el poner ambas cosas bajo el mismo “manto sagrado” vendido por pastores metidos a político (o políticos metidos a pastor, para el caso es lo mismo). La persona resuelve dos problemas en uno y sale con la conciencia tranquila porque el candidato viene “en nombre de Dios”. Sí, una especie de “congruencia divina a la carta” (aunque el menu lo entregue el propio candidato, aquello de Juez y Parte parece no importar en estos casos).
LA PARTE POR EL TODO
La escogencia de candidatos por su postura ante un elemento puntual pero sensible al individuo es otro ejemplo de “generalización mentirosa”, como el escoger al candidato por su postura ante, p.ej. el aborto (o al menos por sus declaraciones oficiales sobre el mismo). El ciudadano cae bajo el hechizo del “efecto halo” y pondera al político únicamente por sus proclamas sobre ese tema puntual – todo un “proxy” en lenguaje técnico. Todo lo demás desaparece ante sus ojos como por encanto. Tenemos entonces a personas que escogen al candidato idóneo para la Presidencia por sus declaraciones – lo que él ó ella dice – sobre, digamos, el matrimonio igualitario… ¡y nada más! La formación profesional del candidato, su experiencia, su equipo de trabajo, su plan de gobierno, su carácter, sus declaraciones sobre otros temas, su comportamiento personal, su propuesta económica, el historial del partido político que lo acompaña, sus finanzas… todo lo demás se hace irrelevante. Otra mentira disfrazada de generalización.
MEJOR “A LO MARVEL”
En esta sociedad actual donde las éxitos de taquilla son las películas de superhéroes, el ciudadano promedio parece no estar dispuesto a aceptar que puede haber más de un motivo, que hay grados, matices, fases y etapas, relaciones complejas, victorias que saben a derrota, derrotas que construyen victorias, procesos, acuerdos bajo la mesa, engaños y segundas intenciones. Es más fácil identificar el villano cuando lleva cuernos y asociar al héroe con aquel que lleva capa y trae los calzoncillos por fuera. Son aún menos los que están dispuestos a escuchar y aceptar que quizás no todo sea culpa del gobierno o del Presidente de turno o inclusive del Estado. Porque la autocrítica es dura. “Quizás no debí abandonar los estudios o faltar al trabajo aquel. Quizás debí esforzarme más. Quizás no debí ensuciar mi hoja criminal. Quizás debería aprender otro idioma. Quizás mi país no está aislado del mundo: ¿pasará algo allá afuera que esté afectándonos por acá? Quizás, quizás, quizás…”
Siempre es más fácil cuando alguien más nos trata como a niños y echa las culpas a un tercero etiquetándolo como “el malo”. Si no estamos dispuestos a leer, al análisis y a pensar seremos entonces un festín de simplones para regocijo del lado oscuro del mercadeo, de las “fake news”, de los memes, de las verdades a medias y las mentiras completas. Sí, carne de cañón para oscuras esferas que devoran cerebros tiernos y casi sin estrenar mientras masticamos unas “encantadoras” papitas fritas… ¿alguien con ketchup, por favor?
Fernando
Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga. – Denis Diderot
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“Whatsappito, Whatsappito, que habitas en mi cel, dime con qué alimento mi odio, desde que revisé ayer”
Aparentemente habrá que añadir un nuevo grupo de Libros Sagrados a la Biblia: las “Epístolas Zuckerbérgicas”, pues si algo nos llega por Facebook, Instagram o Whatsapp entonces automáticamente es Sagrada Verdad. Veo una sonrisa disimulada: como chiste, hasta alguna gracia tendrá, pero en el fondo es un asunto muy serio. Nos estamos convirtiendo en incautos digitales capaces de admitir cualquier estupidez con tal de que llegue a nosotros a través de un conocido, por medio de Whatsapp.
El ejemplo más reciente es doloroso. Es difícil de creer y de aceptar pero el Ministro de Educación fue removido del puesto a punta de mentiras. Sí, de mentiras. Porque es mentira que exista alguna actividad en el calendario del MEP para celebrar el orgullo gay y es una flagrante mentira que los drones para los colegios técnicos agropecuarios sean sistemas de espionaje ”a lo 007”. Es mentira que los baños neutros sean antros de libertinaje (de hecho, todos tenemos un baño neutro en la casa… a menos que el arquitecto le instalara dos inodoros juntos). Lo curioso del caso es que cualquiera de estas cosas puede ser comprobada rápidamente buscando en internet. Sin embargo, un venenoso coctel de pereza, credulidad y comportamiento de manada nos hace incapaces de detenernos un momento y hacernos preguntas obvias, preguntas naturales, preguntas lógicas y evidentes. Por ejemplo: ¿Cómo sabe esto la persona que me lo envía – cuál es su fuente? ¿Qué dicen los diarios, los telenoticieros, los programas de opinión en la radio al respecto? ¿Algun analista o periodista reconocido ha denunciado este asunto? ¿Algún Diputado, la Contraloría, la Fiscalía? ¿Qué dice la página del Ministerio o de la entidad a la cual ataca el mensaje? ¿Podrá tener algún interés en particular la persona que comparte “esto” para atacar así? De repente el mensaje pasa la prueba y resulta ser verdad, pero aceptarlo así como así es muy peligroso. No hace mucho Edgar M. Welch condujo seis horas desde su casa para luego entrar y disparar en la pizzeria “Comet Ping Pong” en Washington DC. ¿Por qué? Bueno, el caballero en cuestión había leído “noticias” en Facebook y Twitter donde se aseguraba que en ese lugar operaba una organización mafiosa que explotaba sexualmente a niños y era dirigida por… Hillary Clinton. Dichosamente, la policía actuó rápidamente y nadie salió herido, capturando al crédulo de Mr. Welch con su rifle de asalto AR-15.
La lección es evidente, pero vamos a dejarla por escrito: si el mensaje llega por redes sociales, no hay que creerlo sin antes investigar. Esto es especialmente válido cuando el mensaje “suena bien”, o sea, cuando refuerza lo que yo ya creo saber. Es muy probable que simplemente me estén manipulando. Me están “endulzando” el oído, diciendome precisamente lo que quiero escuchar: el Gobierno hizo tal cosa, el Ministro es un tal por cual, los “Progresistas” están cambiando aquello, los “Conservadores” hicieron tal y tal barbaridad. Dice el refrán que uno no ve el mundo como es, sino como quiere verlo. Nunca ha sido esto más cierto que ahora, porque su Whatsapp y su Facebook, amigo lector, son un espejo de quien Usted es. Están diseñados para eso, para que Usted los revise todos los días, a cada instante, mostrándole solo lo que Usted quiere ver. Son una “chupeta digital”, son su burbuja privada, su mundo, su perspectiva, su visión, un sistema que refuerza incesantemente sus creencias y posturas. Más aún, esos mensajes le son compartidos probablemente por gente que piensa igual que Usted… lo que nos hace olvidar que hay miles de millones de otras personas en este mundo, muy diferentes a Usted y yo. Ahora bien: ¿Qué clase de reflejo devuelve ese espejo? ¿Hay odio, burla, rencor? ¿Tolerancia, positivismo, esperanza? Cuidado porque Usted es precisamente “eso”. Los analistas indican que luego de 70 likes, Facebook lo conoce a Usted mejor que su propia madre. Grave reflexión será.
Finalicemos con un cuento: “Con ojos desorbitados, la malvada bruja preguntó: “Whatsappito, Whatsappito, que habitas en mi cel, dime con qué alimento mi odio, desde que revisé ayer”. Y el espejo respondió: “Sí mi amo, a sus ordenes responderé, mire cuanta basura y rencor recolecté para Usted”.
Cuidemos ese reflejo, amigos. Cuidemoslo.
Fernando
Fuentes:
- https://www.nytimes.com/2016/12/05/business/media/comet-ping-pong-pizza-shooting-fake-news-consequences.html
- https://www.independent.co.uk/life-style/gadgets-and-tech/news/facebook-knows-you-better-than-your-friends-do-because-likes-reveal-so-much-about-your-character-9973398.html
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¿Por qué se enoja?
Entre un estímulo y nuestra reacción existe un espacio. Es en este espacio que tenemos el poder de elegir nuestra reacción. En este espacio se encuentra nuestra libertad y nuestro éxito. — Viktor Frankl
Recuerdo cuando papá me espetaba el refrán que dice “¡el que se enoja pierde!”, cada vez que me asaltaba un ataque de ira de esos turbocargados por hormonas adolescentes. La frase funcionaba con frecuencia, arrástrandome por la fuerza desde los dominios de la amígdala hacia el imperio de la razón. Recuerdo también cuando me explicaba – en medio de la emoción de una pelea televisada de boxeo – como los mejores luchadores pelean con la cabeza antes que con los puños. En medio del ardor de los golpes, normalmente lleva las de ganar el más inteligente y estratégico, comentaba mi viejo.
Ahora bien, temo que los consejos de mi padre deben ser adaptados a estos tiempos modernos donde reinan las redes sociales. Desde el punto de vista personal, por supuesto que sigue teniendo razón. Sin embargo, desde la perspectiva social existen personajes que más bien viven del enojo ajeno. En vez de pregonar “el que se enoja pierde”, estos personajes aplican la fórmula “si no los enojo, pierdo”. Deliberadamente siembran división, rencor e ira. Exaltan el discurso de “nosotros, los buenos” vs “ellos, los malos”. Si nos vamos a la raíz del asunto, coincido a cabalidad con Ryan Holiday en que la causa de todo este lío es nuestro EGO. Una trampa psicológica nos hace confundir nuestras creencias y opiniones con nuestras personas. Olvidamos que no somos lo que creemos: un bebé de seis meses no cree en nada y es tan persona como usted o como yo. Aún más, si algo debería caracterizarnos serían más bien nuestras acciones. Lo que sucede es que las emociones provocan un “corto circuito” entre el estímulo y nuestra reacción al mismo. En otras palabras, la emotividad descontrolada nos roba la “última libertad humana” que nos ilustró Viktor Frankl: aquella libertad de elegir como nos afectarán los eventos y las circunstancias de la vida. Me permito añadir que nos roban también la capacidad de análisis. Ese secuestro de la razón es precisamente lo que vemos en los comentarios a las noticias en las redes sociales y versiones digitales de los diarios. Me atrevo a afirmar que el 80% de las “opiniones” ahí vertidas son más bien pura bilis, el 15% son trabajo de “troles” profesionales y únicamente el 5% son opiniones con alguna base sensata.
Regresando al tema central que hoy nos ocupa, concluimos que estamos hoy ante un mundo en el cual no solo somos presa de los defectos inherentes de nuestra naturaleza humana, sino que estos defectos son activamente excitados y explotados por los medios, los políticos, los religiosos y otras entidades adictas al poder. La forma en que se escribe un titular de una noticia, los ataques ad-hominem de un político contra el adversario, el sermón de un obispo atacando a alguien por sus creencias y un largo etcétera de malos ejemplos nos tienen rodeados, enfermos y cansados. Se hace imperativo entonces aprender a no reaccionar. En serio, digamos en voz alta: ¿por qué me enojo? ¿Soy yo acaso definido por mi candidato / partido político o mi religión? ¿Respondo yo por sus actos y defectos? ¿Será que me están utilizando vilmente para generar tráfico, “likes”, comentarios, votos? Debemos respirar hondo y seriamente cuestionarnos si ese “comentario” que estoy a punto de escribir aporta algo más que odio puro: ¿contribuiré acaso más con mi silencio? (no siempre hay que opinar, ¿o sí?). Necesitamos re-aprender a pensar, a ser capaces de tratar el tema independientemente del mensajero. Vamos: ¿qué importa quien es el autor de una publicación en tanto el punto sea válido? Necesitamos calmarnos, urge activar esa pausa entre el estímulo y la reacción que nos regaló Frankl. No nos enojemos gratuitamente, pues hoy por hoy no solo perdemos nosotros sino que nuestro enojo es el combustible de la victoria de los que nos manipulan. Esta manipulación no es algo nuevo, por supuesto, pero la tecnología moderna (redes sociales, teléfonos móviles, internet) la ha puesto en manos de cualquiera con un poco de conocimiento y mucho de malas intenciones.
Creo que ya fue suficiente por hoy, cerremos. Cantaba Yoko Ono, “All we are saying… is give peace a chance!” Con el permiso de Lennon, yo lo cambiaría un tantito… ¿qué tal “All we are saying… is give peace and thought a chance”?
¿Nos determina la semana? / Are we determined by the week?
VERSION EN ESPAÑOL / ENGLISH VERSION BELOW
Como un rayo necio y reincidente, esta idea me ha golpeado varias veces, principalmente los Domingos. Es uno de tantos pensamientos que me asaltan ese día por la noche, pues mi insomnio y crisis existenciales parecen estar programados en un ciclo semanal. Sí, los Domingos… como canta cierta melenuda artista canadiense: “isn´t it ironic?” Pero bueno, a lo que vinimos:
Es sencillo – sostengo que nuestras vidas modernas están determinadas en mayor medida de lo que tenemos presente por el actual modelo de “semana”. En este modelo hay dos obvios bloques: Lunes a Viernes para laborar y el fin de semana (Sábados y Domingos) como tiempo de ocio & descanso: siete días. Y lo que es más notable es que esta estructura es un concepto totalmente subjetivo – una construcción social y cultural – pero nada más. De hecho, la semana de siete días es una herencia religiosa de nuestros antepasados mesopotámicos, quienes asignaron un día para cada uno de los los siete mayores cuerpos celestes (Sol, Luna, Marte, Mercurio, Venus, Marte y Saturno). En otras palabras, no tiene un fundamento astronómico como el mes (asociado a los movimientos de la luna) o el año (que refleja el giro del sol y las estaciones), sino que es algo místico: un “número mágico” relativo a “los dioses”. Si le ponemos cabeza, no es una realidad objetiva: es un pacto, una herencia, un supuesto que todos hemos aceptado. Cuando el ser humano no conocía la agricultura y vagabamos por bosques y sábanas cazando y recolectando lo que comíamos, pues no existian días de la semana: todos los días eran iguales, si no se cazaba, no se comía. Esto fue así por milenios. La revolución de la agricultura y nuestro establecimiento en sitios fijos derivó en un día de descanso para algunos, pero en general no cambiaron mucho las cosas. No fue sino hasta el advenimiento de nuestra época moderna cuando, con economías de escala, mecanización e industrialización llegamos a tener – al menos los privilegiados -el presente modelo 5-2 (siempre encajonados por una herencia babilónica de siete días). Y vivimos en función del mismo, programando nuestras vidas completas en torno a este proceso semanal (“Living for the weekends” decía la frase que ví en una calcomanía hace poco). El tiempo con nuestras familias, nuestros ocios, paseos, trabajo; todo se enmarca en ese eterno ciclo. Pero… ¿Es este el mejor modelo para el siglo XXI? ¿Podemos pensar en como mejorarlo? Pienso que sí. Se me ocurren al menos los siguientes factores (presentados como preguntas) para analizar juntos este tema:
- ¿Están “grabadas en piedra” las 8 horas por día o las 40 ó 48 horas semanales de trabajo? La respuesta es evidente, y es un “no”. Se abren entonces las posibilidades. ¿Qué tal hacer 10 horas diarias, cuatro días a la semana y liberar así un día cada semana? Tendríamos entonces fines de semana con tres días libres. Habrá inclusive quién prefiera laborar 12 horas días, tres días por semana y tener cuatro días libres. ¿Por qué no, si es ese el gusto de la persona?
- ¿Se reducirán la cantidad de horas laborales? Todo apunta a que la respuesta a mediano plazo es un resonante “sí”. En 1870, el estadounidense promedio trabajaba 62 horas. En Alemania se laboraban 67 horas. Un francés se “partía el lomo” por 66 horas semanales, un español, 65. Para el año 2000, un norteamericano laboraba aprox. 40 horas cada 7 días, mientras que franceses y españoles trabajan aprox. 35 horas por semana. La conclusión es evidente: la tendencia es descendente y todo apunta a que seguirá así (recordemos que la llegada de la Inteligencia Artificial y otros avances tecnológicos que apuntan a un nuevo salto en la productividad).
- ¿Queremos un solo “bloque” de descanso al final de la jornada semanal? Esta es una pregunta importante. Digo, ¿será lo mejor para nuestra salud física y mental el tener una sola pausa al final de un “sprint” continuo de trabajo semanal? ¿No será mejor tener dos pausas, algo así como laborar Lunes y Martes, descansar el Miércoles, para luego laborar Jueves y Viernes y cerrar con el fin de semana? Desconozco si hay estudios al respecto. Quizás algún amable lector nos pueda informar al respecto.
- ¿Debe tener la semana siete días? Como se explica más arriba, a menos que Usted sea sumerio o babilónico, la respuesta sería un “no”. Deberíamos entonces abrirnos a la posibilidad de romper ese molde para evaluar la posibilidad de tractos más largos de trabajo o descanso, utilizando para ello medios días de labores u otras ideas novedosas – según las necesidades y gustos de cada quien. Ni siquiera tendría que ser algo fijo: ¿qué tal semanas de 15 días, seguidas por otras de siete, o cualquiera otra combinación?
- ¿Estamos considerando en suficiente medida las demandas de flexibilidad del ciudadano moderno? La sociedad sigue evolucionando: las expectativas y gustos de la generación “Millenial” son muy diferentes a los “baby-boomers” o los gen-X; por no mencionar la generación Z. Cada día la sociedad se vuelve más conectada, más móvil, más dependiente de la tecnología. Los modelos laborales cambian: el “freelancing” y la “gig-economy” están al alza. Se trabaja cada vez más desde la casa, desde sitios de “co-working”, desde aeropuertos, estaciones y parques. La tendencia es a una cada vez mayor libertad, movilidad, telepresencia.
Visto todo lo anterior, mi conclusión preliminar es que nuestro “pacto social sobre la semana” se ha quedado corto. Necesitamos (muy especialmente en mi país) aumentar la flexibilidad de los modelos laborales y su sustrato legal. Es urgente proveer mayor agilidad y adaptabilidad al marco legal de forma tal que se adapte a las demandas personales y empresariales de un nuevo siglo. Laboramos por décadas: lo correcto es que el diseño de la semana responda no solo a fundamentos históricos o corporativos. Creo que hemos alcanzado la madurez suficiente como civilización para considerar también a la sociedad, a la familia y últimamente al individuo y su salud física y mental. Solo así diseñaremos una “semana” a la altura de los tiempos.
Les escucho ahora. Hasta la próxima,
Fernando
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Matching a stubborn and cyclical lightning storm, this idea has hit me several times, mainly on Sundays. It is one of those thoughts that assault me that day of the week, powered by my insomnia and weekly existential crisis. Yes, on Sundays… as A. Morissette sings: “isn´t it ironic, don´t you think?” Anyway, to our business:
It´s simple – I state that our modern lives are excessively (and unconsciously) determined by the actual model of that entity called the “week”; which has two clear blocks: Mon-Fri to work, Sat-Sun for our leisure. Perhaps the most noticeable thing is that the “week” is a subjective concept… a social/cultural construction but nothing else. In fact, the seven-days week is a religious “inheritance” from ancient Mesopotamia. The first know civilization assigned a day to each one of the major heavenly bodies: Sun, Moon, Mars, Mercury, Venus and Saturn. Hence, the seven-days week is not even based on astronomical events like the month is (associated to the movements of the moon) or the 365-days year, linked to the Sun´s cycle. It is just a “magical number”, mystically reflecting the “gods”. Think about it – it´s no objective reality: it is a pact, an agreement, an omnipresent assumption of this modern world. When Humanity wandered as hunter-gatherers, there were no weekdays. Every day was the same: you don´t hunt, you don´t eat. This was the tone for millennia. The agriculture revolution and our establishment in fixed sites (cities) led to a day of leisure for some, but in general things didn´t change a lot. It was not until our modern times that, through economies of scale, mechanization and industrialization, we have come to the 5-2 model. And our lives revolve around this 7 days weekly process (“Living for the weekends”, read a sticker I recently saw on a bumper). The time we spend with our families, our leisure, travel, work… everything moves around this seemingly eternal cycle. But… Is this the best model for the XXI century? Can we improve it? I think so. I believe that we need to consider (at least) the following factors when the time for re-engineering comes. I have listed them as questions, below:
- Are the 8-hours per day & the 40 or 48 days per week “carved in stone”? The answer is evident and it is a “no”. Possibilities are open. What about doing 10 work hours per day, thus freeing up 1 day per week? a 3-days weekend sounds good, doesn´t it? And there would be individuals who prefer working 12 hours for three-days a week, and having 4 days free. Why not, if that is your preference?
- Are work hours reducing? Everything points to a positive answer. In 1870, the average american worked for 62 (!) hours per week. In Germany, it was 67. A french person hit 66, and in Spain the average was 65. 130 years later (year 2000), the american marks 40. Spaniards and French hit approx. 35. The conclusion is evident: the trend is about a reduction in the work hours and it points to keep like that. The dawn of AI and general tech progress points toward new productivity, empowering this trend into the future.
- Do we want a single “block” of leisure at the end of the workweek? This is an important question. I mean, is it the best for our physical and mental health to have a single pause at the end of a long, continuous sprint of work per week? Wouldn´t it be wiser to have two pauses, such as working on Mon-Tue, resting on Wed, and then resuming during Thu and Fri before jumping into the weekend? This I don´t know. Perhaps a kind reader can enlighten us on this topic.
- Is the week necessarily a 7 days thing? As explained above, unless you are a Sumerian or Babylonian guy, probably not. I believe it is worth at least to revisit the idea. Perhaps extended periods of work followed by recurrent vacations could be an option for some of us, perhaps fueled through a work part-time model. Moreover, it doesn´t needs to be constant: what about a 15 days week followed by a seven days one, or any other that should apply?
- Are we sufficiently considering the flexibility needs of the modern citizen? Society keeps evolving: the expectations and needs of a Millennial are very different from the ones of a Baby-Boomer, a Gen-X or a Gen-Z. Every day society gets more connected, more mobile, more dependent on tech. Labor models shift: freelancing and the gig-economy are on the rise. We work, every day more, from home, from co-working (shared) spaces, from airports, train stations, cars and parks. The trend is about liberty, mobility, tele-presence.
As per all the above, my preliminary conclusion is that our “social pact on the week” has gone elderly and outdated. We need (especially in my beloved homeland) to augment the flexibility of the labor model and its legal foundations. Its urgent to provide agility and adaptability to the legal normative, for it to abide to the personal and corporate needs of this new century. We work for 45 or 50 YEARS. The correct thing to do is to have a week design based not only on historical or corporate demands. I strongly believe that we, as a civilization, have reached the maturity level to consider also society, family and the very individual when crafting that elusive yet omnipresent entity called the “week”.
Now, what do you think?
See you soon,
Fernando
Fuentes: