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Humildad, Soberbia y Crecimiento

Photo by Vivek Doshi on Unsplash

Comencemos con un brillante ejemplo. Hablemos sobre nuestra estrella, el Sol. Según Homero (pero no Simpson, sino el original, siglo VIII AC): “Helios, el Sol, monta su carroza, brilla sobre hombres y dioses inmortales, y mira fijamente con los ojos desde su casco dorado. Sus rayos brillan deslumbrantemente y sus radiantes mechones fluyen desde las sienes de su cabeza con gracia. Su rostro es lejano. Una prenda rica y de hilado fino brilla sobre su cuerpo y revolotea al viento. Luego, tras dejar su carro y caballos de yugo dorado, descansan allá, en el punto más alto del cielo, hasta que, maravillosamente, vuelve de nuevo por el cielo al Okeanos”. Anaxágoras, un par de siglos después, propuso que el Sol era una masa de metal al rojo vivo. Por muchos siglos, la creencia más popular lo explicaba como un fuego, quizá una masa gigantesca de carbón que ardía en el cielo por los siglos de los siglos.

A mediados del siglo XIX, Julius Mayer estimó que, si el sol fuera un trozo gigante de carbón ardiente, sólo podría brillar durante algunos miles de años. Hmmm, “Houston, we have a (sunny) problem”. Vinieron entonces a la salvación los señores Helmholtz y Waterston, refrendados por Lord Kelvin, el científico “más hot”. La explicación del momento: el Sol brilla por la conversión de energía gravitacional en calor – en otras palabras, el Sol brilla debido a una lluvia continua de meteoritos atraídos por su inmensa gravedad, que, al chocar, transforman su movimiento en “calórico”[1]. Es curioso leer esta idea reflejada en la novela “De la Tierra a la Luna”, donde Julio Verne pone en labios del sabihondo Impey Barbicane (personificación de la ciencia y la industria) esta icónica frase: “Y esta teoría ha permitido admitir que el calor del disco solar es alimentado por una granizada de bólidos que cae sin cesar en su superficie”. Párrafos después, el enciclopédico Verne escribe que “el calor solar es igual a la producción de combustión de una capa de carbón que rodease al Sol y que tuviera un espesor de 25 kilómetros”. Toda una verdad consumada, calculada y aceptada en su tiempo.

Hoy por hoy, la explicación vigente es, como sabemos, la fusión nuclear.  Y nos sentimos muy seguros y confiados con ella. Pero es solo una teoría, igual que las anteriores, y nuestro entendimiento del Sol nuevamente cambiará en el futuro. Más el funcionamiento de las estrellas no es el tema de fondo de este texto: ese era solo un ejemplo. Al generalizar la idea, encontramos que todo está fluyendo, lo que creíamos cierto luego resulta falso o parcialmente incorrecto, nuevas ideas aparecen y otras pierden vigor. Sam Arbesman nos lo ha alertado: el conocimiento tiene una vida media, un período de tiempo tras el cual, el 50% de lo que creíamos saber ha cambiado. Las publicaciones médicas y de salud tienen la vida media más corta: de dos a tres años. Las publicaciones de física, matemáticas y humanidades van de dos a cuatro años. Hace cien años, la vida media de los conocimientos de un ingeniero rondaba los cuarenta años. En los años sesenta, quizá alcanzaban una década. Hoy por hoy, si acaso alcanzan unos dos a cinco años. A lo que voy es que la humildad es condición necesaria para la curiosidad intelectual, para el diálogo y el aprendizaje. Si lo que creemos saber en cualquier ámbito de nuestras vidas es tratado como dogma incuestionable, como verdad última e inmutable, pues fregados estamos. No sabemos. No, no sabemos. Hay que preguntarse, cuestionarse, investigar, atreverse a desaprender y a aprender de nuevo. Hay que abrir la mente y subir el ancla que nos ata a nuestro nivel presente de entendimiento que es solo eso: un estado actual, una foto, una aproximación y nada más.

Nuestra comprensión del cosmos es prototípica de esta idea: primero fue algo así como “mi tribu es el centro de Universo”, luego “mi imperio es el centro del Universo”, luego “la Tierra es el centro del Universo”, a continuación “el Sol es el centro del Universo”. Inclusive, no fue sino hasta hace un siglo cuando Edwin Hubble comprobó que la Vía Láctea era solo una galaxia entre un número casi inconmensurable y no el Universo en su totalidad. El primer planeta fuera del Sistema Solar se descubrió… ¡hace solo treinta años! Hoy por hoy no estamos seguros si el cosmos tiene un límite o si hay infinidad de Universos.  Menudo cambio de opiniones a través de los siglos…

Pero es en nuestra interacción social – en las redes sociales en particular – en donde más se extraña la humildad. Especialmente al hablar de política, religión y otros temas similares es en donde venimos a defender posiciones más que a conversar. En esas interacciones priva el orgullo, la altanería, el enfoque en “ganar” versus encontrar una solución grupal al problema de fondo. Ataques personales, argumentos falaces, mentiras. Todo vale con tal de ganar (ganar ¿qué?). Nos urge, nos falta, nos duele la falta de humildad. Recuerdo ahora una oración de mi infancia: “(…) que no busque yo tanto / ser consolado como consolar / ser comprendido, como comprender / ser amado, como amar.” Suscribo aún esas líneas.

Imagen con licencia Creative Commons: www.unkind.pt

Y es que esta soberbia, esta altivez, esta vanidad nos retiene en lo que sabemos, digo mal, en lo que creemos saber. Tenía razón Mulder: “The truth is out there”. Lo que omitió decir Fox es que, en el campo de juego de la verdad, la línea de anotación se mueve constantemente. Un genial percusionista, consumado lector de jeroglíficos, estudioso del comportamiento de las hormigas, políglota, artista, viajero, investigador en genética, físico teórico y ganador del Nobel dijo una vez: “Puedo vivir con la duda, con la incertidumbre, y el no saber. Creo que es mucho más interesante vivir sin saber que tener respuestas que podrían estar equivocadas. Tengo respuestas aproximadas, y posibles creencias, y diferentes grados de certeza sobre diferentes cosas, pero no estoy absolutamente seguro de nada.” Bingo, Mr. Feynman. Nada más que agregar.

Un abrazo,

Fer

Publicado originalmente en Delfino.cr.


[1] Según Kelvin: “That some form of the meteoric theory is certainly the true and complete explanation of solar heat can scarcely be doubted, when the following reasons are considered: (1) No other natural explanation, except by chemical action, can be conceived. (2) The chemical theory is quite insufficient, because the most energetic chemical action we know, taking place between substances amounting to the whole sun’s mass, would only generate about 3,000 years’ heat.”

No se habla de Bruno

Hace solo unos días se dio un evento extraordinario, algo verdaderamente nuevo bajo el sol (¿no que no?). Se trató de una audiencia en el Congreso de los Estados Unidos en donde tres testigos, tres militares retirados de alto nivel y bajo juramento constitucional hicieron declaraciones simplemente sensacionales. Los testigos reafirmaron su experiencia directa con “UAPs” (Fenómenos Anómalos no Identificados, por sus iniciales en inglés), anteriormente conocidos como “UFOs” u OVNIs en español, las increíbles capacidades de estos artefactos y la existencia de un avanzado programa de explotación tecnológica por parte de la milicia norteamericana. Las credenciales de los testigos son incuestionables y sus declaraciones han sido ratificadas como creíbles y urgentes por altos personeros de la inteligencia militar norteamericana. Adicionalmente, un notable grupo de congresistas tanto Demócratas como Republicanos lideran este proceso, apoyando directamente a los testigos. Con todo y tal como decía el genial Carl Sagan, “afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria” – o por lo menos a la altura de las aseveraciones, añadiría este servidor.

El universo es un sitio bastante amplio. Si solo estamos nosotros, me parecería un auténtico desperdicio de espacio”.

Carl Sagan, 1934-1996

De manera tal que, aunque haya videos, múltiples testigos y documentos, la prueba definitiva e irrefutable en torno a esta “crónica marciana” (Ray´s pun intended) está aún pendiente. Dicho lo anterior, lo que me parece aún más extraordinario que los eventos como tales es la limitada cobertura que han tenido los mismos. Quiero decir, ¿no es esta la noticia más sensacional de la historia? La respuesta es obvia pero este asunto ha salido a la luz no gracias a las grandes cadenas noticiosas, los mayores diarios o semanarios. Ha surgido a través de los esfuerzos de pequeñas cadenas noticiosas y similares actores secundarios del mundo de los medios. Y lo que raya en lo increíble es que aún después de la audiencia y la masiva atención pública generada por la misma, el tema en cuestión no acaparase titulares en los grandes medios. ¿Por qué?

Podríamos elaborar un par de teorías conspirativas como respuesta a esa inquisitiva pregunta más dejemos tal cosa para otros autores. En lo personal, me parece que hay una mezcla de factores que inhiben tanto a la sociedad como a la prensa. En primer lugar y primordialmente, creo que este asunto aún acarrea un estigma, un tufo a “lunático” que espanta a los medios y a la deliberación seria. Los medios tradicionales son particularmente cuidadosos con su reputación e imagen al ser su activo más valioso: “mejor, no, que otro se arriesgue”. En segundo lugar, creo que hay una enorme ignorancia sobre el tema. Pulula la desinformación, las verdades a medias y los sensacionalistas que únicamente quieren atraer tráfico a sus sitios web. La cobertura científica, seria y sosegada del tema es limitada y aún más limitado es su lectura y estudio por parte de reporteros y del gran público. Finalmente, creo que se trata además de un asunto de perspectiva, o por mejor decir, de falta de perspectiva por parte de todos nosotros. Los seres humanos vivimos nuestras vidas casi como hormigas, siguiendo casi inconscientemente los angostos caminitos trazados por la sociedad. Vivimos pensando en nuestro tiempo y en lo que sucede en el diminuto territorio donde nos movemos e interactuamos. Somos prisioneros de nuestra época y de nuestra geografía: ¡como nos cuesta alzar la cabeza y mirar a los cielos! Se nos hace tan difícil dejar de pensar en el trabajo, en el partido de fútbol y en la sección de espectáculos. Se nos olvida dirigir nuestra mente hacia el mundo de las ideas, hacia los eventos internacionales y globales. Somos pérfidos buscadores de la verdad. Quizá, en el fondo, le tememos…

“En mi opinión, es mucho mejor entender el universo tal como es que persistir en el engaño, a pesar de que éste sea confortable”

Carl Sagan

De manera tal que, con este asunto, quizá el más grande de la historia, pasa como con los Bruno (Giordano y Madrigal) mutis, chitón, a callar y a la hoguera del olvido. Ya veremos si los recientes acontecimientos terminan por develar el mayor secreto de todos los tiempos. Creo que sería algo para bien: parafraseando a Will Durant, se va a necesitar algo fuera de este mundo para hacer que por fin nos dejemos de idioteces y nos unamos como Humanidad. Bien que lo necesitamos.

Saludos desde Heredia,

Fernando

“Podemos juzgar el progreso por la valentía de las preguntas y la profundidad de las respuestas; por la osadía de encontrar la verdad más que en regocijarnos en lo que nos hace sentir bien”.

Carl Sagan

Ocurrencias cuánticas

Entre sonrisas plásticas y un discurso cuasi-técnico, un comercial nos vende lentes de sol con una novísima tecnología que permite una  “visión en HD”: alta definición para el mundo real, algo así como las “teles” nuevas. No sé si querría ver con más definición algo como el escenario político nacional – a veces dan ganas de sacarse los ojos– pero bueno, así es el marketing.

Y es que de un tiempo para acá, en esta nuestra sociedad cada día más de modas y apariencias, y muchas veces en coloquio con intereses francamente comerciales, se ha puesto en boga el meterle un sabor a ciencias avanzadas (especialmente a física) a cualquier ocurrencia: cuestión de empaque. Veamos el caso “cuántico”. Para empezar, hagamos un ejercicio de humildad. Lo cierto es que Ud. y yo, amable lector, en conjunto con el 99.9999% de la humanidad, de física teórica en general y cuántica en particular no entendemos ni jota. Quiero decir, habrá alguno que tenga nociones, y hasta quien pueda manejar uno que otro concepto, pero esta es materia (¿oscilación?) de unos muy pocos expertos. La física avanzada es practicada con conocimiento de causa por una élite, pues demanda una mezcla de tremenda capacidad intelectual, dedicación y especialización: no es cualquier hijo de vecino el que viene a demostrar teoremas en esta área, donde confluyen matemáticas complejas junto con una abstracción que raya en lo filosófico. Pero esto no desanima a algunos académicos de esos a los que les pesan más los títulos que el nombre, y por supuesto, a los comerciantes, que han encontrado una cuantiosa veta por explotar. Cuántico: esta palabra, con su aire etéreo y misterioso, brinda a cualquier cosa un aire muy especial. Es así como tenemos “socialismos cuánticos”, “democracia cuántica”, “liderazgos cuánticos”, “coaching cuántico”, “management cuántico”, “medicina cuántica”, “economía cuántica”, “cocina cuántica”, etc. El lector ya lo habrá adivinado; la receta es sencilla: tómese un concepto X (los de las ciencias sociales y administrativas son especialmente proclives a cuantificarse) y arrímele la etiqueta “cuántico”, y voilá, tenemos un ganador: la esdrújula palabreja hace su magia. Para el caso, creo que podríamos postular un “chifrijo cuántico-plasmático de impulso variable” en honor al Dr. Chang, y funciona (sobre todo si se abusa con el producto). Más allá del chiste, hay que tener cuidado: que no nos metan cuanto, digo, gato por liebre. Juan Ignacio Cirac, reconocido científico español y especialista  – este sí, de verdad – en física cuántica, en un breve y aleccionador video disponible en internet, nos dice como lo cuántico, con su alucinante fenomenología, no debe usarse para explicarlo todo, y mucho menos para venderlo todo: sean productos o ideas.

La lección es generalizable: los conceptos científicos tienen su campo de aplicación muy específico. ¿Qué se pueden hacer analogías? De acuerdo, pero no por bautizar cualquier idea (ocurrencia) con títulos técnicos o estrafalarios se hace válida o “mejor”. Hay que ir con pies de plomo: no todo lo que vibra es cuántico, ni todo lo que brilla es oro. Y hasta aquí, que este cuantioso cuento de cuantos no da para tanto.