No se habla de Bruno
Hace solo unos días se dio un evento extraordinario, algo verdaderamente nuevo bajo el sol (¿no que no?). Se trató de una audiencia en el Congreso de los Estados Unidos en donde tres testigos, tres militares retirados de alto nivel y bajo juramento constitucional hicieron declaraciones simplemente sensacionales. Los testigos reafirmaron su experiencia directa con “UAPs” (Fenómenos Anómalos no Identificados, por sus iniciales en inglés), anteriormente conocidos como “UFOs” u OVNIs en español, las increíbles capacidades de estos artefactos y la existencia de un avanzado programa de explotación tecnológica por parte de la milicia norteamericana. Las credenciales de los testigos son incuestionables y sus declaraciones han sido ratificadas como creíbles y urgentes por altos personeros de la inteligencia militar norteamericana. Adicionalmente, un notable grupo de congresistas tanto Demócratas como Republicanos lideran este proceso, apoyando directamente a los testigos. Con todo y tal como decía el genial Carl Sagan, “afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria” – o por lo menos a la altura de las aseveraciones, añadiría este servidor.
De manera tal que, aunque haya videos, múltiples testigos y documentos, la prueba definitiva e irrefutable en torno a esta “crónica marciana” (Ray´s pun intended) está aún pendiente. Dicho lo anterior, lo que me parece aún más extraordinario que los eventos como tales es la limitada cobertura que han tenido los mismos. Quiero decir, ¿no es esta la noticia más sensacional de la historia? La respuesta es obvia pero este asunto ha salido a la luz no gracias a las grandes cadenas noticiosas, los mayores diarios o semanarios. Ha surgido a través de los esfuerzos de pequeñas cadenas noticiosas y similares actores secundarios del mundo de los medios. Y lo que raya en lo increíble es que aún después de la audiencia y la masiva atención pública generada por la misma, el tema en cuestión no acaparase titulares en los grandes medios. ¿Por qué?
Podríamos elaborar un par de teorías conspirativas como respuesta a esa inquisitiva pregunta más dejemos tal cosa para otros autores. En lo personal, me parece que hay una mezcla de factores que inhiben tanto a la sociedad como a la prensa. En primer lugar y primordialmente, creo que este asunto aún acarrea un estigma, un tufo a “lunático” que espanta a los medios y a la deliberación seria. Los medios tradicionales son particularmente cuidadosos con su reputación e imagen al ser su activo más valioso: “mejor, no, que otro se arriesgue”. En segundo lugar, creo que hay una enorme ignorancia sobre el tema. Pulula la desinformación, las verdades a medias y los sensacionalistas que únicamente quieren atraer tráfico a sus sitios web. La cobertura científica, seria y sosegada del tema es limitada y aún más limitado es su lectura y estudio por parte de reporteros y del gran público. Finalmente, creo que se trata además de un asunto de perspectiva, o por mejor decir, de falta de perspectiva por parte de todos nosotros. Los seres humanos vivimos nuestras vidas casi como hormigas, siguiendo casi inconscientemente los angostos caminitos trazados por la sociedad. Vivimos pensando en nuestro tiempo y en lo que sucede en el diminuto territorio donde nos movemos e interactuamos. Somos prisioneros de nuestra época y de nuestra geografía: ¡como nos cuesta alzar la cabeza y mirar a los cielos! Se nos hace tan difícil dejar de pensar en el trabajo, en el partido de fútbol y en la sección de espectáculos. Se nos olvida dirigir nuestra mente hacia el mundo de las ideas, hacia los eventos internacionales y globales. Somos pérfidos buscadores de la verdad. Quizá, en el fondo, le tememos…
De manera tal que, con este asunto, quizá el más grande de la historia, pasa como con los Bruno (Giordano y Madrigal) mutis, chitón, a callar y a la hoguera del olvido. Ya veremos si los recientes acontecimientos terminan por develar el mayor secreto de todos los tiempos. Creo que sería algo para bien: parafraseando a Will Durant, se va a necesitar algo fuera de este mundo para hacer que por fin nos dejemos de idioteces y nos unamos como Humanidad. Bien que lo necesitamos.
Saludos desde Heredia,
Fernando
Ocurrencias cuánticas
Entre sonrisas plásticas y un discurso cuasi-técnico, un comercial nos vende lentes de sol con una novísima tecnología que permite una “visión en HD”: alta definición para el mundo real, algo así como las “teles” nuevas. No sé si querría ver con más definición algo como el escenario político nacional – a veces dan ganas de sacarse los ojos– pero bueno, así es el marketing.
Y es que de un tiempo para acá, en esta nuestra sociedad cada día más de modas y apariencias, y muchas veces en coloquio con intereses francamente comerciales, se ha puesto en boga el meterle un sabor a ciencias avanzadas (especialmente a física) a cualquier ocurrencia: cuestión de empaque. Veamos el caso “cuántico”. Para empezar, hagamos un ejercicio de humildad. Lo cierto es que Ud. y yo, amable lector, en conjunto con el 99.9999% de la humanidad, de física teórica en general y cuántica en particular no entendemos ni jota. Quiero decir, habrá alguno que tenga nociones, y hasta quien pueda manejar uno que otro concepto, pero esta es materia (¿oscilación?) de unos muy pocos expertos. La física avanzada es practicada con conocimiento de causa por una élite, pues demanda una mezcla de tremenda capacidad intelectual, dedicación y especialización: no es cualquier hijo de vecino el que viene a demostrar teoremas en esta área, donde confluyen matemáticas complejas junto con una abstracción que raya en lo filosófico. Pero esto no desanima a algunos académicos de esos a los que les pesan más los títulos que el nombre, y por supuesto, a los comerciantes, que han encontrado una cuantiosa veta por explotar. Cuántico: esta palabra, con su aire etéreo y misterioso, brinda a cualquier cosa un aire muy especial. Es así como tenemos “socialismos cuánticos”, “democracia cuántica”, “liderazgos cuánticos”, “coaching cuántico”, “management cuántico”, “medicina cuántica”, “economía cuántica”, “cocina cuántica”, etc. El lector ya lo habrá adivinado; la receta es sencilla: tómese un concepto X (los de las ciencias sociales y administrativas son especialmente proclives a cuantificarse) y arrímele la etiqueta “cuántico”, y voilá, tenemos un ganador: la esdrújula palabreja hace su magia. Para el caso, creo que podríamos postular un “chifrijo cuántico-plasmático de impulso variable” en honor al Dr. Chang, y funciona (sobre todo si se abusa con el producto). Más allá del chiste, hay que tener cuidado: que no nos metan cuanto, digo, gato por liebre. Juan Ignacio Cirac, reconocido científico español y especialista – este sí, de verdad – en física cuántica, en un breve y aleccionador video disponible en internet, nos dice como lo cuántico, con su alucinante fenomenología, no debe usarse para explicarlo todo, y mucho menos para venderlo todo: sean productos o ideas.
La lección es generalizable: los conceptos científicos tienen su campo de aplicación muy específico. ¿Qué se pueden hacer analogías? De acuerdo, pero no por bautizar cualquier idea (ocurrencia) con títulos técnicos o estrafalarios se hace válida o “mejor”. Hay que ir con pies de plomo: no todo lo que vibra es cuántico, ni todo lo que brilla es oro. Y hasta aquí, que este cuantioso cuento de cuantos no da para tanto.