Me piensan, luego… repito.
“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos.” – Buda
Exacto: el título de este post está parafraseando a René Descartes (1596-1650) quien dijera aquello de “Pienso, luego existo”. Porque de lo que deseo conversar el día de hoy con usted, amable lector, es sobre el lento pero constante viaje en que nos hemos embarcado como sociedad hacia la tercerización (“outsourcing”, diríase en “espanglish”) de nuestro propio criterio: ¡qué pereza nos da pensar! Cada día renunciamos más y más a hacer nuestras propias indagaciones, a hacer nuestras propias elecciones, a llegar a nuestras propias conclusiones y a generar nuestras propias creaciones. Nos estamos convirtiendo lentamente en parodias de nosotros mismos, en “consumidores absolutos”, casi como aquellos obesos, obsesos, pasivos y sumisos idiotas caracterizados en la genial película “Wall-E”. Dicen los expertos que el pensamiento crítico será uno de los talentos clave en el mercado laboral de los próximos lustros. Y es que, a contrapelo de la demanda, es un bien que se está agotando rápidamente. ¿Por qué sucede esto a un ritmo cada vez más veloz? Además de la mencionada y prehistórica pereza, consustancial al ser humano, sugiero los siguientes factores aceleradores:
- El “inocente” meme: por supuesto que hay algunos que son francamente divertidos e inocuos, pero en general lo considero peligroso, sobre todo cuando versa sobre temas álgidos, léase política, religión, sociedad y similares. Las siguientes características así lo justifican: primeramente, su mencionada y supuesta“inocencia”. A ver, es solo una imagen con un brevísimo texto, muchas veces divertido: ¿qué podría salir mal? Pero, ¡cuidado! El meme es una fábula pequeñita, un “cuentito”, y los seres humanos somos absolutamente receptivos a las historias – no en vano el “storytelling” es otro de los “skills” o talentos preciados para el mercado laboral del futuro. Estamos predispuestos a escuchar y creer la información en forma de historias: el sabio y largirucho de Abraham Lincoln lo tenía muy claro. De forma tal que adoptamos el meme con una rapidez que da vértigo, sin evaluar para nada el caso. Prueba de ello es lo rápido que se hacen virales. Pensemos: ¿A quien no le ha pasado que le envian (¡o envía!) un meme totalmente inconveniente para un chat del trabajo o de la familia? Es que la tentación es demasiada y no pensamos, saltamos sin reparos a la acción: reír, enojarse, sufrir para luego hacer “forward”. Sumado a esto, el meme llega siempre auspiciado bajo el nombre de un amigo(a), lo cual proyecta un traicionero halo de confianza… ¡zaz! Tenemos entonces que el inocente meme es más bien un misil tele-dirigido a nuestras fibras más sensibles. Está hecho para hacernos reaccionar. Y lo consigue espectacularmente.
- Los políticos populistas operando en redes sociales: construyendo sobre el punto anterior, podemos decir que la política se ha “Whatsappizado” y la guerra mediática se ha trasladado a las redes sociales. Creo que el punto de inflexión se dio con la campaña presidencial de Donald Trump, quien le recordó al mundo que, a pesar de la disponibilidad de información y datos de esta era del Internet, la gente escuchará solo lo que quiere escuchar (y ojalá en solo 140 caracteres o mejor aún, en un… meme). Este tipo de personajes sacan lo peor de nosotros, pues a lo que apelan es a que apaguemos la corteza cerebral para que así nos controlen nuestras emociones. Privilegian el discurso “ellos versus nosotros”, usan todo tipo de falacias (eg, ad-hominen, cortinas de humo, emotividad), creando división y asperezas como un recurso para ganar popularidad. Viven del conflicto y de la auto-adulación.
- Cognición cultural: aunado a lo anterior tenemos una característica inherente al ser humano, como lo es la distorsión mental de los hechos para ajustarlos al “guion oficial” de nuestro grupo social o ideología de referencia: con tal de encajar, nos contamos y creemos (otra vez) una historia. Cualquier cosa que contravenga el “guión oficial” de nuestra tribu se deshecha o como mínimo, se deprecia, en tanto que cualquier cosa que apoye la versión oficial de la manada – y particularmente la de su líder o portavoz – se apoya y se valoriza. Un ejemplo brillante es la polarización actual en la sociedad norteamericana entre demócratas y republicanos en donde cada parte justifica cualquier actuación del grupo al que se pertenece y sataniza a priori lo que sea que venga del otro partido. Es casi como ver el futbol: el árbitro pareciera siempre estar pitando en contra de nuestro equipo. Hmmm…
La mescolanza de los anteriores factores sumado a otros los cuales omito por efectos de brevedad (eg, algoritmos que nos dicen por donde conducir, que comprar, que películas mirar; “burbujas de información”, la omnipresencia de internet, etc.) nos llevan entonces a un escenario en donde se nos muestra lo que queremos ver, cuando lo queremos ver, como lo queremos ver. Nunca como ahora la REALIDAD se ha devaluado tanto, es la era de los “alternative facts” – son los tiempos de la réalité a la carte – “Ahem, ¿qué realidad se le ofrece al señor(a)?”. Nosotros mordemos ferozmente el anzuelo, para luego aletear felices mientras los “pescadores” (políticos, religiosos, medios noticiosos, mega-corporaciones) halan sonrientes el hilo, mirando el sabroso y delirante cardumen. Y es que el resultado final de todo esto es que ya no somos porque ya no estamos pensando: estamos repitiendo opiniones y elecciones pre-fabricadas sin hacer la menor interrogante, sin buscar la menor evidencia ni evaluar opciones ni argumentos. Alguien más (un político, un pastor, un empresario), alguien ajeno a mi me define, me forma y me deforma. Nosotros consentimos y atacamos al que difiere de la opinión de la tribu sin apego a ninguna lógica o razonamiento propio; y para colmo de males utilizamos material que nos re-envió un amigo… pero de validez absolutamente incierta y creado por una fuente convenientemente anónima.
A usted, amigo lector, le exhorto, abramos los ojos. Que no la tengan tan fácil los arriba mencionados “pescadores”. Hagamos valer el refrán aquel de que “para hablar y comer pescado…”. Porque casi sin darnos cuenta hemos caído en un dilema existencial: ¿Homo Sapiens u Homo Repetitie? ¿Hombres o cotorras? Mejor seamos, es decir, pensemos.
Un saludo a don René Descartes donde quiera que se encuentre.
Fernando
“Quien poco piensa, se equivoca mucho.” – Leonardo da Vinci
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Inflada, infame, INFLACIÓN (para reir y pensar)
Les comparto una sencilla idea. Más que una idea, supongo que es una deducción, una extensión en tono jocoso de un concepto originalmente económico (porque se vale reir al pensar, ¿no?) Y ese concepto es… la temida inflación. Cuando escuchamos ese término, inmediatamente pensamos en la subida de los precios, en otras palabras, en el enfoque financiero. Y bueno, si de inflación económica hablamos, hay inflación, estanflación, deflación, inflación gradual o caminante (como zombie, lenta pero segura), inflación galopante (¡arre!), hiperinflación (la obesidad mórbida del billete) y otros sabores para todos los gustos, sustos y disgustos. Por cierto, que cantidad de palabras terminadas en “-ción” tienen estas líneas. Da para escribir una… canción.
Pero bueno, continuemos con la argumentación: a mi parecer estos tiempos que corren nos bombardean con otros tipos de inflación que no saben a billete y sin embargo vivimos tan saturados de información (esto parece ya una ¡maldición!) que simplemente no estamos conscientes de ellas. ¿Qué tal la inflación de certificaciones técnicas y similares? En el caso de los profesionales, esto se manifiesta desde oficinas saturadas de diplomas (fíjese en las paredes del consultorio de un médico de renombre: hasta el diploma del kinder tiene ahí guindando); muros de LinkedIn más largos que una telenovela mexicana y firmas de correo con más certificaciones que títulos de nobleza tenía Luis XVI. Al final uno o sabe si decirle Toño o “Dr. MBA PhD MSc” al caballero en cuestión (“dígame, Licenciado”). ¿O qué hay de la inflación de los nombres de los roles y puestos de trabajos? Es así como ahora tenemos todos el honor de, al llamar al call center, ser atendidos por un Ejecutivo miembro del Board etc. etc. etc. Lo de CEO está también ya desgastado… habrá que inventarnos algo que suene más inflado. ¿Y qué hay de la infla(ma)ción del tamaño físico de los modelos de automóviles? Parecen tener una tendencia natural a crecer conforme cambian de año, con compactos que pasan a sub-compacto, a medianos y terminan como camionetas monstruo… aunque en el fondo sean el mismo carro. Podría jurar que la cada vez más cara gasolina le transmite el virus inflacionario al carro: esteroides hidrocarburados. Este último ejemplo nos lleva a la inflación de nuestras propias personas, con esta modernísima moda de engordarnos en un mundo donde por primera vez en la historia más personas mueren por obesidad y sus dolencias relacionadas que por hambre… sabrosa degeneración será. Noción casi tan sabrosa como la inflación del tamaño de las porción, de las tazas de café, de los platos y de los postres: mmm, pura y gastronómica pasión.
Mi conclusión (ta, ta…) es que nos estamos ahogando en inflaciones; saturados de etiquetas, artefactos y lípidos que no agregan genuino valor a nuestra sencilla y hermosa humanidad. Vivimos inflados de títulos, inflados de carros, inflados de papas fritas, inflados de perfumes, de teléfonos y de “likes”, porque en el fondo, lo que sucede es que de ego inflados también estamos. Pura y vacía ilusión. Urge ponernos a dieta. A una dieta muy especial. Vaya vaya, a menuda deducción estamos arribando. Por lo pronto, yo me voy al gimnasio – a inflar estos bíceps se ha dicho. Terminamos así con deliberación, contradicción y emoción. ¿Cuál es la lección? ¡DI NO A LA INFLACIÓN! Y atención porque… se acabó esta narración.
FIN
Material complementario:
¿Sabía que el porcentaje ideal de inflación en la economía NO es cero? En la economía norteamericana está calculado como del 2%. Más información aquí.
Brutos, ciegos, sordomudos: cegados por la ideología
“Ser capaz de entretener un pensamiento sin aceptarlo es la marca de una mente educada.” – Aristóteles
Tómese Ud. la molestia de revisar los comentarios en redes sociales sobre cualquier noticia polémica, dígase política, religiosa, social o inclusive económica. Fíjese cuántos de esos comentarios comienzan con calificativos como “Capitalistas”, “Progresistas” (o “Progres”), “Empleados públicos”, “Comunistas”, “Socialistas”, “Troskos”, “Izquierdas”, “Ateos”, “Derechas”, “Sindicalistas”, “Judíos”, “Cristianos”, “Latinos”, “Liberales”, “Conservadores”, “Demócratas”, “Republicanos”, “Tecnócrata”, “Burócrata” y un largo etcétera, por no mencionar expresiones francamente peyorativas, trolls, “fake news”, insultos y atrocidades. Estos comentarios que inundan las redes sociales son el reflejo pleno de nuestra incapacidad como individuos para seguir el doble consejo de Bertrand Russell en su mensaje a las futuras generaciones (disfrútenlo abajo): atenerse a los hechos y practicar la tolerancia. Conversemos brevemente sobre el tema.
Primeramente, el insigne filósofo, matemático, ensayista, crítico social, escritor, lógico y premio Nobel de Literatura inglés (porque Russell fue todo eso y más) nos indica que hay que aferrarse a los hechos y estrictamente a los hechos. En otras palabras, este gran sabio reivindica la importancia de la objetividad absoluta a la hora de analizar un asunto. Esto implica de nosotros un doble esfuerzo. Para comenzar, hay que acallar el “animal” que habita en nosotros, esa voz que nos impele a huir o atacar: si de analizar un tema se trata, y muy especialmente si es por escrito, las emociones tienden a ser muy malas consejeras. De remate, aunado al esfuerzo contra-natura de cortar con el impulsivo instinto hay que hacer un segundo esfuerzo para ponernos en, usando términos de Julia Galef en una magnífica charla TED, un modo mental (“mindset”) de “explorador” . A lo que voy es que es materialmente imposible buscar la VERDAD si de antemano hemos descartado cualquier perspectiva que no sea la propia. Y es aqui donde el “filtro ideológico” nos ciega. Por ejemplo, un comunista podría caer en el error de descartar cualquier propuesta fiscal que implique impuestos para la clase trabajadora, sin sentarse a analizar las consecuencias de esa decisión. Un liberal podría descalificar ad-portas cualquier sugerencia de establecer un sistema de seguro social o un fondo solidario de pensiones. Un religioso conservador podría atacar cualquier sugerencia para conceder derechos a grupos LGBTI sin reparar siquiera en analizar de qué se trata la iniciativa en cuestión. Y esos mismos personajes pueden caer fácilmente en la tentación de apoyar cualquier idea en tanto resuene con las propias: mentalidad de manada, refuerzo al ego, resistencia al cambio, sesgos mentales… Estos y otros ejemplos tienen algo en común: no se está escuchando a la contraparte a menos que nos agrade su opinión. O como dice una famosa frase sobre la comunicación, escuchamos no para comprender, sino para replicar, para rebatir, para negar. Eso no conduce a explorar, a aprender, a entender. Eso es… diálogo de sordos. Súmese a esto la emotividad y pasamos al insulto, al ataque ad-hominem y a toda una suerte de lindezas. Lo cual nos trae al segundo consejo de Russell: tolerancia. Tenemos que aprender, de alguna manera, a vivir unos con otros. Irónicamente, muchos credos que pregonan doctrinas cercanas al amor son de los más intolerantes para cualquiera con una perspectiva distinta de la vida. Desconfiemos de cualquiera que alimente la polarización y los enfoques “binarios”: nosotros los “buenos” vs ellos, los otros, los diferentes, los ajenos, los raros, los “malos”…
Hay muchas otras lecciones por extraer de este razonamiento “russelliano”. Si Usted lee algo y siente enojo, es señal de alerta. No se trata de atacar al mensajero o de juzgarlo a priori. Otra señal casi inequívoca de prejuicio y abandono del dialogo es el uso de etiquetas como introducción al comentario, y en general, la calificación del adversario en detrimento del tema (eg, ” este progresista”, “esta comunista”, “este demócrata”, etc.). Tratemos el ASUNTO en cuestión con objetividad, buscando entre todas las partes la VERDAD, que al final de cuentas es lo único que importa. En palabras de P. Barahona-Kruger, debe privar un “(…) principio de razón que impone una lógica cartesiana: lo bueno es bueno aunque lo haga mi enemigo y lo malo es malo así sea obra de mi amigo.” Con-versemos en busca de esa verdad. Y hagámoslo con respeto: que no nos ciegue la ideología, sea esta religiosa, económica, política o cualquier otra. Hechos y tolerancia. Verdades. Invariablemente.
Hasta siempre, Bertrand Russell…
Fernando
“Los hechos son cosas obstinadas; y cualesquiera que sean nuestros deseos, nuestras inclinaciones, o los dictados de nuestras pasiones, estos no pueden alterar el estado de los hechos y de la evidencia.” – John Adams
Material complementario:
Charla TED de Julia Galef: https://www.ted.com/talks/julia_galef_why_you_think_you_re_right_even_if_you_re_wrong
Photo by Kirill Balobanov on Unsplash