Suicidio y resurrección (en Facebook, claro está)
“La adicción no es más que un sustituto muy degradado de una verdadera experiencia de gozo.” – D. Chopra
No tengo que pensarlo mucho para encontrar la causa, o más bien, el detonante final: la pasada elección presidencial fue la gota que derramó el vaso. Simplemente me harté de la cantidad de odio, discusiones carentes de todo principio lógico, insultos, trolls, falacias argumentales y un largo etcétera que creo está de más detallar. Tomé entonces una determinación que para el usuario promedio de esta red social es – literalmente – asunto de vida o muerte: me di de baja de FB. En otras palabras, me “suicidé” en el mundo virtual. Para ser más exacto, opté por inactivar mi cuenta, pues la otra opción disponible supone el borrado de todos mis datos y sostengo que esa es una promesa vacía que solo entrega más poder a los anónimos administradores de la “Big Data”: las huellas digitales son básicamente indelebles.
Pero bueno, les escribo no tanto para contarles el hecho en sí, pues salirse de una red social es objetivamente cuestión de unos cuantos “clicks”, sino primordialmente de sus consecuencias y lecciones aprendidas. Vamos por partes entonces… Primeramente, debo decir que, tras años de usar esta red, me consideraba básicamente inmune a convertirme en un adicto grave: craso error. Lo que se necesita para caer en la adicción es simplemente que los algoritmos que seleccionan el contenido que se muestra en nuestro muro encuentren cuál es nuestro talón de Aquiles, ese tema o temas que simplemente nos domina. Para algunos puede ser el fútbol, para otros pueden ser los chismes, para otros la farándula, otros sentirán predilección por la moda, lo que sea: TODOS tenemos una o más pasiones que simplemente nos desbordan.Y Facebook está ansioso, está urgido, codicia y se desvive por saber eso. Una vez que lo sabe, el sistema le va a “atacar”. Le presentará en su muro cada vez más contenido relativo a ese tema tan sensible. El detonador interno es el aburrimiento: cada instante en que sentimos que la mente divaga, la red social funciona como un analgésico y provee entonces una carnada: las notificaciones. Hay que mantener esa barra “limpia”, es como una maquinita de monedas en el casino. También le ofrece un premio: los “likes” a sus publicaciones. Mi kriptonita personal fue la campaña política. Supongo que mis intenciones iniciales eran buenas, pues deseaba defender con argumentos y evidencia la postura partidaria que creía que mejor convenía a nuestro país pero terminó estallándome Kriptón en la cara… FB lo detectó y creó una verdadera burbuja de información (véase el libro “The Filter Bubble”, por Eli Pariser) que llegó a dominarme. Dichosamente, fue tal el nivel de saturación que me sentí intoxicado… y entonces tomé la (valiente) decisión de cometer “e-suicidio”. Fue todo un ritual: ¡harakiri virtual para el caballero!
¿Qué aprendí de mi suicidio? Muchas y valiosas cosas. Primero que todo, aprendí que hay vida después de FB. Hay vida y mucha y de mejor calidad que la que ofrece en su pantalla el Sr. Zuckerberg: empecé a tener más tiempo para mis proyectos personales y una mejor concentración laboral. Recordé también que está bien aburrirse de cuando en cuando: esos ratitos de “colgarse en las alturas” (Serrat) son verdaderos semilleros de ideas. Aprendí también que hay aplicaciones mucho mejores para mantenerse informado (en mi caso, utilizaba FB para leer sobre temas de mi interés, pero hay aplicaciones que funcionan como revistas personalizadas). Luego de unos meses de estar “muerto”, motivado por la necesidad de publicitar este blog www.fernando-quesada.com , me “resucité”. Fue entonces cuando, por el marcadísimo contraste en mi nivel de interacción con esta red social, comprendí a cabalidad a qué nivel había llegado mi descontrol con esta herramienta: había sido un adicto. Hoy por hoy, orgullosamente puedo decir que no uso la red social más que para compartir mis artículos e ideas, pero las cuentas de “likes” y de “íconos rojitos en la línea azul” me valen un pepino, como dice la ranchera de “Chente” Fernández: ¡aquí el que manda soy yo y si no te gusta vete!
Y bueno, creo que he dicho lo que deseaba decir. Cierro: me permito respetuosa más enfáticamente el sugerirle unas vacaciones de FB. Pruebe por un par de semanas. Le prometo que se sentirá tan empoderado como el “Chente”…
“El placer es como ciertas substancias medicinales: para obtener constantemente los mismos efectos, es menester doblar las dosis, de las cuales la última lleva consigo la muerte o el embrutecimiento.” Honoré de Balzac
Material complementario:
Artículo publicado en el periódico digital CRHOY el 20 de junio del 2018: haz click aquí