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Nuestros noticieros

Nuestros noticieros

“Hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad.” Oscar Wilde

Vamos a conversar brevemente sobre un tema que – presumo – ha cruzado también su cabeza, como lo es la debatible calidad de los telediarios o noticieros de nuestro medio. No soy periodista, pero precisamente por eso, siendo más bien consumidor del producto que ofrecen, voy a darles mi opinión.  Entonces, valga aquello de “tintura de color rojizo para los raspones”: al grano…

Voy a empezar por lo más obvio, como lo es la distribución que hacen de su tiempo. Me tomé la molestia de grabar una presentación al azar de la edición vespertina de uno de los más reputados telediarios del país, y los resultados son los siguientes (no pretendo ser exacto): de los 60 minutos que tienen asignados en el dial, 20 minutos (33%) son para los “suculentos” sucesos (léase accidentes, crímenes, incendios, juicios, faltantes de agua, el tiempo, “lo que le pasó a doña María” y otras tragedias). A las noticias denominadas como nacionales (aspectos de gobierno, economía y otros) le conté 6 minutos (10%). A la sección deportiva (últimamente podríamos llamarla la “sección de Navas”) le dedicaron 13 minutos (22%). Los anuncios se llevaron una tajada de 15 minutos (25%). Otros (“pasquines audiovisuales” y similares), aprox. 3 minutos (5%). Y para las noticias internacionales, es decir, todo lo que acontece en el resto del planeta, que representa el 99.9% del PIB global, el 99.4% de la población y el 99.9% del área geográfica del mundo, les fueron asignadas miserables 3 minutos. Y creo que “topamos con suerte”, porque últimamente la tendencia es “el mundo en 1 minuto” (¡Plop!) y no hubo sección de espectáculos. Entonces, estos sencillos cálculos nos muestran como asignan el tiempo en nuestros telediarios, y por ende, las prioridades de las televisoras y donde tienen puesta la mirada los periodistas (directores o rasos). Esto no es asunto menor: es evidente el enorme abismo entre lo que nos recetan diariamente y la naturaleza de la realidad internacional. En un mundo globalizado, y para un país que depende cada día más de sus relaciones con el mundo (de cualquier tipo: económicas, comerciales, logísticas, etc.) este comportamiento es enfermizo; una derivación de nuestro encapsulamiento y visión de corto alcance. Los telediarios están amurallando esa “Isla que Somos” que don Isaac Felipe Azofeifa había radiografiado hace más de 40 años.

Nuestros noticieros adolecen además de una carencia crónica de periodismo crítico. Las notas editoriales, los análisis sesudos y el periodismo de investigación son la excepción y no la regla (extrañamos a una connotada periodista de origen suramericano). Es mucho más fácil “entrevistar” a un muerto en un accidente de tránsito que esgrimir una crítica argumentada o plantear una editorial. A estos males podríamos sumar otros, como lo es el creciente morbo a la hora de presentar tragedias (“¿Y Ud. que sintió cuando le dijeron que asesinaron a su hermano?”, con la toma en primer plano), la irrespetuosa interpelación a sus entrevistados por parte de los corresponsales (recuerdo a uno que llamaba a gritos de “¡Príncipe!, ¡Príncipe!” a un miembro de la realeza). Además, muchas de las notas son más bien publicidad mal disfrazada para agencias de automóviles o productos tecnológicos. Súmese además la creciente tendencia a presentarnos el último video “trending” de YouTube y tenemos un resultado equivalente a la peor comida rápida: vistosa, con sabores picantes y exacerbados, pero sin contenido de fondo que nutra la mente. Sospecho que detrás de todo esto hay una mezcla de vagabundería junto con falta de criterio, deficiente cultura y una visión distorsionada del objetivo de la profesión por parte de los comunicadores.

Es hora de que los directores de estos importantes programas de TV (los cuales son el único o el más significativo medio informativo para buena parte de la población) pongan las barbas en remojo y realicen sana autocrítica. Noticiero no es sinónimo de “carrera por el rating”, sino de formadores de criterio y transmisores de verdadera información. Sería bueno que recordaran que el periodista es también, por definición, un educador para su audiencia: entonces ¿qué clase de formación están brindando?

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