“Cel o no cel, he ahí la pregunta…”
Pregunta: ¿no le causa a Usted verdadera intriga, por decir lo menos, el comprender el nivel de atención que recibe el lanzamiento de un nuevo modelo de teléfono cada cierto número de meses? Este fenómeno da para ponerse a pensar. Empecemos recalcando lo ya dicho: no es algo de por sí novedoso, pues se trata de actualizaciones de un producto ya existente. Si nos estuvieran presentando la fusión nuclear en frío pues valga el alboroto, pero tan alta expectativa y atención por lo que es ya hasta predecible es de por sí extraño.
En segundo término, se trata de… un teléfono. O sea, es – con el permiso del Sr. Montero – un “chunche”. Casi como decir un electrodoméstico. Pero con todo y todo, cada seis o doce meses, todos los noticieros, los blogs y periódicos de este planeta entran en franca erupción, brindándole al asunto un seguimiento propio de una invasión extraterrestre. “Simple mercadeo”, me responde Ud. De acuerdo, hay mucho de eso, pero el poderoso eco en las redes sociales, espejo de la sociedad moderna, pareciera indicar que hay algo más. En mi mente, sustituyo al teléfono de marras por una olla arrocera. Le asigno nuevas cualidades imaginarias a la olla v6.0: le cocina en solo 5 minutos, le cuenta las calorías, lo regaña por echarle tanta sal al arroz con pollo, y sin embargo no funciona la simulación mental. Hay algo más cuando el asunto involucra a los teléfonos (y tal parece que ahora a los relojes de pulsera). En el próximo párrafo, mi hipótesis…
Y mi hipótesis aquí está: supongo que todo es un espejismo, pues estos “chunches” portátiles nos acompañan a todas partes – aparentan ser parte de nosotros mismos – y nos otorgan “superpoderes”. Ahora tenemos capacidad de ubicación universal, acceso a las redes mundiales de información, nos ayudan con el tráfico, nos permiten vengarnos de cerdos secuestradores intergalácticos, etc. Pero el “chunche” no soy yo. El aparatito se hace cada vez más “smart” mientras yo me hago cada vez más “dumb” – ya ni me acuerdo de los números de teléfono de mi familia. Y sin embargo el sistema (cambie Ud. esa palabra por “sociedad” ó “mercadeo” u otra, da igual) me hacen creer que soy efectivamente más capaz, que soy mejor. Entonces, la celebración de la llegada del nuevo modelo no es otra cosa que un tributo a mi propio ego, pues viene mi propia “actualización”, la cual me costará algo de dinero – pero ciertamente nada parecido a estudio y esfuerzo intelectual. Algo así como adquirir cuerpo de modelo sin ir al gimnasio. Por tanto, esas filas de babosos que acampan frente a la tienda para ser el primero en comprar el consabido telefonito, esas noticias y análisis que nos cuentan que hace el botoncito y la perillita y la camarita, y ante todo el asombroso eco en las redes sociales (hay que compartir la noticia: ¡ya salió la nueva olla arrocera!) son el grito de una sociedad, de unas personas, de Ud. y yo que, igual que hace cien años, necesitamos y queremos evolucionar y mejorar; pero que estamos cayendo en la trampa de querer hacerlo a través de más procesador, más megapíxeles y más memoria flash. Mis amigos, sobra decir que por ahí no es camino, mejor pongámonos a leer, a trabajar y a estudiar. Pensemos. Y les dejo porque está sonando mi celular…
Acertaron los mayas: cardúmenes humanos
Todos hemos mirado con asombro imágenes en las cuales un cardumen reacciona como un solo organismo ante el ataque de un depredador, nadando en un ballet mágicamente coordinado. Imágenes semejantes de aves, insectos y otras especies nos muestran una especie de “sexto sentido” en el reino animal, llamado comportamiento colectivo (“swarm behavior”, en inglés). En estos grupos, no hay un líder, no hay un sistema global de control: el grupo se auto-regula. Se han desarrollado modelos matemáticos para emular este comportamiento; inclusive se aprovechan estos modelos en el área de Sistemas Complejos para aplicaciones de Inteligencia Artificial. En este artículo, se plantea una hipótesis desde un punto de vista sociológico, la cual conlleva a su vez a un análisis antropológico del tema.
REDES SOCIALES: conceptualizadas en principio simplemente como plataformas para compartir información entre conocidos, se han convertido en algo más: son ahora herramientas que empoderan sociedades, vinculando gentes alrededor de causas comunes. Se coordina, ordena y pacta pero no en el sentido clásico y vertical del ejercicio del poder, sino horizontalmente. En este modelo, pesan más las opiniones de los más cercanos a nosotros, pero se escucha a todos a través de una red: somos un cardumen humano nadando entre información. Reaccionamos utilizando en tiempo real la realimentación de nuestros congéneres para actualizar nuestras propias opiniones y decisiones. La reacción es colectiva. Ejemplos: el rescate de animales perdidos, acciones ante asaltos, macro-eventos como la Primavera Árabe y las protestas en Brasil o las manifestaciones criollas por las concesiones y la corrupción. ¿Serán estos fenómenos solo la punta del iceberg?
VISTAZO ANTROPOLÓGICO: a lo largo de milenios, como raza humana hemos atravesado una serie de fases en el desarrollo humano, pasando de cazadores-recolectores a asentarnos en clanes, tribus, ciudades, naciones. Esta paulatina evolución en nuestro comportamiento social se ha caracterizado – hasta ahora – por privilegiar cada vez más la estructuración vertical del poder (y por ende una mayor “cleptocracia”). Ante el aumento exponencial de la población, el modelo vertical de control ha sido la única respuesta hasta hoy para regular sociedades más grandes y densas: sin un sistema habría caos. Pero ahora – siguiendo la analogía del cardumen – las redes sociales nos han dotado de algo nuevo, el equivalente a los sensores de los peces: nuestras sociedades a nivel mundial “nadan” como un solo organismo, adaptándose y defendiéndose coordinadamente ante sus “depredadores”: asaltantes, políticos corruptos, proyectos cuestionables, etc. Se vislumbra el devenir de un nuevo modelo posterior a los “Estados-Repúblicas”, acaso una era global de Sociedades de Comportamiento Colectivo con menor predominio de modelos verticales de control.
UNA ALTERNATIVA: Nos dice Umair Haque en su excelente obra “El Nuevo Manifiesto Capitalista” que la democracia verdadera se caracteriza por ser “participativa, deliberativa, asociativa y de consenso”. Participativa pues los afectados por las decisiones deben ser parte de las mismas. Deliberativa porque los participantes deben razonar, no solo votar, para revelar sus perspectivas y valores. Asociativa porque debe haber espacios públicos para una deliberación libre y creativa. De consenso pues es a través de disentir y pactar que se logran acuerdos. ¿No son acaso estas características inherentes a las redes sociales? Creo que las protestas de los últimos años, cada vez más frecuentes y globales, indican que nos estamos aproximando a un punto de inflexión en la historia, en donde la humanidad se acerca a una encrucijada: una ruta lleva hacia el sombrío y mecánico “Mundo Feliz” de Huxley. La otra senda es aún impredecible, pero hay razones para creer que es mejor.
Con la excepción de algunos fiesteros que sufrieron resacas apocalípticas, la mayoría de nosotros admitimos que las predicciones mayas del fin del mundo no pasaron de charlatanerías y películas para el olvido. El fin del “Baktún” o cuenta larga solo indicaba el inicio de un nuevo ciclo, y quizás de un cambio que aún no podemos valorar: quisiera pensar que los estados y gobiernos “del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo” serán más factibles en el futuro. ¿Acertaron los mayas? Sería la más feliz de las (digamos) coincidencias.