Inflada, infame, INFLACIÓN (para reir y pensar)

Inflada, infame, INFLACIÓN (para reir y pensar)

Les comparto una sencilla idea. Más que una idea, supongo que es una deducción, una extensión en tono jocoso de un concepto originalmente económico (porque se vale reir al pensar, ¿no?) Y ese concepto es… la temida inflación. Cuando escuchamos ese término, inmediatamente pensamos en la subida de los precios, en otras palabras, en el enfoque financiero. Y bueno, si de inflación económica hablamos, hay inflación, estanflación, deflación, inflación gradual o caminante (como zombie, lenta pero segura), inflación galopante (¡arre!), hiperinflación (la obesidad mórbida del billete) y otros sabores para todos los gustos, sustos y disgustos. Por cierto, que cantidad de palabras terminadas en “-ción” tienen estas líneas. Da para escribir una… canción.

Pero bueno, continuemos con la argumentación: a mi parecer estos tiempos que corren nos bombardean con otros tipos de inflación que no saben a billete y sin embargo vivimos tan saturados de información (esto parece ya una ¡maldición!) que simplemente no estamos conscientes de ellas. ¿Qué tal la inflación de certificaciones técnicas y similares? En el caso de los profesionales, esto se manifiesta desde oficinas saturadas de diplomas (fíjese en las paredes del consultorio de un médico de renombre: hasta el diploma del  kinder tiene ahí guindando); muros de LinkedIn más largos que una telenovela mexicana y firmas de correo con más certificaciones que títulos de nobleza tenía Luis XVI. Al final uno o sabe si decirle Toño o “Dr. MBA PhD MSc” al caballero en cuestión (“dígame, Licenciado”). ¿O qué hay de la inflación de los nombres de los roles y puestos de trabajos? Es así como ahora tenemos todos el honor de, al llamar al call center, ser atendidos por un Ejecutivo miembro del Board etc. etc. etc. Lo de CEO está también ya desgastado… habrá que inventarnos algo que suene más inflado.  ¿Y qué hay de la infla(ma)ción del tamaño físico de los modelos de automóviles? Parecen tener una tendencia natural a crecer conforme cambian de año, con compactos que pasan a sub-compacto, a medianos y terminan como camionetas monstruo… aunque en el fondo sean el mismo carro. Podría jurar que la cada vez más cara gasolina le transmite el virus inflacionario al carro: esteroides hidrocarburados. Este último ejemplo nos lleva a la inflación de nuestras propias personas, con esta modernísima moda de engordarnos en un mundo donde por primera vez en la historia más personas mueren por obesidad y sus dolencias relacionadas que por hambre… sabrosa degeneración será. Noción casi tan sabrosa como la inflación del tamaño de las porción, de las tazas de café, de los platos y de los postres: mmm, pura y gastronómica pasión.

Mi conclusión (ta, ta…) es que nos estamos ahogando en inflaciones; saturados de etiquetas, artefactos y lípidos que no agregan genuino valor a nuestra sencilla y hermosa humanidad.  Vivimos inflados de títulos, inflados de carros, inflados de papas fritas, inflados de perfumes, de teléfonos y de “likes”,  porque en el fondo, lo que sucede es que de ego inflados también estamos.  Pura y vacía ilusión. Urge ponernos a dieta. A una dieta muy especial. Vaya vaya, a menuda deducción estamos arribando. Por lo pronto, yo me voy al gimnasio – a inflar estos bíceps se ha dicho. Terminamos así con deliberación, contradicción y emoción. ¿Cuál es la lección? ¡DI NO A LA INFLACIÓN! Y atención porque…  se acabó esta narración.

FIN

 

Material complementario:

¿Sabía que el porcentaje ideal de inflación en la economía NO es cero? En la economía norteamericana está calculado como del 2%. Más información aquí.

 

Photo by Rohit Rao on Unsplash

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